Son los curanderos “doctores” que diagnostican las enfermedades con lo que ellos llaman: la “pasada de cuy o del huevo”, que son “radiografías” donde ellos ven los males de sus pacientes.
El cuy
tiene que ser macho, de preferencia negro y el huevo fresco del día.
La
demostración del cuy se hace frotando por todo el cuerpo del paciente, el
animalito, hasta que muera. Luego lo despellejan con las uñas y abren el
cuerpo, que palpitante hacen flotar sobre una palangana de agua.
El órgano
afectado del enfermo, lo trasmite al cuy, que presenta una raya sobre el órgano
correspondiente, que luego presentan al cliente como una verdadera radiografía
de la enfermedad.
Los
curanderos que emplean huevos hacen lo mismo, después de frotarlo por el cuerpo
lo abren sobre un vaso de agua cristalina. Si el huevo se hunde, la cosa es
grave; si explota polvoroso, no hay nada que hacer, sino ir despidiéndose de
sus buenos amigos.
Un
curandero contó: Un día llegó una morena creyéndose muy grave, eran sólo
nervios, pero como insistió tanto que la diagnosticara con el cuy le dije:
-Póngase
cómoda sobre el tapete- y cuando llegué con el animalito
la mujer estaba en cueros. Al comenzar el tratamiento frotando el cuy, se
estremeció comenzando a gemir, para tranquilizarla le dije:
-Sólo
por las orillas, para que tenga remedio.
Pero más
gemía hasta que me dijo:
-Maestro, maestro,
no puedo más, por en medio, por en medio aunque no tenga remedio…
De Alberto Bisso Sánchez
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