EN
HOMENAJE AL DÍA DE SU INMOLACIÓN UN DÍA COMO HOY 8 DE OCTUBRE DE 1879
¡¡CONOCIENDO A NUESTRO ALMIRANTE!!...
Desconocidas
historias de su vida....sus pensamientos....la vida de sus hijos cuando
crecieron... la vida de su Mujer después del Combate de Punta Angamos... su
Muerte y la última entrevista a su Viuda...María Dolores Cabero de Grau.
Historia
no conocida... pero que explota de increíble.
LOS
HIJOS DEL ALMIRANTE
Grau Al
inmolarse dejó un hijo de 9 meses y el mayor apenas 11 años de los 10 hermanos.
El Perú le otorgó una vivienda propia a la viuda. El Hijo del héroe, Rafael
Grau, es asesinado en Apurímac en una gira política y en 1917 Miguel Grau y
Cabero es deportado a Australia. Doña Dolores residió años en Francia y un paro
cardíaco le quitó la vida en 1926. Los restos de ella descansan en la Base
Naval del Callao.
JUNTOS
EN LA VIDA Y LA MUERTE VICISITUDES DE LA VIUDA DE GRAU
Doña
Dolores Cabero Vda.de Grau, nació en Lima en 1841 y falleció en 1926 a los 82
años de edad, víctima de un súbito infarto cardíaco. La historiadora Ella
Dumbar Temple, dice que falleció a los 85 años de edad, en su casa de la calle
Sagástegui, actual jirón Azángaro, altura de Los Huérfanos, es decir 47 años
después de la violenta inmolación de Grau. La viuda es una de las muy pocas
personas relacionadas con los héroes de la guerra que mereció la atención y
justo socorro del estado peruano.
Sus
padres fueron, don Pedro Cabero Tagle Valdivieso, Vocal del Tribunal Mayor de
Cuentas de Lima (1819-1869) y doña Luisa Núñez Navarro.
Dumbar
Temple, añade que doña Dolores, estaba vinculada a las familias de mayor
figuración social de la época y figura en la relación de 50 damas principales,
que la Municipalidad de Lima designó en 1879, para recaudar fondos para
ambulancias y damnificados de la guerra.
El
matrimonio de doña Dolores y Miguel Grau se realizó el 12 de abril 1867, en la
Parroquia el Sagrario de la Catedral de Lima.
Los padres
del héroe fueron Juan Manuel Grau y Berrío, Teniente Coronel 1799-1865 y doña
María Luisa Seminario del Castillo 1810.
Grau y su
esposa se conocieron en el entonces exclusivo, histórico, romántico y
bullicioso Jirón de la Unión, justo a la entrada principal de la Iglesia de La
Merced, y frente a la estatua actual del mariscal Ramón Castilla.
Después
del noviazgo, se casaron el 12 de abril 1867, cuando el novio tenía 33 años y
ella 23. Del matrimonio tuvieron 10 hijos pero solo sobrevivieron 8: Enrique Grau Cavero; Juan Manuel Pedro Blas Oscar Grau
Cavero; Ricardo Florencio Grau Cabero; Carlos Pedro Grau Cabero; Rafael
Leopoldo Grau Cavero y otros 4.
Miguel
Grau Cabero fue el último hijo sobreviviente, del héroe de Angamos, nacido el
23 de enero de 1879 y fallecido el 31 de Octubre de 1976, a los 97 años de
edad.
El 9 de
octubre de 1925 la revista limeña “Mundial” del
9 de octubre publicó esta entrevista del abogado y periodista Edgardo
Rebagliati a la anciana, viuda del héroe Miguel Grau Seminario, donde le revela
la absoluta convicción que Grau, sabía que estaba predestinado para la muerte,
para el sacrificio por el Perú, mientras los políticos llevaban al país al
desastre con sus medidas desatinadas, sus mezquindades, mediocridad e
ineptitud.
Con la
miopía y sordera de no saber cautelar la seguridad y riquezas del Perú, con la
compra de dos buques que pedía el Héroe de Angamos.....
ERA
FINO COMO POCOS, DULCE Y SUAVE
Pero
antes, veamos la definición del perfil de su personalidad de Grau, del padre de
familia y esposo, que inspiró a la viuda del Caballero de los Mares y de quien
solo conocemos como marino y héroe... lo define para gloria y ejemplo del Perú,
como un hombre cabal, tolerante, amable en el hogar y de dura disciplina a
bordo del mando del Huáscar.
-¿Era
de buen genio el héroe?-se me ocurre preguntarle a guisa de iniciación
conversadora.
-DC: Un hombre fino como pocos. Dulce,
suave, nunca lo vi descomponerse ni poner en la casa la nota grave de su
desagrado. Pero, eso sí, en su barco era tremendo. La disciplina había de
cumplirse a toda costa.
Muerto
Miguel Grau en Angamos, en el más grande episodio épico de la historia de las
guerras navales de América, el gobierno peruano decidió atender rápidamente las
necesidades de su viuda doña Dolores Cabero y en efecto, decidió otorgarle en
donación una vivienda donde viviría con sus hijos.
Sin
embargo vendrían épocas en que una gama de vicisitudes, contrariedades y
tragedias, afectarán profundamente a doña Dolores, sobre todo, el asesinato de
uno de sus hijos, Rafael Grau y la amenaza de prisión y deportación del Miguel
Grau Cabero.
Otro de
los contratiempos que sufrió doña Dolores fue el hecho de viajar en plena
guerra con Chile a ese país a visitar su hermana, casada con el comandante de
marina chileno Óscar Viel y Toro en 1882.
Posteriormente
hará otros viajes a Chile al final de la guerra y hubo muchos sectores en Lima
que estuvieron en contra de esos viajes e incluso, no faltan periódicos y voces
irracionales, que piden cortarle la pensión que le había otorgado el gobierno.
Pero todo
este oleaje de malas interpretaciones se disipan y la pensión lo mismo que la
casa, donada es una entrega irreversible. El periodismo reconoce el sacrificio,
la entrega de la vida del héroe.
EN
CHUCUITO DURANTE INVASIÓN
Pero, la
vida de la viuda no es fácil tras la muerte de Grau. Durante la guerra con
Chile ella prefirió vivir alejada de Lima y se fue a la Punta, Callao.
Ella
revelaba que cuando Chile invadió Lima, durante la ocupación se refugió, en
Chucuito en casa del señor Pedro Gallagher, una vivienda de madera donde pagaba
cuatro soles mensuales de arrendamiento. Allí vivió con sus hijos durante toda
la invasión chilena.
Cuando
termina la invasión, le conceden una pensión y le obsequian una casa. Le
llamaban la casa del Consulado, en la calle Mercaderes, en pleno jirón de la
Unión en el centro de Lima.
“Allí tenía como inquilino, en los bajos, a la litografía Fabri, a quien
yo le cobraba el arriendo, creo que eran ocho libras. En los altos estaba el
fotógrafo Ugarte (o Ugaz), que no me pagaba, que se demoraba en pagar, cuatro
libras; hacían doce libras. Ella tenía pensión de cinco libras”.
CONSEJO
DE FAMILIA PARA CRIAR A SUS HIJOS
Uno de
sus grandes problemas es criar a sus niños y su hermana María Luisa no es
suficiente para ayudarla en la crianza, entonces, el 25 de octubre de 1886 un
juez convoca a un consejo de familia para “nombrarle
un guardador provisional”.
El
periódico La Época, publica el 30 de octubre de 1886 que este consejo lo
integran: Cristina Cabero de Michels, Mercedes Cabero de Soyer, Dolores Cabero
viuda de Grau, hermanas legítimas, y Manuel Cabero, tío carnal de María Luisa.
Para
entonces en la vivienda de la Calle Lescano (Jr. Huancavelica) hogar primigenio
de la familia ya ha quedado pequeño porque sus hijos han crecido y ahora viven
sus preocupaciones personales.
ASESINATO
DE SU HIJO RAFAEL GRAU CABERO
Uno de
ellos, Rafael Grau, es abogado y político. Y será al mismo tiempo, una de las
primeras víctimas de la violencia política peruana que no discierne, y se
bestializa Rafael es asesinado el 4 de mayo de 1917 en una gira política por
Cotabambas, Apurímac, por cuya provincia había sido elegido diputado (1905 -
1917). También fue alcalde del Callao.
En una
gira proselitista por pueblos de Cotabambas, buscando su reelección
parlamentaria, murió asesinado durante una refriega desatada por los
partidarios de su opositor político Montesinos, que fue liberado pero el
gobierno destituyó al juez y apresó al responsable.
En nombre
de Rafael Grau la antigua provincia de Cotabambas, pasó a llamarse Provincia de
Grau, por ley N.º 4008 del 4 de noviembre de 1919.
El país
se conmocionó con su asesinato y se acusó, buscando culpables políticos, al
presidente José Pardo y Barreda, de ser el autor intelectual del crimen pero
dicha acusación era falsa.
Su
hermano Miguel Grau, Cabero responsabilizó al gobierno de José Pardo pero
Basadre, lo exculpa del asesinato.
APRESAN
Y DEPORTAN A MIGUEL GRAU CABERO.
Posteriormente
su hijo Miguel Grau Cabero, es acusado de participar en un complot en contra
del presidente Augusto B Leguía, quien ordena su prisión en Lima.
Este
nuevo drama caló muy hondo en doña Dolores Cabero de Grau, que ya había sufrido
el dolor de la muerte de su hijo primogénito.
Ella, indignada, envía una carta al
presidente Leguía recriminando su accionar político contra su hijo Miguel Grau:
“No, no, no. Yo jamás hice méritos de mi nombre, como no hubiera querido
hacerlo del de mi hijo, porque en mi hogar se creyó siempre que la gloria del
padre, más que satisfacción, es abrumadora obligación ciudadana para los
descendientes; pero ahora lo hago porque siento también ofendida la gloria de
mi esposo, que no aceptó ninguna humillación para la patria y que supo, como
saben mis hijos, hasta dónde hay que ir por defender el honor de la
nacionalidad”.
TENDRÁ
QUE ESCUCHARME, SEÑOR PRESIDENTE
“Usted tendrá que escucharme, señor presidente, hasta por lealtad,
porque es por Miguel Grau, por quien reclamo, es el mismo que antes de que
fuera usted presidente, y con motivo de la lucha electoral, se puso a su lado
alguna vez, para rechazar con peligro de la vida, los asaltos sangrientos de
los contrarios.
Yo no puedo convenir por más tiempo en que, olvidado usted de todo, se
mantenga esta situación que tiene, para mi angustia, muy negros
presentimientos.
Yo perdí, señor, a mi hijo Rafael vilmente asesinado, pero los malvados
que ejecutaron el crimen, no empezaron por reducirlo a la impotencia y se
expusieron a algo más que al baldón, se rifaron la vida miserablemente”.
RESPUESTA
DE LEGUIA
“A pesar de no haber recibido el original de esa carta, falta que debía
inducirme a prescindir de ella, cedo a la consideración que me merecen el noble
sentimiento de entristecida madre que la origina y los recuerdos del nombre que
usted evoca, para contestarla, sin reparar en los términos con que me expresa
usted la ternura de su demanda.
Considero un justo precio las inquietudes con que la conducta de su hijo
aflige hoy su respetable ancianidad…
Doloroso es, señora, verse en el caso de decirle a una madre que su hijo
es culpable, y este dolor es para mí aún mayor, porque la conducta de Miguel es
uno de los más penosos desengaños de mi vida…”
Sin
embargo, Miguel Grau Cabero es deportado en 1921, con otros militares y
civiles, en el buque Paita, con rumbo a Sídney, en Australia, pero gracias a
los mismos exiliados, desembarcan en Punta Arenas, Costa Rica.
PLEBISCITO
PARA TACNA Y ARICA
El
domingo 15 de marzo de 1925 la viuda de don Miguel Grau iba sola en una gran
manifestación pública en Lima en la que participaban otras damas, esposas de
otros héroes y familiares como parte de las marchas ciudadanas por la
reincorporación de Tacna y Arica al Perú. El plebiscito estaba previsto en el
tratado de Ancón pero los chilenos se encargaron de trabar a toda costa y nunca
se realizó.
La ciudad
estaba cubierta de banderas y se hallaban en aquel acto patriótico familiares
de algunos héroes de la guerra....
María
Luisa Grau; ‘Panchita’ Bolognesi, sobrina
del héroe de Arica; Zoila Aurora Cáceres, hija del mariscal Andrés Avelino
Cáceres, héroe de la Breña; y una de las señoritas Porras Cáceres, nieta del
valiente soldado de la Tremenda campaña de la Breña.
La viuda
de Miguel Grau, iba sola y en carruaje cubierto de banderas, con los colores
patrios.
LOS
VIEL Y CABERO
En la
década de 1870 doña Dolores había visitado a su hermana en Punta Arenas, Chile
pues los Viel, el comandante chileno es cuñado de doña Dolores y él suplica a
la viuda que viaje a Chile, con sus hijos. Ella, viaja a ver a su hermana y se
levantan voces de indignación contra la viuda.
El
periódico El Canal, en diversos artículos critica a la viuda Grau por su viaje
a Chile con sus hijos.
Este
periódico pasa a mayores excesos y propone retirarle la pensión “porque no merece semejante muestra de distinción”.
El
periódico chileno “La Situación” del 17 de
mayo de 1882, informa en su sección “Crónica” que
“dos hijos pequeños del almirante Grau habían
llegado a Chile en el vapor del mismo nombre y se encontraron hospedados en
casa del capitán de navío don Óscar Viel, su tío político”.
“El Comercio”, el 4 de diciembre de 1894,
reproduce una noticia del sur: “La Patria” de
Valparaíso, del 18 de noviembre, dice: “desde ayer
se encuentra en Santiago el señor Óscar Grau, hijo del contralmirante peruano
don Miguel Grau, que tan brillante papel desempeñó en la Guerra del Pacífico. Saludamos
al distinguido huésped, deseándole feliz estada en nuestra patria”.
SUS
VIAJES A FRANCIA
En
1909,1912, 1914 y 1916 aparecen nuevas disposiciones legislativas referidas a
viajes de la viuda de Grau a fin de que estando fuera del Perú pueda cobrar su
pensión que le corresponde. Esta vez ella viaja en varias ocasiones a Francia
donde incluso permanecerá muchos años con sus familia y será testigo de la
violencia de la guerra y del fallecimiento de una de sus hijas, con cuyo
cadáver, regresara en plena primera guerra mundial corriéndose el riesgo que su
embarcación sea atacada.
El 31 de
octubre de 1909 el Congreso dispone prorrogar a un año la licencia, para doña
Dolores Cabero para residir en el extranjero, (Francia).
En agosto
de 1909, Óscar Grau solicita, en nombre de su madre, licencia por dos años para
residir fuera del país y en 1912 la situación de Miguel Grau y Cabero en
representación de su madre viuda de Grau, solicita se le prorrogue
indefinidamente la licencia que le ha concedido el Poder Ejecutivo para residir
en el exterior.
La Comisión, considera atendible la
mencionada solicitud.
En 1914,
Miguel Grau Cabero refiere de su madre: “que
necesitando residir por algún tiempo más en Francia por exigirlo así el
delicado estado de salud y el tratamiento médico a que está sometida”, solicita
prórroga de dos años, que se aprueba el 30 de octubre de 1914.
En 1916,
el mismo hijo Miguel dice: “Que residiendo en
París, desde hace algunos años por causa de enfermedad, mi referida señora
madre, acudo a V.E. solicitando una prórroga de la licencia por dos años más”.
VIAJO
CON SUS DOS HIJAS EN 1907
En 1907
Doña Dolores viajó a Francia, en compañía de sus hijas solteras, María Luisa y
Victoria, no se sabe por qué motivos, aunque posiblemente fue por razones de la
salud de Victoria la cual falleció en París el año 1914, al inicio de la
Primera Guerra Mundial.
En París
permanecieron hasta 1917, retornando al conocer el asesinato de su hijo Rafael
Grau Cabero. Es decir, que vivieron durante nueve años en Francia donde
padecieron las zozobras de la Primera Guerra Mundial.
Sin
embargo, decidieron el peligroso viaje de retorno, y al volver lo hicieron con
los restos de Victoria Grau Cabero a quien sepultaron en Lima.
Doña
Dolores murió 1926 cuando gobernaba el presidente Leguía. La casa donde vivió
quedó liberada del pago del Impuesto. Dicha vivienda estaba ubicada en la Calle
Sagástegui, de la parroquia de Los Huérfanos. Ni una placa municipal indica o
refiere este suceso.
CON
LAS 30 LIBRAS VIVÍA DE RENTAS
En sus
últimos años de vida ella logró una vida más disipada con su casa propia y su
pensión que le otorgó el estado peruano y como debió hacerlo con todos y por
favores, sino por la muerte de Grau, en acto de guerra.
A esa
pensión se sumaban sus arriendos que le reportaba hasta 30libras mensuales,
suficientes para vivir con bastante desahogo pues incluso, le enviaba dinero a
uno de sus hijos en Bruselas.
Miguel
Grau Wiesse, nieto del almirante, la recuerda como “una
mujer tranquila, muy tranquila, [que] hablaba poco, nunca se molestaba, no
reñía, muy suave”. De su vida después de Angamos: “Después mi abuela tenía una casa propia en la calle
Sagástegui, desde antes del matrimonio. Esa casa de Sagástegui, mi padre cuando
vive con ella la restaura y hace departamentos y tiendecitas que le daban una
renta. Ella reunía casi treinta libras, y con treinta libras la abuela se daba
el lujo de tener chofer, carro Renault chiquito, un departamento en la calle El
Tren, en Chorrillos, donde ella pasaba los veranos, y podía mandarle a mi
padre, (Miguel) a Bruselas, seis libras mensuales y con seis libras mensuales
mi padre vivía en Bruselas con sus cuatro hijas”.
LA
MUERTE DE LA la Sra Vda.de GRAU
El martes
23 de febrero de 1926, “El Comercio” informa
de la muerte de doña Dolores Cabero de Grau: “De
más de ochenta años de edad, hasta momentos antes de su desaparición y en
estado completamente normal, había estado departiendo, con la afabilidad que le
era característica, con los miembros de su familia.
Serían las 8 de la noche, más o menos, cuando la señora Dolores se
desplomó en el sofá en que tomaba descanso. A las voces que dieron las personas
de su familia que en esos momentos la acompañaban, acudieron los que estaban en
las habitaciones vecinas, mientras por teléfono, unos, y personalmente otros,
llamaban a distintos médicos.
Por desgracia, toda atención facultativa era inútil: un violento ataque
al corazón había privado la vida a la viuda del contralmirante Grau, y nada
quedaba por hacer.
Sus deudos que se encontraban rodeándola y que eran su hijo don Enrique,
su hija política la señora Elena Price viuda de Rafael Grau, y sus nietos, la
señorita Luisa Grau y Filomena Grau Astete, y señores Miguel Grau Wiesse y
Óscar Grau Astete tomaron en brazos el cadáver de la señora Dolores y lo
condujeron al lecho que había sido de su uso”.
JUNTOS
EN LA VIDA Y LA MUERTE
“El 19 de diciembre del 2013, estas dos vidas que se amaron sin
condición, se unieron para siempre en la muerte, cuando los restos de la señora
Dolores Cabero fueron trasladados desde el cementerio “Presbítero Matías Maestro”
a la Cripta de la Escuela Naval del Perú, para ocupar el mismo lugar donde
reposan los restos del Héroe de Angamos, Almirante del Perú, Don Miguel Grau
Seminario.
GRAU
PIDIÓ DOS BLINDADOS PARA LA GUERRA
El
historiador Ricardo Cuya Vera tomando como fuente al historiador José Agustín
de la Puente Candamo dice que éste es quizás quien ha escrito las páginas más
exactas de la familia de Miguel Grau después de su muerte en Angamos.
“No olvidemos que, al momento de lo sucedido en Punta Angamos, el último
hijo de Grau tiene apenas nueve meses de nacido y el mayor cuenta con once
años”.
Imagínense,
lectores, un hombre con una decena de hijos pequeños, todos niños e infantes,
renuncia a la vida de padre y esposo y se entrega con los brazos abiertos, a
pecho descubierto, a desaparecer en pedazos producto de estallido de una bomba
de guerra.
Mientras
antes, los políticos decidían si se compraba o no los dos buques que pedía
nuestro ínclito almirante antes de ir a esa guerra, en la que él sabía que iba
a morir.
Grau
había pedido como alto oficial de la plana mayor de la marina la compra de los
dos blindados y el presidente de entonces Manuel Pardo desoyó esa petición,
dijo que no necesitábamos esos dos buques y que ya teníamos dos blindados que
se llamaban Argentina y Bolivia, creyendo de esa forma, estar seguro que era
imposible una invasión de Chile, esperanzado en Argentina y Bolivia.
Esos
fueron los políticos que mandaron al matadero, al abismo, a la muerte segura a
Grau.
LA
ENTREVISTA A LA VIUDA DE GRAU
Reproduzco
esta histórica y única entrevista a la honorable viuda del distinguido y
ejemplar héroe máximo del combate de Angamos, don Miguel Grau Seminario, el
comandante más ilustre del Huáscar y ejemplo de heroísmo en las lecciones de
las guerras navales.
En la
revista “Mundial” edición del 9 de octubre
de 1925, apareció esta entrevista que Edgardo Rebagliati, le hiciera a la
anciana viuda del héroe Dolores Cabero: “En el día
del patriótico rumor de la jornada de Angamos, yo he querido singularizar la
memoria de la portentosa efemérides. Allí, guardados en un relicario familiar,
están los trofeos del marino insigne.
Está la espada de oro y brillantes que las damas peruanas de Francia le
obsequiaron como premio a sus sorprendentes correrías marinas, están las
medallas que de innumerables ciudades le remitieron con amorosa devoción admirativa.
Están los anteojos que alguna vez calaron sus pupilas para avizorar en
el mar la huella borrosa y negra de las chimeneas enemigas, están los álbumes
en que firmas selectas de la América y corazones enardecidos le enviaban a
manera de estimulantes abrazos por encima de las distancias, están sus retratos
y están todos sus añorantes artilugios.
Y para que la escena evocadora sea cabal está la viuda, la que compartió
el tálamo con él, la que veló su sueño, la que escuchó su aliento, la que
acarició sus cabellos y lo reconfortó en las breves y ligeras horas de tregua.
Doña Dolores Cavero tiene ella expresión de las damas serenas y
generosas. El peso de los años no encorva todavía su figura prócer ni
descompone la brillantez de su cerebro.
Va y viene por la estancia, en donde mi visita se desliza, con
desenvoltura juvenil. Cita episodios y determina fechas y nombres con
sorprendente exactitud. Es amable, le retoza el espíritu y al observar su
indiferente majestad y constatar su bondadoso interior brota arrulladora la
idea de sus amores con el Almirante”.
COMO
ERA GRAU ESPOSO Y PADRE
-¿Era
de buen genio el héroe?, se me ocurre preguntarle a guisa de iniciación
conversadora.
-Un
hombre fino como pocos. Dulce, suave, nunca lo vi descomponerse ni poner en la
casa la nota grave de su desagrado. Pero, eso sí, en su barco era tremendo. La
disciplina había de cumplirse a toda costa.
-¿En
qué época fue su boda?
-El año
1867. El matrimonio se efectuó en Lima en una casa de la calle de Belén.
-¿Qué
graduación tenía entonces?
-Era
capitán de navío.
-¿Y
usted recuerda sus conversiones íntimas a raíz de la guerra?
-Él me
decía que la causa del Perú no tenía muchas probabilidades de salir triunfante.
-Cuando
salió del Callao a sus extraordinarias y fabulosas correrías por el sur, ¿no le
daba a entender el temor de la caída?
-Él
repetía siempre que los pocos buques nuestros no podrían nunca sostener un
combate con los blindados chilenos. Del «Huáscar» decía que: “Era un insignificante buquecito”.
-Y
sin embargo con esa nave insignificante asombró al mundo con sus proezas.
-Pero
murió en Angamos y se perdió con su muerte y la captura del « Huáscar» la
última esperanza nuestra en la marina peruana.
-Antes
de marchar a su último viaje, ¿no dio el Almirante señal de comprender la
gravedad del peligro que corría?
-Miguel
sabía que la muerte iba tras de su buque y me acuerdo que antes de su postrera
salida del Callao se confesó, arregló todos sus asuntos y me entregó una carta
cerrada y tomándome la promesa de abrirla sólo en el caso de que dejara de
existir.
-¿Y
esa carta?
-Como él
lo quiso, sólo fue abierta al confirmarse la noticia de su caída en el combate.
-¿Pudiera
mostrarme ese precioso documento?
-En ella
sólo había disposiciones de carácter familiar y poco interesante, por lo mismo,
para los extraños.
-¿Cómo
y cuándo supo usted de la muerte del Almirante?
-La
primera noticia la recibí en mi casa de la calle de Lezcano por intermedio de
Carlos Elias. Al principio sólo se me dijo que estaba herido y poco después un
ayudante del general La Puerta me informó oficialmente en nombre del gobierno
de la desaparición de mi esposo.
-El
día de la triste noticia… ¿quiénes estaban a su lado?
-Mis
hijos, mi madre y una hermana de Miguel.
-¿Recibiría
Ud. expresiones de condolencia de muchas partes?
-Fueron
tantas que no podría recordarlas. Venían las tarjetas de pésame de la república
y del extranjero. Recibí álbumes, medallas, diversas demostraciones de adhesión
a mi duelo.
-Y
de reverenda a la gloria del héroe.
-Es
cierto, porque todos me hablaban de él y de su heroísmo.
-Cuando
lo nombraron Almirante de nuestra pequeña flota ¿se envaneció el bravo marino?
-Él era
muy modesto y más discreto. Jamás quiso poner al tope de su nave la insignia de
Almirante, ni aceptó usar el uniforme que le correspondía. Mi madre le obsequió
una gorra cuya ornamentación respondía a su rango y él la dejó en Lima.
Alguien
le habló de la conveniencia de enarbolar en el «Huáscar»
su insignia pero él rechazó la idea porque juzgaba sin importancia ese
detalle y porque le parecía infamante que llegado el caso de hallarse el
monitor frente a la escuadra de los blindados chilenos no pudiese empeñar, por
su inferioridad, combate igual y victorioso.
NARRABA
SUS EPISODIOS AL DETALLE
-¿No
le contaba el Almirante cuando regresaba de sus correrías algunos detalles de
ellas?
-Sí, con
minuciosidad.
Le
relató el combate con la «Esmeralda»
-Me
refirió todo el episodio de esa refriega desde que ambas naves se pusieron a la
vista hasta que, espolonada, se hundió en el abismo la «Esmeralda».
-¿Qué
dijo de Prat?
-Que al
verlo caer sobre la cubierta del «Huáscar» descendió
presuroso de la torre de comando pero que en el entrevero de la lucha no pudo
llegar a él con la presteza deseada y sólo tarde cuando uno de los tripulantes
del barco acababa de victimario. Grau tomó la espada y algunas prendas de Prat
y poco después junto con una carta las hizo poner en las manos de su viuda.
-¿Conserva
Ud. copia de esa carta?
-De la de
Grau y de la contestación de aquella dama, señora Carmela Carbajal de Prat.
-Pero
¿pudo el Almirante quedarse, a guisa de trofeo, con la espada del vencido?
-También
pudo dejar sucumbir en el mar a los náufragos de la «Esmeralda» y si tal cosa
no hizo y si devolvió aquella espada que le pertenecía fue porque a su noble
corazón le repugnaba el mal y le atraía la generosa esplendidez.
-¡Qué
hombre aquel, señora!
-Admírese
usted más. No sólo salvó a los náufragos y cubrió sus cuerpos desnudos. También
los recomendó a su amigo Aza que fue quien recibió a los vencidos cuando se los
internó en la sierra.
-¿Quisiera
usted permitir a «Mundial» publicar aquellas cartas?
-¡Oh! Sí.
Con el mayor placer.
Sus manos
delgadas y breves envuelven ambos documentos y los ponen en las mías.
De pie me
despido y al franquear la puerta del dorado salón… reparo, en uno de sus
ángulos, un soberbio retrato del Almirante que ocupa casi todo el alto de la
pared.
Al verlo,
pregunto:
-¿Es
bueno por el parecido, ya que no por la calidad que se proclama sola, este
retrato?
-Es
Miguel tal como era.
-Pero
este retrato lo muestra con las insignias de Almirante.
-Fueron
cosas del pintor porque Grau no se vistió nunca así.
Fin
de la entrevista.
En el
umbral la despedida se consuma.
En la
casa queda la ilustre dama rodeada de la amorosa memoria del héroe.
“Yo en la calle olvido el pasado y miro inquieto el presente y al ir
camino de mi buhardilla periodística pienso con dolor, con angustia, con ira
mal reprimida en que aún espera el Héroe de Angamos el monumento que dé fe de
la gratitud de su pueblo, el monumento que tenga la grandeza correlativa a sus
hazañas, el monumento que, perennizando la memoria del estupendo marino, exalte
a la raza en cuyos senos bebió la vida”.
Almirante
Miguel Grau Vales un Perú
¡¡Gloria
Siempre Gran Almirante!!
¡¡El
Peruano de todos los Milenios!! tenía 45 años y tres meses de edad.
¡¡Esta
es tu Tierra Almirante!! ¡¡Nuestra Tierra!! ¡¡Nuestro Santo Suelo Peruano!!
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