No he dicho nada sobre el impeachment de Trump. Estas grandes cuestiones jurídicas son apasionantes. En este caso, el juicio tiene que ver con la ley y la moralidad. No es un caso en el que un santo Tomás de Aquino o un san Alfonso María de Ligorio puedan decir: “No tengo nada que decir”.
En mi
opinión, Trump fue moralmente responsable de la muerte de las cinco personas
que perdieron su vida. Era algo previsible. Tan previsible que lo advertí
varias veces antes de que sucediera.
Ahora
bien, sin ninguna duda, Trump no era legalmente responsable. Él nunca incitó a
que nadie hiciera algo ilegal. Un juez debe basarse en lo objetivo. De acuerdo
a la letra de la ley, él no hizo nada ilegal. Y el juez debe juzgarle según la
ley.
Yo
hubiera votado por la inocencia de Trump.
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¿Y
qué puede hacer la democracia si Trump vuelve a presentarse a las elecciones? Pues darle toda la protección de la ley para que él
pueda presentarse con las mismas posibilidades que los demás candidatos. El
sistema tiene que ser imparcial. Es el Pueblo el que escoge a quien quiere.
Hay que
defender al 100% el derecho del ciudadano Trump para ser escogido. Así es la
democracia. Mientras él no quebrante la ley, tiene todo el derecho a
presentarse y ser elegido.
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Y si, una
vez elegido, yo me encontrase con él en una recepción, en un acto social, lo
saludaría con todo respeto. Porque sería una autoridad. Y respetar a las
autoridades es un modo de respetar a la nación. Respetar a los representantes
de la nación es un modo de salvaguardar el orden. Lo haría con él y con mi
presidente, el de España.
Lo haría
con un presidente de comunidad autónoma y con un alcalde. Hay que respetar a
las autoridades. Hay ciudadanos que, dentro de su cabeza, viven en una eterna
campaña electoral, en un debate a voces que dura todo el año.
P. FORTEA
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