En la campiña de Huacho, en el barrio de Vispán preguntábamos hace algunos años por don Gerardo Díaz, hombre rechoncho, sin ninguna arruga en el rostro. Por la característica forma de su cuerpo, asemejábase a un zapallo bombo. Muy pocos darían razón, pero si decíamos: donde vive Zapallo hasta "los churres" comentaban que trabajaba en su chacra al pie del cerro de Vispán. En los pequeños pueblos algunos personajes son más conocidos por la "chapa" que llevan, que por su propio nombre.
Vivió
hasta la avanzada edad de 94 años. Sus amigos le pusieron este apelativo, pero
lo más característico de él era que se mantenía, a través de los años, fresco y
joven. Era una versión viviente de aquel personaje de la literatura inglesa: El retrato de Dorian Grey.
Casado
con doña Luisa, no tuvieron hijos. Vivían en una casa huerta, dedicados al
cultivo de frutales y flores que comerciaban para la ciudad de Lima,
principalmente azucenas. Dedicábanse también a la crianza de aves de corral y
carneros. Los gansos y los patos nadaban a su gusto en una pequeña laguna,
donde el agua entraba y salía de una acequia regadera. Los corrales de aves,
conejos y cuyes estaban a los extremos de un gran patio sombreado por añejos
parrales de uva borgoña. Todo circuncidado por altas paredes. Era un
maravilloso y pintoresco espectáculo, una recreación para el espíritu ver a las
doce del día -hora en que se abrían los corrales- a todos los animales sueltos
corretear en busca del grano o picotear la jugosa alfalfa recién cortada,
amarrada a tercios, colgando de las ramas de los parrales. Estaban alejados de
vecinos, al pie de la falda del cerro de Vispán. Los amigos que los visitaban
eran finamente atendidos, especialmente por la señora Luisa. Él, con las
personas que no tenía mucha amistad, era hosco. Pero siempre todos salían
colmados de frutas, es de suponer que por esta razón se repetían continuamente,
las visitas.
Sólo dos
fiestas se celebraban durante el año: las fechas de
sus cumpleaños. Una estudiantina del lugar alegraba la fiesta, desde la
serenata. Las comadres y vecinas madrugaban para la matanza de las aves, los
conejos y cuyes. Preparaban cebiche de pato, con sus yucas; pepián de pavo y la
deliciosa sopa huachana con salchicha, caldo y presas de aves: gallinas, pavos y frutas. El gran patio de la casa
se colmaba de gente, llegaban hasta de la capital.
En la
fecha de uno de estos cumpleaños, aconteció un acto que podríamos catalogarlo
de brujería, por lo inconcebible. Tuve la suerte de presenciarlo. Serían como
las ocho de la noche, después de haber bailado toda la tarde y estando sentados
en una larga mesa saboreando los deliciosos potajes y con brindis al agasajado,
con un perfumado vino borgoña de la casa; de pronto, centelleaban las luces de
un lado al otro y alumbraban el cerro Vispán. Un automóvil se detuvo a varios
metros de la casa, no pudo avanzar más porque un obstáculo imprevisto -una
acequia que antes no estuvo allí- detuvo la marcha del carro. Las luces
quedaron alumbrando parte del patio y un corpulento sauce llorón situado al
borde de la acequia que pasaba por el frente de la casa quinta. Don Gerardo
Díaz que tenía a su lado a un amigo -un curandero tenido por brujo- exclamó
ante lo que acontecía: "¡Por lo tarde que
llegan deben ser amigos de Lima!
Pero al
ser informado que el carro llegaba a recoger a una de las familias, -como había
tanta comida- don Gerardo le dice a la comadre que se marchaba: "Comadrita mientras le alistan "el mate
fondo" llévele al chofer un platito de cuyes para que lo
"apréselle". La mujer llevó la vianda, se pegó el susto de su
vida, al presenciar que se le venía encima el frondoso sauce llorón alumbrado
por las luces del carro. Los cuyes y el plato salieron volando por el aire y al
caer sobre el empedrado el plato se hizo añicos, causando estruendo. La mujer
corriendo entró gritando: "¡El árbol, el árbol me
quiso coger!". Ante la sorpresa todos abandonamos el comedor y
salimos al patio a ver que sucedía. El gran sauce estaba caído, pero sus ramas
habían cobrado vida extendiéndose y enroscándose.
Al
adelantarse el curandero a ver qué pasaba, las ramas se abrieron dándole paso.
Luego, sorpresivamente retorciéndose como culebras trataron de cogerlo; recién
el brujo dio cuenta de lo que sucedía, retrocedió rápidamente y exclamó: "¡So hijo de puta a mí no ve la vas a hacer, querer
entregarme a mi so carajo! Ahora te voy a entregar a ti desgraciado, el diablo
cargará contigo, ya verás". Invocando seguramente al espíritu con
quien trabajaba, pidió ayuda y empezó a grandes voces a rezar una extraña
oración, a la vez que comenzó a quitarse la ropa. Al concluir y quedarse en
cueros, ante la sorpresa de toda la concurrencia el árbol caído violentamente
se le levantó. Cogido del tronco estaba un hombre completamente desnudo. Al
apagarse las luces las mujeres chillaron, gritando: "¡El
brujo, el brujo!" y todos más rápido que volando, abandonaron la
fiesta.
Según se
supo después el brujo aquel al ver a su rival en esa fiesta, pensó entregarlo
sin pensar que éste no conocía toda la oración para darle contra.
Todo lo
sucedido y visto fue quizás ilusión óptica, magia o que se yo. Pero todo
aconteció, como lo cuento.
Esta
bella y hermosa vida -siguiendo su tradición de sana alegría, tranquilidad y
magia- fue por muchos años maravillosa para Gerardo, Luisa y sus amigos. Pero
como todo tiene su fin al desaparecer Luisa, todo cambio. Zapallo enfermó de
soledad y pena. La gran casona quedó sin atención y como vivía alejado de
vecinos, al atender los cultivos, descuidó su vigilancia y empezaron a robarle
los animales. En la huerta, cabezas de plátanos, papayas, lúcumas,
desaparecían. Hasta los borregos que mantuvo para la misa de ano de su esposa
un día no amanecieron, sumiéndolo en el más completo abatimiento.
Como ya
no cosechaba, ni podía criar, al no tener nada que ofrecer a los "amigos", éstos desaparecieron. Sólo
tres fieles amigos lo visitábamos, entre ellos estaba el curandero que
continuamente lo alentaba a seguir viviendo; lo alentaba en su soledad para
evitar los deseos de Gerardo de irse lo más pronto a reunirse con Luisa.
Estas
vicisitudes amargas de la vida no le produjeron una sola arruga en el rostro.
Como mantenía su corazón joven, pronto empezó a palpitar nuevamente. Este
singular cambio lo advirtió su amigo, el curandero. Un día le dijo:
-¡Oye, Gerardo! te contaré que estoy trabajando con un nuevo espíritu.
Le conté tu caso y el cambio repentino que has tenido, de una melancolía
absoluta a un deseo de vivir, nuevamente. ¿Y sabes lo que me respondió?, que
tengas mucho cuidado con esa moza que tienes, porque te puede dar una sorpresa
el día menos pensado.
"Zapallo"
se sorprendió al escuchar lo que le decía el
espíritu. Riendo a carcajadas, lo negó todo, manifestó que su alegría se la
debía al buen negocio que tuvo con la venta de las azucenas, que le traía
tranquilidad económica. Pero al poco tiempo fue en busca de su amigo el
curandero, se sinceró con él, diciéndole:
-Lo manifestado por el espíritu fue una gran verdad. Debido a mi soledad
me acompañé con una moza del barrio. Es alegre e inigualable, porque tiene
paciencia. Viene una vez por semana a alegrarme la vida. Te contaré que la
venta de las azucenas me dio 13 "kilos". Los tenía bien guardados en
una sopera con tapa y esta semana que la destapé me di con la ingrata sorpresa
de que faltaban 11 "kilos". ¿Quién si no ella misma es la que ha
cogido el dinero? ¿Qué debo hacer, voy donde la policía? ¿La denuncio a la
autoridad? ¿Qué me aconsejas?
-Espera
un momento el caso es serio, te lo previno el espíritu. Y no lo tomaste en
cuenta, le respondió el curandero.
-Entonces pregúntale al espíritu lo que debo hacer. Te oculté la verdad
de este amorío y hoy lo estoy pagando caro. Son 11 "kilos", el dinero
de casi toda la cosecha. Compungido se levanta Zapallo, alisándose rostro con
las manos.
El
curandero ingresó a un cuartito semioscuro, donde realizaba las consultas.
Permaneció largos minutos, que se convirtieron en horas para la impaciencia de
Zapallo, que quería saber lo que le aconsejaría el espíritu.
Al
aparecer el curandero parecía embrujado. Ante la ansiedad de Zapallo por
conocer el resultado de la consulta, solemnemente lo hizo callar y haciéndole
sentar le dijo: Escucha con atención lo que te aconseja
el espíritu, por supuesto toma la decisión que te parezca más justa: Toda tu
chacra sembrada en espera de cosecha, los 11 "kilos" sustraídos no
los necesitas. Si recurres por recuperarlos a la policía, ésta pasará tu caso a
la PIP que investigará divulgándose la noticia del hurto, citarán a la muchacha
y así la humillarás. Si logran recuperar el dinero para entregártelo tendrás
que demostrarle que eres el dueño y eso nunca lo lograrás. ¡Perderás soga y
cabra! pero si no mencionas el caso a nadie, cuando la moza te pida dinero, le
responderás: “espera que pronto llegará la cosecha”. Cuando ésta llegue, ella
te pedirá dinero. Tu pondrás cara de extrañeza y le dirás.: “¿Cómo ya no
cobraste, no te llevaste 11 "kilos" de la sopera, que eran de la
venta de las azucenas?”. La verás sonrojarse, sonreirá nerviosa y dará por
cancelado lo ofrecido. Como si nada hubiera pasado convivirá contigo.
Zapallo
que estuvo tenso escuchando las palabras de su brujo amigo, aflojó todos los
músculos de la cara y al no quedar ninguna arruga, exclamó:
-¡Qué buen consejo me ha dado el espíritu! Es lo que voy a hacer.
El
verdadero espíritu en realidad era su buen amigo, el curandero que por verlo
feliz, fingió que toda era obra de un espíritu.
Siendo
jueves, día de visita de la cariñosa moza que como virtud poseía gran paciencia
para el amor, se despidió rápidamente, dando las gracias a su amigo y al
espíritu, por su preocupación y consejo recibidos. Como si tuviera alas voló a
su encuentro, a verla al cerro Vispán.
De Alberto Bisso Sánchez (1995).
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