miércoles, 6 de octubre de 2021

JULIO ARÉVALO MANDUJANO. EL CANILLITA Y TIPÓGRAFO DE HUACHO

 Julio Arévalo Mandujano vende periódicos todos los días, en su kiosko ubicado en la avenida 28 de Julio, cerca de la avenida Echenique. Ahí se le encuentra todas las mañanas con su gorrita que cubre su rostro moreno. Una mañana de este invierno húmedo me acerco para plantearle un diálogo sobre Huacho. Me cita sin mucho esfuerzo en su casa ubicada en la calle Bolívar.

Él estudió en el colegio La Merced hasta 2do. de secundaria, era muy piadoso, amigo de los padrecitos, de los padres Codina, Causillas, García. Llegué a ser sacristán, sacristán mayor. Todos los domingos estaba con ellos, como un solo hombre. Me mudé a Lima, con mis padres, vivía por el Jr. Amazonas, cerca a la Iglesia de San Francisco y volví a Huacho, por los años 40. De lo que pasó a partir de este año, soy testigo de los hechos. De lo de antes, me contaron y lo vi de pequeño.

Comenzó a trabajar en la Imprenta de Soto Peré, que quedaba donde ahora está la Librería Patty. Esta Imprenta antes fue de Benjamín Angulo, el que editó varios almanaques con información y fotografías referentes a Huacho. Pasó donde el señor José Marcial Carbajal a La Verdad y colaboró en El Imparcial, lo que hace hasta el momento, cuando Adán Manrique requiere de sus servicios.

PERIÓDICOS Y PERIODISTAS:

Carbajal guardaba -dice- los clichés de las fotos del municipio, de las actuaciones, de los alcaldes. Una vez vino un escritor y compró todo este material y se perdió. Llegaba, añade, mucha gente al periódico, yo aprendía de la gente de edad, de hombres respetables. David Pollo Carreño mantenía su columna Chispitas, una vez se lanzó para alcalde y le sacaron una foto con la escoba. La escoba era más grande que él (ríe). Augusto Torero la propagó en la Peña Mau o Leey. Se hacían bromas fuertes y al mismo tiempo se querían.

Otra vez fue cumpleaños de Augusto Torero, Pollo Carreño fue a Radio Huacho y emitió un saludo con la canción Tronco viejo (ríe).

Carbajal tenía en su periódico, la columna: Salchichas huachanas. No estudió para periodista, era contador. Heredó el periódico de su padre. Acomodaba bien bonito, lo que sacaba de sus archivos, de aquí, de allá, le salía un artículo.

Caldosolo Augustín Gonzales y Gonzales era creativo, planteaba problemas y encontraba soluciones, un señor periodista. -¿Por qué el apelativo? -En los agasajos, decía para mí un caldito solo, no más. Se quedó por ese con este mote. Las personas lo celebraban, los mozos de restaurante lo esperaban: Ahí viene “caldosolo”. Caminaba como en el aire, porque no había tenido cuidado con sus pies, los tenía maltratados.

Odiaga dueño de un periódico con audiencia: La Voz del Obrero y un bar llamado La Dolorosa, al costado de la catedral. Sus dos hijas mujeres y un hijo hombre lo ayudaban con la tipografía.

Conrado Martz, el periodista de El Mosquito era de película. Se disfrazaba como Drácula, enamorado de una dama de apellido Arévalo, la llevaba donde estaba el túnel, en el Malecón Rocca, y la cubría con la capa, parecía que estaba solo, era medio locumbeta. Tuvo un caserón, todavía vive su hija menor. Llegó a ser secretario del Concejo provincial.

Excelentes periódicos: EL Heraldo, El Amigo del Pueblo, de Pedro Gallangos. Por su parte, Pedro Arévalo manejaba bien el lenguaje como periodista deportivo. Jerricote era un periódico pequeño, quería decir Te corrijo; Humberto Bisso y Pichón Ramírez eran los dueños de la situación en esta gaceta. Ramírez trabajaba en Industrias Pacocha.

De japoneses:

Momiy, Tanaka tenían sus bazares en esta acera donde trabajo y en otras de 28 de Julio, antes Malambo. Eran muy surtidos. Higa tuvo el Restaurante Hotel Panamá, se especula que lo mataron en un submarino alemán. Desaparecían de la noche a la mañana cuando los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría eran peluqueros, agricultores, dueños de bazares. A las mujeres se les llamaba María, a los hombres, Juan.

Agricultores japoneses alquilaban los terrenos cercanos al colegio La Merced, por los años 37, 38, 40 sembraban verduras. El guano que utilizaban era, en algunas oportunidades, humano, maduraba y nutrían las tierras. También usaban el guano de los burros y el de las vacas. Habían mecánicos entre ellos, enllantadores, por la plazuela San Martín.

El papá de los Matzumura tuvo una fonda donde quedaba hasta, hace poquito La casona de Carmen Fong y el actual Venecia. Era un local bien amplio que se dividió, el lado que colinda con La Casona se convirtió en el Hotel Gloria, uno de sus dueños fue un señor de apellido Cóndor.

El hijo de Minami fue un gran boxeador, su hermana del boxeador trabaja en el mercado, vende pollos. Don Juan Shimabukuro era deportista, corredor, velocista en sus tiempos mozos.

El Bazar Tanaka se convirtió en el Bazar Dos Mundos, de Tipiani. Muchas propiedades de ellos les fueron arrebatadas y confiscadas. Un señor de alto copete se convirtió en el apoderado de sus propiedades, así llegó a mis oídos.

Anécdotas de personas recordadas por el pueblo:

Había un cargador, hombre fuerte, medio sonsón que le decían cuatro leales, porque cuando le preguntaban cuanto ganaba, decía: cuatro leales, por cuatro reales. Esto era ya una fortuna. Carrasco era un serrano trabajador, bien trejo, fuerte como cuatro leales, muy conocido. Copello tenía su imprenta, cuando avistaba un vapor decía: ¡uhli! ¡uhli!, con los años su imprenta pasó a Romero.

Cuatro leales, Carrasco y Copello, discutían, peleaban y se insultaban cuando se encontraban y cada uno defendía sus ideales políticos. El primero era defensor de Sánchez Cerro “camisa negra”, el segundo, civilista y el último, italiano comunista.

El cojo Carmona y Choclito eran lustrabotas, se desempeñaban en este oficio en lo que hoy se llama Pasaje Ricardo Palma. Se agredían por los clientes, cada uno estimaba que era el mejor lustrabotas. Mozo Pancho que trabajaba en el hotel El Pacífico era el que conseguía a los clientes de los lustrabotas. 10 centavos costaba la lustrada, 20 centavos era ya lo óptimo, “con tinta” ¡Sí, que valía el dinero!

Los panetones de Chaval eran una delicia, su panadería estaba por la comisaría. El señor Mariano Medina contaba con una pastelería que quedaba en la Calle Comercio (Bolognesi), donde funcionaba hasta hace poco el Comité de Transportes América. En su establecimiento se reunía muy buena gente, como Marcenaro, Aurelio Balarrubio. Recuerdo de él que decía: 'Santo que no hace milagros, fuera del templo. Su heladería daba hacia la calle Correo (Alfonso Ugarte) con un pequeño cinema, trabajaban sus hijos Reynaldo, Paco y Graciela; a Paco y Graciela les gustaba la música, él tocaba la batería y ella, el piano.

En la calle Comercio se hallaban los bazares más surtidos y donde había una esmerada atención. El Can Can de Cornejo se ubicaba en esta calle, su hijo fue padrecito, amigo del padre Mojica. Padrastro del negro chocolatero. Este negro se apellidaba Ramírez, su madre preparaba los chocolates que él vendía, llegó a tener un restaurante en la calle La Palma, primera cuadra.

En la Ferretería de Carlos Sánchez, funcionaba una peña de amigos -él era huanuqueño-, cada uno ponía su cuota para el traguito del día siguiente. Frente a Humberto Bisso, en la calle Correo estaba la colchonería de los gringos. La gringa, la tuvo hasta 1976. Salas tenía una zapatería grande en esta calle que abarcaba hasta Bolognesi, vendía cueros, él era huachano. Y justo frente a Salas se situaba la gran casa Correa.

En el cine Lux, esquina de Bolívar, la señorita Pichilingue, hermana de Juan Jesús sacaba su piano de fuelle, tocaba melodías para llamar a la función (ríe). Puedo mencionar además la fábrica de chancaca de Vidaurre.

Raúl Echegaray La Rosa el popular Lulú, el hombre de los 100 ahijados, era un campeón al bailar marinera con una botella de cerveza en la cabeza y defendía con fanatismo, al Club José Gálvez o Los Eléctricos. Camalero de tradición, compraba carne y la vendía. Llegó a pesar 144 kilos. A otro carnicero se le conoció con el apodo de Pechoebuque.

La vieja Terrones era una persona de película, chaposa, coqueta, destilaba hermosura, vivía en una casa de Malambo (28 de julio), junto a la casa de Nicasio Phang.

En Matapaloma donde queda el Club Social Tennis, eso se llamaba la Quinta Seles. En esa quinta vivían los Honigman, eran de origen judío y sembraban verduras, cuentan que cuando vino la lloquia en el año 25 como consecuencia del Fenómeno del Niño, se caían techos, entonces en la Quinta Seles se cayó un pino viejo por los vientos casi huracanados, debajo de las raíces del árbol se hallaba una petaca con oro y plata, suerte y fortuna para esta familia. Se volvieron ricos y montaron varios negocios, algunos en Lima. Representaban a la Duncan Fox, en Huacho. Tuvieron una librería, la Botica La Económica y la Ferretería de Carlos Sánchez, era de su propiedad.

El señor Arévalo asegura que por los jirones Bolívar y Sucre, había un templo preinca. Construyeron en este terreno un taller que era del padre de Diego La Rosa.

76 años tiene en la actualidad Pedro Arévalo Mandujano, canillita y tipógrafo de Huacho.

Huacho, 08 de setiembre de 1999.

Entrevista publicada en: “Encuentro con Huacho y allende los mares” de Julia del Prado Morales. Libro del Fondo editorial de la Biblioteca Nacional. 656 p. 2001. Lima, Perú.

Julia del Prado

Alejandro Smith Bisso

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