Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
Él les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
La prueba de que se ha recibido bien la noticia del Evangelio, es el deseo real y probado de querer llevarla integralmente más allá, de compartirla con los más que se pueda. Un síntoma de pobreza del alma es el querer monopolizar, querer hacer un apartado postal donde solo unos pocos privilegiados tienen el derecho de disfrutar lo que Dios quiere dar a todos, Su Salvación. En fin, la tentación de pensar como grupúsculo y no como Iglesia en Camino, enviada y misionera. Pidamos al Espíritu Santo el Don de saber para que hemos sido llamados y enviado, y que Él nos ayude a completar nuestra Misión y Llamado. Así sea.
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