Dada la inmensa notoriedad que han tenido las últimas declaraciones del cardenal Muller sobre la fraternidad, voy a dar mi modesta opinión.
Primero
de todo, he
comprobado en la fuente original, en italiano, que las traducciones fueran
correctas; también el contexto.
Segundo, por más que aparezca en un medio público, los
periódicos más serios nos han demostrado en numerosas ocasiones como lo que
coloca entre comillas un periodista no necesariamente lo ha dicho el
entrevistado. Es más, esto es bastante frecuente.
Hechas
estas salvedades el cardenal habría dicho:
Cualquier llamada a una ‘fraternidad universal’ sin Jesucristo, el único y
verdadero Salvador de la humanidad se convertiría, desde el punto de vista de
la Revelación y teológico, en una loca carrera en tierra de nadie, si el Papa,
cabeza de todo el episcopado, no reuniera siempre nuevamente a los fieles en la
explícita confesión de Pedro a Cristo, hijo de Dios viviente.
En
italiano, para el que le interese y con algo más del contexto:
Ogni appello ad una “fratellanza universale” senza Gesù Cristo, l’unico
e vero Salvatore dell’umanità, diventerebbe, dal punto di vista della
Rivelazione e teologico, una corsa
impazzita nella terra di nessuno, qualora il papa, a capo dell’intero
episcopato, non riunisse sempre nuovamente i fedeli nell’esplicita confessione
di Pietro a “Cristo, il Figlio del Dio vivente” (Mt 16, 16). Per questo la
Chiesa del Dio trino non è in alcun modo una comunità di membri di una
formazione religiosa umanitaria, che potrebbe fare a meno del Dio uno-trino personale
ed essere condivisa persino dagli atei, nel senso dell’identificazione
panteistica dell’essere con la finzione personificata del dio di Spinoza (deus
sive substantia sive natura).
Bueno, en
esto no estoy de acuerdo con lo que ha dicho el cardenal. Por supuesto que hay base filosófica para una fraternidad universal de la humanidad.
No voy a argumentarlo porque no quiero insultar la inteligencia de mis
lectores.
No solo
eso, hay todo un esfuerzo para fundamentar bien esa fraternidad desde un punto de
vista teológico. Es decir, no
tengo la menor duda de que este siglo, el XXI, verá la construcción de una
teología común.
Esa
teología común no solo nos ha llevado ya a una mera colaboración, sino a que el
papa Benedicto asista a las vísperas solemnes en la Abadía de Westminster o a
que el papa Francisco hay elogiado lo positivo de la religión musulmana.
Que el
futuro conllevará un creciente número de actos ecuménicos, de oraciones en
común, de reuniones para concertar políticas de común acuerdo en la Ciudad de
los Hombres, no me cabe la menor duda.
La figura
del papa está llamada a trascender los moldes de la Iglesia Católica para iluminar y guiar a la entera familia
cristiana. Y, al mismo tiempo, tiene que desbordar esos moldes de la familia
cristiana para hacer otro tanto con los demás creyentes del único Dios.
Eso
requiere no solo de palabras, sino también de gestos, que pueden ser
ceremoniales y hasta rituales. Eso requiere la creación de un lenguaje que sea inclusivo
(con los otros creyentes en un Padre común), un lenguaje que no ofenda.
La
fundamentación de esto en el Antiguo Testamento está clara, no voy a citar
pasajes. Y ya no digamos en el Nuevo Testamento. ¿Será
necesario recordar que los cristianos siguieron subiendo al Templo a orar? Sin
duda, también a participar de la liturgia del Templo, realizada por un clero
aarónico. ¿Será necesario recordar el voto que hizo
san Pablo en el Templo? En mi novela sobre san Pablo, explico con
minucioso detalle qué implicaba ese voto. Desbordaría el espacio de un post
explicarlo.
¿Acaso
el amor entre los cristianos anula la fraternidad de la familia humana de la
época prediluviana? ¿Acaso lo sobrenatural anula lo natural?
No pocos
cristianos están un poquito radicalizados en sus juicios sobre las personas. Han
confundido ser antiabortistas, con la necesidad de considerar a Biden y su
vicepresidenta unos monstruos. A un católico puede no gustarle el presidente de
España, Sánchez, pero no hay obligación moral de odiarlo.
La mente
de demasiados católicos está en ebullición con el fuego de absurdos vídeos de
Youtube. Todo son conjuras. Detrás de todo, está Rothschild, el clan entero.
Detrás de cada nombramiento episcopal, están los nanorobots de Bilderberg. La
mirada de mi carnicero es la típica de un masón escocés libre. Mi zapatero
envuelve las cajas con los pliegues propios de los participantes en aquelarres.
Después no es de extrañar que si nieva, no sea nieve real.
P. FORTEA
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