lunes, 20 de septiembre de 2021

15 DE SETIEMBRE, FESTIVIDAD DE MARÍA DOLOROSA

 CUANDO LLEGAMOS A LA COLINA, ESTABA CLAVADO EN LA CRUZ.

Y yo miré a María; y su rostro no era el de una mujer acongojada. Era la fisonomía de la tierra fértil, siempre dando nacimiento, siempre sepultando a sus hijos.

Luego a su mente vino el recuerdo de su primogénito, y dijo en voz alta: “Hijo mío, que no eres mi hijo; hombre que una vez visitaste mis entrañas, me glorío de tu poder. Sé que cada gota de sangre que mana de tus manos será fuente de donde brota la corriente salvadora de toda una nación.” “Mueres en esta tempestad igual que mi corazón murió una vez en el crepúsculo, y en ello no me entristecerá.”

En aquel momento, yo deseaba cubrir mi rostro con el manto y correr al país del norte. Pero de pronto oí a María decir: “Hijo mío, que no eres mi hijo, ¿qué has dicho al hombre que está a tu diestra para hacerlo feliz en su agonía? La sombra de la muerte es la luz sobre su rostro y no puede despegar sus ojos de ti.” “Ahora me sonríes, y porque sonríes sé que has vencido.”

Jesús miró a su madre y dijo: “María, desde ahora serás la madre de Juan.”

Y a Juan le dijo: “Sé un hijo amante para esta mujer. Ve a su casa y deja que tu sombra cruce el umbral donde yo una vez estuve. Haz esto en recuerdo mío.”

María levantó su mano derecha hacia él semejando un árbol de una sola rama. Y de nuevo gritó: “Hijo mío, que no eres mi hijo; si esto es de Dios, que Dios nos de paciencia y el conocimiento de esto. Y si esto es del hombre, que Dios le perdone para siempre. Si es de Dios, la nieve del Líbano será tu mortaja; y si es solamente de estos sacerdotes y soldados, entonces guardo estas prendas para tu desnudez.” “Hijo mío que no eres mi hijo; lo que dios edificó aquí no perecerá; y aquello que el hombre querría destruir quedará edificado, pero no ante su vista.”

Y en ese momento los cielos se lo entregaron a la tierra, como un grito y un suspiro.

María se lo cedió al hombre como herida y bálsamo.

Y María dijo: “Ahora mirad, él se ha ido. La batalla ha concluido. El astro ya no brilla. El barco ha alcanzado el puerto. Aquel que una vez estuvo reclinado contra mi corazón, está palpitando en la inmensidad del espacio.”

Nos acercamos a ella, y nos dijo: “Aún en la muerte Él sonríe. Él ha vencido. En realidad, fui la madre de un vencedor”

María regresó a Jerusalén ayudada por Juan, el joven discípulo.

(Fragmento del libro: Jesús el hijo del hombre, de Gibran Jalil Gibran 1968)

Alejandro Smith Bisso

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