Hoy sábado y día 1 de enero del año 2022, he recordado la serie de post que comencé a escribir en noviembre de hace dos años sobre la Virgen María, y en particular el primero de ellos, en el que hablo sobre el dogma de Santa María, Madre de Dios, que hoy celebra la Iglesia. He pensado que será de interés para mis lectores re-leerlo y honrar a la Virgen María, la santa Madre de Dios.
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–En muchas
parroquias la mayor asistencia de feligreses suele darse en fiestas de la
Virgen.
–Así es. Por
Ella nos vino Cristo Salvador, y por Ella nos sigue viniendo especialmente.
Dignare
me laudare te Virgo sacrata. – Da mihi virtutem contra hostes tuos
Comienzo a escribir sobre la
Virgen María, rezándole el versículo final del himno litúrgico Ave Regina cælorum. En esa oración le pido que me consiga de
Dios la gracia de saber alabarla, y que me dé fuerza contra sus enemigos. En
algunos casos, enunciaré un tema, sin desarrollarlo, limitándome a remitir a
artículos que ya publiqué en este mismo blog.
El presbítero riojano Gonzalo
de Berceo (1198-1264), uno de los primeros escritores en lengua castellana,
escribió varias obras religiosas; la más conocida, Milagros
de nuestra Señora, en la que
llama a veces a la Virgen María «la Gloriosa». Con
ese precioso nombre tituló este primer artículo sobre la Virgen María.
Magisterio
apostólico: Documentos
marianos (=DM), Doctrina Pontificia IV, BAC 128 (1954). Destaco San Pablo VI, exh.ap. Marialis
cultus, 1974, y San Juan Pablo II, enc. Redemptoris
Mater 1987.
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–DOGMAS FUNDAMENTALES SOBRE LA VIRGEN MARÍA
1.–MARÍA INMACULADA, CONCEBIDA SIN PECADO
ORIGINAL
(296) María Inmaculada, Llena-de-gracia, Panagia (8-12-2014). -El pecado
original. -María, única exenta del pecado de origen. -La persona humana más
bella y digna es mujer. -Alegría del pueblo cristiano en María.
2.–LA VIRGEN MARÍA, SIEMPRE VIRGEN
(236) La Virgen María, siempre virgen (17-09-2013). –Algunos
exegetas católicos están negando que María fue siempre Virgen. –John P. Meier.
–La exégesis racionalista no teme llegar a conclusiones contrarias a la fe.
–Quienes comenzaron con la «Sola Scriptura» se han quedado prácticamente «Sine Scriptura». –La filología rechaza las
objeciones contra la virginidad perpetua de María. –En las bodas de Caná.
–María «dio a luz a su primogénito». –San
José murió pronto; y Jesús, antes de morir, confía a San Juan la custodia de su
Madre. –Josef Blinzer y los «hermanos de Jesús». –Confesemos
en la fe la virginidad perpetua de María.
3.–SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
Confesamos nuestra fe en el Credo: «Creo en un solo Dios… Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios verdadero
de Dios verdadero… Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó
del cielo. Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se
hizo hombre»…
«Un solo Señor,
Jesucristo», una Persona
única, que subsiste en dos naturalezas: verdadero
Dios eterno y verdadero hombre nacido en el tiempo, «nacido de mujer» (Gál
4,4), por obra inefable del Espíritu Santo: «Santa
María, Madre de Dios». La generación humana de Jesucristo termina en una
Persona, la divina persona del Verbo eterno. Y si la Persona que subsiste en la
naturaleza humana, asumida por medio de María, es siempre divina, eso nos
revela que la Virgen María es «la santa Madre de Dios», la Virgen-Madre, profetizada por Isaías, como generadora del
Emmanuel, «el Dios con nosotros» (Is 7,14);
la Virgen-Madre evangelizada a la Doncella de Nazaret por el arcángel Gabriel
(Mt 1,18-23).
Ésta es desde un principio la
fe de la Iglesia católica, la misma fe que, después de no pocas herejías
cristológicas, fue dogmáticamente declarada en el Concilio de Éfeso,
en el IIIº ecuménico (431):
Los santos Padres «no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la
santa Virgen, no ciertamente porque la naturaleza del Verbo o su divinidad
hubiera tenido su origen de la santa Virgen, sino que, porque nació de ella el
santo cuerpo dotado de alma racional, a la cual el Verbo se unió
sustancialmente, se dice que el Verbo nació según la carne» (Denz 251).
«Si alguno no
confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la
santa Virgen es Madre de Dios (pues dio a luz carnalmente al Verbo
de Dios hecho carne), sea anatema (252)
Cuando la
noticia de la Maternidad divina de María se difundió como dogma de la fe
católica, todas las Iglesias locales, cuando les llegaba este Evangelio, se
estremecían con la alegría de un inmenso gozo. Y confirmaron su fe en la Omnipotencia
Suplicante de la santísima Virgen.
«Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros».
4.–LA GLORIOSA ASUNCIÓN DE MARÍA EN CUERPO Y
ALMA AL CIELO
(390) Asunción gloriosa de la Virgen María (15-08-2016).
-Inmaculada, celestialmente bella. -Pío XII, Munificentissimus
Deus (1950), declaración
dogmática de la Asunción.
5.–MARÍA, NUESTRA MADRE
(396) María, reina y madre de misericordia (21-09-2016).-Tiempos
tormentosos en la Iglesia hoy. -Año Jubilar de la Misericordia. -Lex orandi,
lex credendi: oraciones.
Jesús
en la cruz «dijo a su madre: “mujer, he ahí a tu hijo”. Luego dijo al
discípulo: “he ahí a tu madre”» (Jn 19,26-27). Dice el Señor significativamente «tu
Madre» y «el discípulo», indicando
a María y a Juan como representantes de una realidad transcendente y
misteriosa. Y sigue: «Desde aquella hora el
discípulo la recibió en su casa»; o o traduciendo más literalmente: «el
discípulo la acogió entre los bienes propios». Así pues, María, la Virgen
Madre, pertenece a los bienes de gracia propios de todo discípulo de Jesucristo
(+Juan Pablo II, Redemptoris Mater 23-24, 44-45).
Declara el Concilio Vaticano
II: «Esta maternidad de María en la economía de
la gracia perdura sin cesar desde el momento del asentimiento que prestó
fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta
la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues asunta a los cielos, no ha
dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa
obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno
cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en
peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la –patria bienaventurada» (LG
62). Esta ha sido siempre la doctrina de la Iglesia.
+Es
Madre nuestra en la encarnación. Enseña San
Pío X que «en el casto seno de la Virgen, donde tomó Jesús carne mortal,
adquirió también un cuerpo espiritual, formado por todos aquellos que debían
creer en él. Y se puede decir que, teniendo a Jesús en su seno, María llevaba
en él también a todos aquellos para quienes la vida del Salvador encerraba la
vida. Debemos, pues, decirnos originarios del
seno de la Virgen, de donde salimos un día a semejanza de un cuerpo unido
a su cabeza. Por esto somos llamados, en un sentido espiritual y místico, hijos de María, y ella, por su parte, nuestra
Madre común. “Madre espiritual, sí, pero madre
realmente de los miembros de Cristo, que somos nosotros” (San
Agustín)» (enc. Ad diem illum 1904: DM 487).
+Es nuestra Madre en
la cruz. La Virgen María, al pie de la
cruz, nos dio a luz con dolores de parto. Pío XII dice que «ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención
humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con
Jesucristo; tanto que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y
de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el amor y los
dolores de la Madre» (enc. Haurietis aquas 15-V-1956, n.36).
Somos salvados por la Pasión de Cristo y la Com-pasión de la Virgen María.
+Es Madre en
pentecostés. Vino el
Espíritu Santo cuando los apóstoles «perseveraban
unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y
con los hermanos de éste» (Hch 1,14).
+Es ahora Madre en el
cielo. Pablo VI,
en ocasión muy solemne, enseña que María «continúa
en el cielo ejercitando su oficio maternal con respecto a los miembros de
Cristo, por el que contribuye a engendrar y aumentar la vida divina de cada una
de las almas de los hombres redimidos» (Credo del Pueblo de Dios
1968, 15).
Es,
pues, la Nueva Eva, como ya desde antiguo los
Padres la llamaron, pues ella, mucho mejor que la primera Eva, es «la madre de todos los vivientes» (Gen 3,20). No es posible tener a Dios por Padre, sin tener a
María por Madre.
Al terminar la tercera etapa
del concilio Vaticano II, el papa Pablo VI proclamó a la Virgen María como «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los
fieles como de los pastores» (21-XI-1964).
6.–MARÍA, MADRE DE LA DIVINA GRACIA
La maternidad divina de María
implica que ella es la dispensadora de la gracia.
Jesucristo, ciertamente, es el único Mediador (LG 60), pero María, con
todo fundamento, «es invocada en la Iglesia con los
títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora», pues «la mediación única del Redentor no excluye, sino que
suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la
única fuente. La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María,
la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para
que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al
Mediador y Salvador» (62).
Esta doctrina es tradición antigua en la Iglesia, y
ha sido formulada con frecuencia en los últimos siglos.
+Benedicto
XIV dice que la Virgen «es como un río celestial por el que descienden las
corrientes de todos los dones de las gracias a los corazones de los
mortales» (bula Gloriosæ Dominæ 1748: DM 217).
+Pío VII llama a María «dispensadora de todas las
gracias» (breve Quod divino 1895: DM 235).
+León XIII enseña que «nada en absoluto de aquel
inmenso tesoro de todas las gracias que consiguió el Señor, nada se nos da a
nosotros sino por María, pues así lo quiso Dios» (ep. apost. Optimæ
quidem spei 1891: DM 376).
+San Pío X enseña que María, junto a la
cruz, «mereció ser la dispensadora de todos los
tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre. La fuente,
por tanto, es Jesucristo; pero María, como bien señala San Bernardo, es “el
acueducto”» (enc. Ad diem illum 1904: DM 488-489).
+Pío XI afirma que la Virgen María ha
sido constituida «admnistradora y medianera de
la gracia» (enc. Miserentissimus Redemptor 8-V-1928: DM 608).
+Pío XII dice que el Señor hizo a María
«medianera de sus gracias, dispensadora de sus
tesoros», de modo que «tiene un poder
casi inmenso en la distribución de las gracias que se derivan de la redención» (radiom.
1946: DM 734, 737).
+Concilio
Vaticano II (1964) ya citado (LG 60-62).
+San Pablo
VI confiesa que el Señor hizo a María «administradora y dispensadora generosa de los
tesoros de su misericordia» (enc.
Mense maio 29-IV-1965).
+San Juan
Pablo II destaca «la solicitud de María por los
hombres, el ir a su encuentro en toda la gama de sus necesidades», como
en Caná de Galilea: «No tienen vino». «Se da una
mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus
privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone “en medio”, o sea, hace de mediadora
no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente
de que como tal puede –más bien “tiene derecho de”– hacer presente al Hijo las
necesidades de los hombres. Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de
intercesión: María “intercede” por los hombres» (Redemptoris Mater
21).
A esa maternal mediación de
María han acudido desde antiguo, movidas por el Espíritu Santo, las
generaciones cristianas, que una y otra vez rezan: «Bajo
tu amparo nos acogemos, Santa
Madre de Dios» (himno bizantino hacia el 250, asumido por toda la
Iglesia). «Santa María, Madre de Dios, ruega
por nosotros»… Lex orandi, lex credendi.
Una enseñanza tan reiterada en
la Iglesia ha de considerarse como una doctrina de fe: ciertamente
María es para todos los hombres la dispensadora de todas las gracias. Esta verdad grandiosa es para nosotros una
inmensa alegria: «causa nostrae laetitiæ». Por
eso, al mismo tiempo, es una pena grande, es una pérdida y una vergüenza, que
hoy en la Iglesia sean tantos, entre los más «listos»,
quienes consideran esta verdad luminosa de la fe como una desviación de mariolatría. Dios
los perdone. Y los ilumine.
7.–LA VIRGEN MADRE, TIPO DE LA IGLESIA Y DE CADA
CRISTIANO
El Concilio
Vaticano II enseña en la Constitución Lumen
Gentium: «La Virgen Santísima, por
el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con el Hijo Redentor, y
por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida con la
Iglesia. Como ya
enseñó San Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la
Iglesia en el orden de la
fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. En el misterio de la
Iglesia, que con razón es llamada también madre y
virgen, precedió la Santísima Virgen… como modelo tanto de
virgen como de madre. Creyendo y obedeciendo, engendró en la
tierra al mismo Hijo del Padre» (63)… «La
Iglesia, cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre
mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la
predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e
inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios.
Y es igualmente virgen, que guarda pura e íntegramente la fe
prometida al Esposo, a imitación de la Madre de su Señor» (64). (+Redemptoris
Mater 42-44).
+María
no sólo es tipo de la Iglesia, ella es prototipo de cada cristiano. En efecto, todos estamos
llamados a «engendrar» a Jesús en nuestras vidas, todos hemos de ser «madres»
de Cristo. Dice el Señor: «quien hiciere la
voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Por
tanto, madre
de Jesús se hacen cuantos «oyen la palabra de Dios y la ponen por obra» (Lc
8,21).
En los autores espirituales
este tema ha tenido una larga y bellísima tradición. Así el cisterciense inglés
Isaac de Stella (1100-1170): «Se considera con razón
a cada alma fielcomo esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana,
virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma sabiduría de Dios, que es el
Verbo del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, especialmente de María y singularmente de cada
alma fiel» (PL 194, 1862-1863. 1865).
José María Iraburu, sacerdote
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