lunes, 19 de mayo de 2008

EL AVISO OPORTUNO


Por el año 1604, había en una ciudad de Flandes, dos estudiantes, los cuales, en vez de dedicarse a las Letras, sólo se ocupaban en divertirse malamente, borracheras y deshonestidades.

Una noche de esas, habiendo ido juntos a pecar a casa de una mala mujer, uno de ellos llamado Ricardo, se retiró a su casa luego de estar un rato en ese lugar, y el otro se quedó allí.

Mientras se desnudaba Ricardo para acostarse, se acordó que aquel día no había rezado como de costumbre ciertas Ave Marías a la Santísima Virgen.

Vencido por el sueño le costaba rezar, sin embargo hizo un esfuerzo y lo hizo aunque sin devoción y medio dormido. Echándose luego a dormir, y hallándose en el primer sueño, oyó llamar fuertemente a la puerta, y luego sin llegar a abrirla, vio entrar a su compañero horriblemente feo en extremo.
§ “¿Quién eres?” – le dijo.
§ “¿No me conoces?” – respondió el otro.
§ “Sí, pero… ¿Cómo es que estás tan distinto?, pareces un demonio
§ “¡Desdichado de mí! – exclamó aquel infeliz – estoy condenado. ¡Ya vez! Entérate, que al salir de aquella infame casa, vino un demonio y me ahogó. Mi cuerpo quedo en medio de la calle, y mi alma está en el infierno. Debes saber también, que a ti te aguarda el mismo castigo; pero la bienaventurada Virgen María, por aquel corto obsequio de las Ave Marías, te ha librado de él. ¡Dichoso tú si sabes aprovechar este aviso que por mí te envía la Madre de Dios!
Dicho esto, levantó la capa el condenado, y le hizo ver las llamas y las culebras que le atormentaban, y desapareció.

Entonces prorrumpiendo el joven en amargo llanto, se postró en tierra dando gracias a su libertadora María. Y mientras iba pensando en cambiar de vida, he aquí que oye tocar las campanas llamando a la oración en el Convento de San Francisco. Entonces dijo:
§ “Aquí me llama Dios para hacer penitencia

Al punto se dirigió allí para rogar a aquellos Padres que le admitiesen. Ellos se resistían por saber la mala vida que llevaba; más él les refirió el suceso llorando amargamente; y habiendo ido los Padres a aquella calle, hallaron efectivamente el cadáver del compañero, ahogado y negro como un carbón; entonces recibieron a Ricardo quien se distinguió por su vida ejemplar.

Fue después a Las Indias a predicar la fe; de allí pasó al Japón, donde finalmente tuvo la suerte y la gracia de morir mártir por Jesucristo, siendo quemado vivo.

Fuente: Glorias de María
San Alfonso María de Ligorio

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