Me ha sorprendido, en Alfa y Omega (11/02/21) una extensa entrevista -la leí porque me dijeron que había aparecido un artículo al respecto; de AyO no suelo ver ni la portada-, mandada desde Roma, en la que una señora -senadora y del Opus Dei, entre otras señas-, nos habla de su nuevo libro donde, entre otras cosas, reivindica un “feminismo católico". Que ya es reivindicar, la verdad.
También aprovecha para afirmar
que “hay machismo en la Iglesia", y que
la revolución sexual de los 60 trajo “algo
bueno": “una inyección de coraje” para la mujer… (¿?). Ella sabrá
de qué va el asunto.
Tengo que decir -lo afirmo con
absoluta certeza-, que no existe, ni puede existir, un feminismo “católico". Como no existe un marxismo “católico", ni una ideología de género “católica", ni un machismo “católico", ni un protestantismo “católico", ni una herejía “católica", ni una mentira “católica", ni una democracia “católica"… Por poner algunos poneres; o sea,
ejemplos reales.
Se puede “pedalear” todo lo que se quiera. Pero, lo cierto
y verdad es que, en la Iglesia Católica no hay nada de eso, ni lo ha habido
jamás, porque no ha salido de Cristo; ni, por tanto, lo puede haber. Son “inventos” muy posteriores, como unos dos mil años
posteriores; y no tienen nada que ver con la Iglesia, excepto para que esta los
ponga en su sitio, y los machaque: sobran razones
lógicas para ello: ni siquiera hay que malgastar las teológicas.
Sí puede haber “católicos” feministas, machistas, abortistas,
dentro y fuera del armario…, o sea, “católicos a lo
biden"; que es una “categoría” que,
dentro y respecto a los católicos, ha crecido enormemente en los últimos
cincuenta años, siendo común laicos y jerarcas; y significa, en concreto,
“ir contra lo católico; pretendiendo que ese ‘ir
contra’ es lo católico más fetén". Pero, de facto, ninguna de esas
tomas de postura, son católicas.
Lo que sí hay son personas “católicas” que, renunciando a su ser católicos,
se empeñan no solo en chapotear en esas “consignas
de partido", sino en que esas cosas estén: porque las asumen, y las
incorporan. Por poner un ejemplo: ahí está la
llamada “teología de la liberación", que ni es teología ni liberacion,
porque NO es CATÓLICA. Otra cosa es que los que la sostienen, difunden y
financian no se den cuenta. O sí.
Pero
nunca porque esas cosas estén en el interior de la Iglesia como parte de “lo
católico". Insisto: no las puede haber, porque hay una total incompatibilidad entre eso y lo auténticamente católico. O sea, entre “eso” -el mundo, sus pompas y sus obras; o sea,
satanás- y Cristo.
Lo que sí hay en la Iglesia
Católica son PECADORES. Que lo somos todos, por
cierto. Pero esto no tiene nada que ver con las construcciones pseudoculturales
que se quieren instaurar en el seno de la Iglesia, como un modo más -consciente
o inconsciente, pero siempre libre; y, por tanto, con su carga moral
correspondiente-, para sacarla de su sitio y misión, e ir minándola en sus
raíces.
Y ME EXPLICO AL
RESPECTO.
De entrada, esa terminología
no está en la Sagrada Escritura. Y esto significa exactamente que ni es de
Dios, ni tiene que atenderla la Iglesia; excepto para ponerlas en su sitio, y rechazarlas.
Insisto.
Además, hay que saber que toda
esa terminología -feminismo, machismo, ideología de género, pareja, trans,
lgtbi, tolerancia, ecologismo, divorcio, anticoncepción, etc.-, nace y viene
todo ello del mundo MASÓN primero, y del MARXISMO después.
Es decir, de unas nefastas
ideologías, por crueles e inhumanas, enemigas de todo y de todos los que no
sean como ellos, o se sometan a ellos. Por supuesto, y como no puede ser de
otra manera, ¡ANTICATÓLICAS a rabiar desde el segundo uno de su existencia!
Toda esa terminología, a mayor
abundamiento, la han “creado” los
marxi-masones -tanto monta-, en linea con su gran iluminación de la “lucha de clases", para ACABAR, antes que nada y en primer lugar, con la IGLESIA. Que para eso han nacido esas ideologías.
Y, en consecuencia, solo están
al servicio de eso: no están para “liberar” a nadie
de nada; sino para (y aquí viene lo mollar de estas ideologías y sus aprovechateguis),
alcanzar el PODER.
El poder MUNDANO, que es el único que les sirve,
porque es el único que les mola, porque es lo único que van a poder disfrutar.
En segundo lugar, el mero
hecho de admitir esas categorías, es convertirse en un “tonto
útil” de esos tiranos embaucadores; a fuerza, como es lógico, de
desnaturalizarse y convertirse uno en un INÚTIL,
católicamente hablando.
En tercer lugar, admitirlas
para luego pretender “bautizarlas", es
un mero desideratum, ilógico e inmoral, además de superfluo e imposible; porque
admitirlas, aún con esa “buenisma” intención,
es ya meterse, acomplejado, en sus categorías; y nadie va a ganarles “en su terreno".
Con el agravante -como ya se
han oído voces, a propósito de la monja en la curia con voz y voto: “¿no va a habar solo una, verdad?"-, de que
si admites una cosa, como son conscientemente insaciables, tendrás que ir
admitiendo otra, y otra…, hasta llegar al sacerdocio femenino, yendo más lejos
cada vez.
Aparte de que es imposible su “bautismo", se pongan como se pongan sus
promotores, “católicos a lo biden": lo mismo
que no se puede bautizar a un canario o a una vaca; ni admitir a la Comunión
sacramental a una persona en pecado grave, reconocido públicamente; ni admitir
a confesar a un pagano; ni divorciar a un matrimonio católico… ¡No se puede! Y
“lo que no se puede, no se puede y, además, es
imposible”, también en la Iglesia
Católica. Los milagros no están en esa línea, ni para eso.
Si lo de bautizar a un
canario, por ejemplo, te lo plantease una niña de cinco años, pues le
explicas las cosas sencillamente, os reís un poco, le das un caramelo, y a otra
cosa. Pero cuando te lo dice una persona de 50 años, y te lo dice -te das
perfecta cuenta- con toda la seriedad del mundo, pretendiendo ser “católico en la cresta de la ola", o sea, de
lo más “moderno” y “que
está en el mundo"…, entonces hay un verdadero problema, y gordo. En
esa persona: no en la Iglesia.
Y si esto pasa en personas
que, teóricamente, deberían ser lo más de lo más, dada su condición y su vocación,
excusado es decir lo que puede pasar, y pasa, en otras menos preparadas.
Incluso en altas cumbres jerárquicas.
Pero exactamente esto es lo
que ha ido pasando en la Iglesia desde su último Concilio: que ha entrado, institucionalmente, en una permanente
contradicción consigo misma, que es lo peor que le ha podido pasar,
pretendiendo prácticamente la cuadratura del círculo: algo objetivamente
imposible, tanto en el plano moral, como intelectual y pastoral.
Así se llega, y se pretenden
justificar después, todas las aberraciones “eclesiásticas”
al uso: desde el “sacerdocio femenino” hasta
el “cuidado de la casa común", sin
olvidarse de recoger los plásticos y dar la comunión a los católicos
divorciados, y más tarde “arrejuntados” con
otra.
Y se ha llegado a tal punto
que, con las excepciones de san Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia -en y
desde sus jerarquías más altas- no encuentra su sitio, porque lo ha perdido; y
porque -lo que es mucho más grave-, ha querido desconocer de dónde ha venido y
para qué está puesta en el mundo.
Para recomenzar y “convertirse” -auténtica METANOIA:
lo propio del católico y de su Iglesia-, esta,
tendría que reconocer primero de dónde ha salido; debería denunciar después y
rechazar lo que ha hecho; y, desde aquí, con un profundo espíritu de
contrición, humillándose profundamente ante el Señor, volver a empezar: desde
Cristo, su Esposo Fiel, su único Esposo.
Todos los demás “esposos” -si existieran, que no existen-, le
sobran. Como le sobran todos los “tontos
INútiles". Más los “tontos MALOS", que
también los hay.
Amén.
José Luis
Aberasturi
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