La gruta dedicada a María Santísima, frente al puente de acceso a la ciudad de Sayán, tiene una antigua leyenda, tal como la de Huaura. Frente al puente de Sayán, entre la vegetación natural que acompaña la base del cerro eriazo, aparecía una jovencita cuya silueta brillaba. Y eso era así de siempre, probablemente desde el tiempo de los incas. Los que tienen ojos de ver, la notaron a lo largo de los años modernos.
Y sucedió que se había introducido en el Perú la veneración de María Santísima en su aparición en Fátima (Portugal), en 1917, tres años después de la Primera guerra mundial. Entonces, ocurrió que en una procesión del 13 de mayo de jovencitas sayaneras escolares, del puente Balta hasta la calle Derecha de su local, como en los años de 1940 (en plena Segunda guerra mundial), estando frente al puente en pleno rezo del rosario, una niña entró en arrobamiento y visionó a María Santísima refulgiendo entre la cañabrava natural que ahí crece y dando la cara al pueblo, como si fuera la madre del cerro.
La niña se arrodilló al centro del camino, abrió sus brazos y dulcemente, expresó: Ahí está la Virgen María, nos mira, está muy contenta, recemos para que esté más contenta. Al momento a la niña se le caían lágrimas de felicidad. La preceptora solo atinó a seguir repitiendo avemarías con las otras niñas, que eran pocas y de edad variada, -pues en esos tiempos solo las que contaban con recursos podían ir a la escuela de mujeres-. Todas arrodilladas sintieron mucha alegría interior. No se sabe cuánto duró el suceso. A partir de ahí, la profesora con los vecinos de la calle Balta y los caminantes rindieron culto a una figurita de la Virgen de Fátima que colocaron entre unas rocas y la velaban. De la leyenda ha quedado que la niña vidente fue de Cajamarca y que el suceso no la convirtió en alguien especial.
En los años de 1950 a Sayán se designó un párroco, -de los que son párrocos de verdad-, ese hombre de respeto y admiración fue: Iván Pardo Figueroa. Él animó la idea de la construcción de un lugar especial, en el sitio en que el pueblo ya reconocía como punto de contacto con la Virgen María, cuando en el Perú se celebraba el Congreso, Eucarístico y Mariano de 1954. Este párroco aprovechó esa oportunidad eclesiástica y pudo sacar adelante su proyecto de la Gruta de la Virgen de Fátima para Sayán. La gruta se inauguró el año mariano de 1954 porque Dios lo quiso.
Sin ninguna duda, es una de las mejores grutas diseñadas que existen en todo el Perú. El proyecto arquitectónico rural es acorde al paisaje, conformado naturalmente por roca, piedra y vegetación de orilla, de manera que se adapta y forma parte del paisaje. Es una gruta sencilla pero monumental por sus formas gruesas, burdas y muy altas. La gruta de la virgen frente a la mesa del sacrificio son elementos grandes en armonía de todo el recinto. El coro de madera es un elemento grueso que se asocia a la estructura de este estilo rural. La techumbre y su pendiente muy bien lograda en su material, mantiene la gama de colores naturales discretos de todo el complejo. Rematando la gruta se expone la leyenda: “Bienaventurada me dirán todas las generaciones” como se inicia el único parlamento de la madre de Jesús, en la Biblia, al que se le da el nombre de -canto magnífico de María Santísima: Bienaventurada me dirán todas las generaciones porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen…”
Entre las rocas de las montañas de la altura que se tuvieron que trasladar para construir las columnas de la gruta, se cuenta que al dinamitarlas para darle forma lineal apareció la gran piedra de forma de corazón. La cual se decidió ponerla en una pilastra que sostiene una campana-. Esa señal se tomó como bendición mariana que nos acompañará siempre.
Alejandro Smith Bisso.
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