El médico español José María Simón Castellví es expresidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC), en un reciente artículo publicado en la web de FIAMC y titulado «Ya es hora de recuperar el agua bendita en las iglesias» ha manifestado que «hace ya muchos meses que tenemos claro cómo se transmite el virus y se pueden recuperar con seguridad las buenas costumbres».
Y se centra en dos de esas «buenas costumbres»:
§ el agua bendita
§ la comunión en
la boca
Voy a comentar solo la segunda
«costumbre» y reproduzco la comunicación de Simón Castellví al final, no tiene
desperdicio. El expresidente de los médicos católicos dice:
«Es cierto que
nosotros, los médicos católicos organizados, recomendamos al principio de la
pandemia el vaciado de las pilas para evitar complicaciones o dudas. También
recomendamos la comunión en la mano, a pesar de que la comunión en la boca y de
rodillas es segura y siempre se pueden higienizar las manos del ministro de la
eucaristía en caso de contacto con los labios del comulgante. Quizá fue exceso
de prudencia.
Ahora, hace ya
muchos meses que tenemos claro cómo se transmite el virus y se pueden recuperar
con seguridad las buenas costumbres.»
Lo repito, a pesar de que «en un exceso de
prudencia» recomendasen la comunión en la mano, «la
comunión en la boca y de rodillas es segura», y eso antes de que hubiese
estudios que muestran cuál es el modelo de propagación.
En agosto se publicó en la revista ‘Science’
que tanto ‘este’ virus como otros virus
respiratorios se propagan principalmente por aerosoles que se acumulan en el
aire durante horas y que están cargados de partículas virales que producen la
infección. No hay propagación por contacto de las superficies contaminadas. El
anterior paradigma, implantado por Charles Chapin a inicios del siglo XX no
explicaba los casos de contagios masivos en interiores que se han sucedido
durante la actual pandemia y es en el que estaba basadas algunas
recomendaciones.
Pero ya en plena pandemia,
primero el profesor Filippo Maria Boscia, Presidente de la Asociación de
Médicos Católicos de Italia manifestaba que «Como
médico, estoy convencido de que la comunión de manos es menos higiénica y por
lo tanto menos segura que la comunión en la boca. Lo que es seguro es que las
manos son las partes del cuerpo más expuestas a los patógenos».
Y después 21 médicos austriacos afirmaban que revisando los modos de comulgar, en
la boca y de rodillas era más seguro: «En este
procedimiento estrictamente regulado existe, por lo tanto, menos riesgo de infección que
cuando se administra la comunión de manos (el donante y el receptor
están al mismo nivel, por lo que el riesgo de infección por gotitas es mayor,
las manos del receptor han tocado previamente muchos otros objetos, etc.)»
Simón Castelví en este caso
está actuando como un buen hombre de ciencia y buen médico. Con los datos
disponibles actuamos así, con los que tenemos ahora recomendamos se hace esto
otro. No pasa nada.
Además, y es lo que me ha
parecido reseñable, ofrece una salida a tantos clérigos (sacerdotes y obispos),
y también muchos laicos, que durante todo este tiempo han hecho sufrir a tanta
gente. Es de esperar que los que como energúmenos todavía niegan, afean,
insultan y calumnian a los que quieren comulgar en la boca rectifiquen. Los
motivos que aducían para conculcar el derecho de los fieles también ha decaído.
Dios quiera que recapaciten y
pidan disculpas, aunque sea un simple «quizá fue
exceso de prudencia». No dudo de la buena voluntad de muchos de ellos y
del temor que atenaza a muchos otros.
No soy ingenuo. Soy consciente
que medio siglo de fallidas experiencias pastorales, sobre las que no hay
enmienda no invitan al optimismo. Pero, a veces, pequeños detalles desencadenan
grandes cambios, al menos de actitud. La heroicidad, incluso en las virtudes,
no es exigible.
¿Te imaginas el
poder catártico que podría tener un comunicado de Mons. Taussig? ¿O de alguna de esas
Conferencias episcopales que se extralimitaron?
Pues con el agua bendita, igual.
Esto dice Simón Castelví:
YA ES HORA DE
RECUPERAR EL AGUA BENDITA EN LAS IGLESIAS
Dr. José María Simón Castellví
Presidente emérito de la Federación Internacional
de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC)
«Tras
muchas ocasiones, tengo la experiencia de que no hay nada como el agua bendita
para hacer huir a los demonios y evitar que regresen. De la cruz también huyen,
mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua bendita»
SANTA TERESA DE ÁVILA
Uno de los efectos secundarios
de la pandemia de COVID-19 ha sido el de la casi completa eliminación del uso
del agua bendita en la Iglesia. La hemos utilizado durante siglos. De hecho,
los primeros cristianos ya la usaban generosamente. Este sacramental atrae
bendiciones a personas, animales, hogares, campos, si es utilizada con buena
fe. Casi todas las iglesias tienen en la entrada una pila para el agua bendita.
Los fieles, al entrar, tomábamos un poco y hacíamos la señal de la cruz en
nuestro cuerpo. A veces, también se donaba a la persona que venía detrás. Esta
agua es un buen recuerdo de nuestro bautismo, el momento en que nuestra alma
quedó perfectamente limpia en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
Recuerdo que en los brotes de
SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) y otros similares de hace unos años
también se eliminó el agua. Sin embargo, se recuperó con relativa presteza.
Actualmente, con la epidemia
de COVID ya remitiendo en Europa, no se ve el más mínimo indicio de la
reinstauración de este elemento tan importante en la vida del cristiano. De
hecho, el solo gesto de acercar la mano a la pila y santiguarse ya sería una
prueba del deseo de agua bendita. Pero nada. Parece que nos hemos instalado en
la mínima expresión de la vida de piedad.
Supongo que con la rampante
secularización de nuestras sociedades a muchos no les importa nada este tema.
Sin embargo, la eliminación del agua bendita es un indicio de la pérdida de
confianza en lo sobrenatural por parte de los cristianos. Es cierto que uno
puede siempre llevarle una botellita a un sacerdote para que se la bendiga y
utilizarla en su casa. Pero la eliminación en los lugares de culto es
sorprendente. Y más cuando vemos en ceremonias laicas que se rocían a las
multitudes con agua u otros líquidos.
Hemos de decir que el uso del
agua bendita no transmite el COVID. Eventualmente, se puede utilizar un
recipiente pequeño, con agua que se cambie todos los días y con unas gotas de
lejía o de clorhexidina (este producto no huele) para estar todos más
tranquilos. Hay que pensar que el agua no se bebe. Tampoco es un rito
obligatorio. Además, podría dispensarse de manera individual para más
seguridad.
Es cierto que nosotros, los
médicos católicos organizados, recomendamos al principio de la pandemia el
vaciado de las pilas para evitar complicaciones o dudas. También recomendamos
la comunión en la mano, a pesar de que la comunión en la boca y de rodillas es
segura y siempre se pueden higienizar las manos del ministro de la eucaristía
en caso de contacto con los labios del comulgante. Quizá fue exceso de
prudencia.
Ahora, hace ya muchos meses
que tenemos claro cómo se transmite el virus y se pueden recuperar con
seguridad las buenas costumbres.
Juanjo Romero
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