sábado, 1 de enero de 2022

(623) ESPIRITUALIDAD, 5. -SANTA MARÍA, «LA GLORIOSA» (I)

 Hoy sábado y día 1 de enero del año 2022, he recordado la serie de post que comencé a escribir en noviembre de hace dos años sobre la Virgen María, y en particular el primero de ellos, en el que hablo sobre el dogma de Santa María, Madre de Dios, que hoy celebra la Iglesia. He pensado que será de interés para mis lectores re-leerlo y honrar a la Virgen María, la santa Madre de Dios.

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–En muchas parroquias la mayor asistencia de feligreses suele darse en fiestas de la Virgen.

–Así es. Por Ella nos vino Cristo Salvador, y por Ella nos sigue viniendo especialmente.

Dignare me laudare te Virgo sacrata. – Da mihi virtutem contra hostes tuos

Comienzo a escribir sobre la Virgen María, rezándole el versículo final del himno litúrgico Ave Regina cæ­lorum. En esa oración le pido que me consiga de Dios la gracia de saber alabarla, y que me dé fuerza contra sus enemigos. En algunos casos, enunciaré un tema, sin desarrollarlo, limitándome a remitir a artículos que ya publiqué en este mismo blog.

El presbítero riojano Gonzalo de Berceo (1198-1264), uno de los primeros escritores en lengua castellana, escribió varias obras religiosas; la más conocida, Milagros de nuestra Señora, en la que llama a veces a la Virgen María «la Gloriosa». Con ese precioso nombre tituló este primer artículo sobre la Virgen María.                                         

Magisterio apostólico: Documentos marianos (=DM), Doctrina Pontificia IV, BAC 128 (1954). Destaco San Pablo VI, exh.ap. Marialis cultus, 1974, y San Juan Pablo II, enc. Redemptoris Mater 1987.

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–DOGMAS FUNDAMENTALES SOBRE LA VIRGEN MARÍA

 

1.–MARÍA INMACULADA, CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL

(296) María Inmaculada, Llena-de-gracia, Panagia (8-12-2014). -El pecado original. -María, única exenta del pecado de origen. -La persona humana más bella y digna es mujer. -Alegría del pueblo cristiano en María. 

2.–LA VIRGEN MARÍA, SIEMPRE VIRGEN

(236) La Virgen María, siempre virgen (17-09-2013). –Algunos exegetas católicos están negando que María fue siempre Virgen. –John P. Meier. –La exégesis racionalista no teme llegar a conclusiones contrarias a la fe. –Quienes comenzaron con la «Sola Scriptura» se han quedado prácticamente «Sine Scriptura». –La filología rechaza las objeciones contra la virginidad perpetua de María. –En las bodas de Caná. –María «dio a luz a su primogénito». –San José murió pronto; y Jesús, antes de morir, confía a San Juan la custodia de su Madre. –Josef Blinzer y los «hermanos de Jesús». –Confesemos en la fe la virginidad perpetua de María.

3.–SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Confesamos nuestra fe en el Credo: «Creo en un solo Dios… Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios verdadero de Dios verdadero… Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo. Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre»…

«Un solo Señor, Jesucristo», una Persona única, que subsiste en dos naturalezas: verdadero Dios eterno y verdadero hombre nacido en el tiempo, «nacido de mujer» (Gál 4,4), por obra inefable del Espíritu Santo: «Santa María, Madre de Dios». La generación humana de Jesucristo termina en una Persona, la divina persona del Verbo eterno. Y si la Persona que subsiste en la naturaleza humana, asumida por medio de María, es siempre divina, eso nos revela que la Virgen María es «la santa Madre de Dios», la Virgen-Madre, profetizada por Isaías, como generadora del Emmanuel, «el Dios con nosotros» (Is 7,14); la Virgen-Madre evangelizada a la Doncella de Nazaret por el arcángel Gabriel (Mt 1,18-23).

Ésta es desde un principio la fe de la Iglesia católica, la misma fe que, después de no pocas herejías cristológicas, fue dogmáticamente declarada en el Concilio de Éfeso, en el IIIº ecuménico (431):

Los santos Padres «no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen, no ciertamente porque la naturaleza del Verbo o su divinidad hubiera tenido su origen de la santa Virgen, sino que, porque nació de ella el santo cuerpo dotado de alma racional, a la cual el Verbo se unió sustancialmente, se dice que el Verbo nació según la carne» (Denz 251).

«Si alguno no confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la santa Virgen es Madre de Dios (pues dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema (252)

Cuando la noticia de la Maternidad divina de María se difundió como dogma de la fe católica, todas las Iglesias locales, cuando les llegaba este Evangelio, se estremecían con la alegría de un inmenso gozo. Y confirmaron su fe en la Omnipotencia Suplicante de la santísima Virgen.

«Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros».

4.–LA GLORIOSA ASUNCIÓN DE MARÍA EN CUERPO Y ALMA AL CIELO

(390) Asunción gloriosa de la Virgen María (15-08-2016). -Inmaculada, celestialmente bella. -Pío XII, Munificentissimus Deus (1950), declaración dogmática de la Asunción.  

5.–MARÍA, NUESTRA MADRE

(396) María, reina y madre de misericordia (21-09-2016).-Tiempos tormentosos en la Iglesia hoy. -Año Jubilar de la Misericordia. -Lex orandi, lex credendi: oraciones

Jesús en la cruz «dijo a su madre: “mujer, he ahí a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “he ahí a tu madre”» (Jn 19,26-27). Dice el Señor significativamente «tu Madre» y «el discípulo», indicando a María y a Juan como representantes de una realidad transcendente y misteriosa. Y sigue: «Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa»; o o traduciendo más literalmente: «el discípulo la acogió entre los bienes propios». Así pues, María, la Virgen Madre, pertenece a los bienes de gracia propios de todo discípulo de Jesucristo (+Juan Pablo II, Redemptoris Mater 23-24, 44-45).

Declara el Concilio Vaticano II: «Esta maternidad de María en la economía de la gracia perdura sin cesar desde el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la –patria bienaventurada» (LG 62). Esta ha sido siempre la doctrina de la Iglesia.

+Es Madre nuestra en la encarnación. Enseña San Pío X que «en el casto seno de la Virgen, donde tomó Jesús carne mortal, adquirió también un cuerpo espiritual, formado por todos aquellos que debían creer en él. Y se puede decir que, teniendo a Jesús en su seno, María llevaba en él también a todos aquellos para quienes la vida del Salvador encerraba la vida. Debemos, pues, decirnos originarios del seno de la Virgen, de donde salimos un día a semejanza de un cuerpo unido a su cabeza. Por esto somos llamados, en un sentido espiritual y místico, hijos de María, y ella, por su parte, nuestra Madre común. “Madre espiritual, sí, pero madre realmente de los miembros de Cristo, que somos nosotros” (San Agustín)» (enc. Ad diem illum 1904: DM 487).

+Es nuestra Madre en la cruz. La Virgen María, al pie de la cruz, nos dio a luz con dolores de parto. Pío XII dice que «ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Jesucristo; tanto que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el amor y los dolores de la Madre» (enc. Haurietis aquas 15-V-1956, n.36). Somos salvados por la Pasión de Cristo y la Com-pasión de la Virgen María.

+Es Madre en pentecostés. Vino el Espíritu Santo cuando los apóstoles «perseveraban unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con los hermanos de éste» (Hch 1,14).

+Es ahora Madre en el cielo. Pablo VI, en ocasión muy solemne, enseña que María «continúa en el cielo ejercitando su oficio maternal con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye a engendrar y aumentar la vida divina de cada una de las almas de los hombres redimidos» (Credo del Pueblo de Dios 1968, 15).

Es, pues, la Nueva Eva, como ya desde antiguo los Padres la llamaron, pues ella, mucho mejor que la primera Eva, es «la madre de todos los vivientes» (Gen 3,20). No es posible tener a Dios por Padre, sin tener a María por Madre.

Al terminar la tercera etapa del concilio Vaticano II, el papa Pablo VI proclamó a la Virgen María como «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores» (21-XI-1964).

6.–MARÍA, MADRE DE LA DIVINA GRACIA

La maternidad divina de María implica que ella es la dispensadora de la gracia. Jesucristo, ciertamente, es el único Mediador (LG 60), pero María, con todo fundamento, «es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora», pues «la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente. La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador» (62).

Esta doctrina es tradición antigua en la Iglesia, y ha sido formulada con frecuencia en los últimos siglos.

+Benedicto XIV dice que la Virgen «es como un río celestial por el que descienden las corrientes de todos los dones de las gracias a los corazones de los mortales» (bula Gloriosæ Dominæ 1748: DM 217).

+Pío VII llama a María «dispensadora de todas las gracias» (breve Quod divino 1895: DM 235).

+León XIII enseña que «nada en absoluto de aquel inmenso tesoro de todas las gracias que consiguió el Señor, nada se nos da a nosotros sino por María, pues así lo quiso Dios» (ep. apost. Optimæ quidem spei 1891: DM 376).

+San Pío X enseña que María, junto a la cruz, «mereció ser la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre. La fuente, por tanto, es Jesucristo; pero María, como bien señala San Bernardo, es “el acueducto”» (enc. Ad diem illum 1904: DM 488-489).

+Pío XI afirma que la Virgen María ha sido constituida «admnistradora y medianera de la gracia» (enc. Miserentissimus Redemptor 8-V-1928: DM 608).

+Pío XII dice que el Señor hizo a María «medianera de sus gracias, dispensadora de sus tesoros», de modo que «tiene un poder casi inmenso en la distribución de las gracias que se derivan de la redención» (radiom. 1946: DM 734, 737).

+Concilio Vaticano II (1964) ya citado (LG 60-62).

+San Pablo VI confiesa que el Señor hizo a María «administradora y dispensadora generosa de los tesoros de su misericordia» (enc. Mense maio 29-IV-1965).

+San Juan Pablo II destaca «la solicitud de María por los hombres, el ir a su encuentro en toda la gama de sus necesidades», como en Caná de Galilea: «No tienen vino». «Se da una mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone “en medio”, o sea, hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede –más bien “tiene derecho de”– hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres. Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de intercesión: María “intercede” por los hombres» (Redemptoris Mater 21).

A esa maternal mediación de María han acudido desde antiguo, movidas por el Espíritu Santo, las generaciones cristianas, que una y otra vez rezan: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios» (himno bizantino hacia el 250, asumido por toda la Iglesia). «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros»Lex orandi, lex credendi.

Una enseñanza tan reiterada en la Iglesia ha de considerarse como una doctrina de fe: ciertamente María es para todos los hombres la dispensadora de todas las gracias. Esta verdad grandiosa es para nosotros una inmensa alegria: «causa nostrae laetitiæ». Por eso, al mismo tiempo, es una pena grande, es una pérdida y una vergüenza, que hoy en la Iglesia sean tantos, entre los más «listos», quienes consideran esta verdad luminosa de la fe como una desviación de mariolatría. Dios los perdone. Y los ilumine.

7.–LA VIRGEN MADRE, TIPO DE LA IGLESIA Y DE CADA CRISTIANO

 El Concilio Vaticano II enseña en la Constitución Lumen Gentium: «La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con el Hijo Redentor, y por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida con la Iglesia. Como ya enseñó San Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. En el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen… como modelo tanto de virgen como de madre. Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre» (63)… «La Iglesia, cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y es igualmente virgen, que guarda pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, a imitación de la Madre de su Señor» (64). (+Redemptoris Mater 42-44).

+María no sólo es tipo de la Iglesia, ella es prototipo de cada cristiano. En efecto, todos estamos llamados a «engendrar» a Jesús en nuestras vidas, todos hemos de ser «madres» de Cristo. Dice el Señor: «quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Por tanto, madre de Jesús se hacen cuantos «oyen la palabra de Dios y la ponen por obra» (Lc 8,21).

En los autores espirituales este tema ha tenido una larga y bellísima tradición. Así el cisterciense inglés Isaac de Stella (1100-1170): «Se considera con razón a cada alma fielcomo esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma sabiduría de Dios, que es el Verbo del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, especialmente de María y singularmente de cada alma fiel» (PL 194, 1862-1863. 1865).

 José María Iraburu, sacerdote

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