jueves, 7 de mayo de 2020

«SI DIOS QUIERE». ¿CÓMO ENTENDER LO QUE SIGNIFICA VERDADERAMENTE LA PROVIDENCIA DE DIOS?


Entender la providencia de Dios, a veces nos puede costar un poco. Cuando concluyó la Semana Santa, me llegaron varios comentarios de personas contándome que habían vivido la mejor Semana Santa de su vida. Al inicio, como es evidente, me sorprendió escuchar eso. No hubo celebraciones litúrgicas, no se podía ir a la iglesia, no se podía recibir la comunión. ¿Cómo era posible celebrar así la Semana Santa?
Sucedió que, al no poder salir, muchos habían dedicado más tiempo de lo usual a reflexionar sobre los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo e incluso habían podido seguir con mayor concentración las celebraciones litúrgicas que se transmitieron. Verlo a través de la televisión no es lo mejor, pero resultó que para muchos fue ocasión de seguir las celebraciones como nunca lo habían hecho antes.
DIOS PUEDE VALERSE DE SITUACIONES DIFÍCILES PARA SACAR UN BIEN
No es motivo para repetirlo el próximo año, como si fuese el mejor modo de vivir la Semana Santa, pero sí me dejó pensando cómo Dios puede valerse de situaciones difíciles para sacar un bien. En otras palabras, me hizo pensar mucho en la providencia divina.
Con frecuencia usamos este término «providencia» para expresar una vaga confianza en que todo está en manos de Dios. A veces, sin embargo, olvidamos el papel que jugamos en la providencia divina y hacemos a Dios el único responsable de todo. Por eso, si las cosas no resultan como yo quería, nos molestamos con Él y nos alejamos de su amor.
La frase «si Dios quiere» puede expresar una gran verdad teológica, como al mismo tiempo ser increíblemente confusa e injusta con el amor providente de Dios. Todo depende de cómo entendemos la divina providencia.

Quisiera señalar tres imágenes equívocas que creo nos confunden un poco acerca de la providencia de Dios.
3 IMÁGENES EQUIVOCADAS QUE NOS CONFUNDEN CUANDO HABLAMOS DE LA PROVIDENCIA DE DIOS
La providencia del Dios-arquitecto: suena en principio bien. Después de todo, Dios diseñó y creó el mundo, y lo hizo muy bien. Lo pensó, lo ejecutó y nos lo ofreció. ¿Cuál es el problema? Que muchas veces bajo esta idea se esconde el siguiente pensamiento: Dios creó el mundo y luego lo dejó para que todo marche con una autonomía absoluta.
En otras palabras, Dios solo habría intervenido para diseñar y crear todo, pero nada más. Es un mundo donde Dios está ausente, donde no existe la providencia de Dios. Otra imagen similar: la del Dios relojero, que crea y pone en marcha el mecanismo del reloj, pero luego deja que todo siga desarrollándose sin que intervenga.
La providencia del Dios-destino: pensar que, como todo ocurre porque «Dios quiere», la libertad del hombre no juega ningún papel y nuestro destino está ya fijado de antemano. Mis decisiones serían solo una ficción y no importa qué camino tome, al final llegaré ciegamente a un mismo lugar ya predestinado por Dios.
Los griegos en la antigüedad pensaban así, asumiendo que su destino estaba regido por los astros y no había escapatoria. Si pensamos así, y a veces pareciera que lo hacemos, viviremos eternamente en una tragedia griega.
La providencia del Dios caprichoso: pensar que la providencia de Dios supone solo la voluntad de Dios, y entender esta meramente como una voluntad caprichosa. Si Dios quiere interviene, y si no quiere no lo hace, y sus decisiones no obedecen a otra razón que el sentimiento del momento.
Esto supone pensar que Dios actúa como los seres humanos, movido por el capricho y el deseo del momento. Se olvida que Dios tiene un plan, una razón que está detrás del modo como actúa y como nos cuida.
DOS IMÁGENES QUE NOS AYUDAN A ENTENDER CÓMO ES LA PROVIDENCIA DE DIOS
Empecemos con la imagen del Buen Pastor. Creo que esta imagen, que Jesús utiliza para describirse a sí mismo (Jn 10, 11), resalta un aspecto precioso de la Providencia de Dios: su constante atención por nosotros. Dios no nos creó y nos abandonó, sino que interviene siempre en la creación, siempre atento.
No lo hace como una especie de «Gran Hermano» que quiere controlar todo, sino como un padre amoroso que vela para que nada nos falte nada y que tengamos todo lo que necesitamos para vivir una existencia plena y llena de felicidad.
Ahora pensemos en Jesús es «Emmanuel», el Dios-con-nosotros, que nunca nos abandona ni se desentiende de nuestras necesidades. La providencia que busca socios: Dios puso a Adán y a Eva en el jardín del Edén, pero el cielo no se describe en la Biblia como un retorno al paraíso original. El Apocalipsis usa una imagen muy interesante: una ciudad, la Jerusalén celestial (Ap 21,1ss).
¿Quién construyó la ciudad? Podríamos pensar que la construyeron Dios y los hombres. Después de todo, Dios creó este mundo en vías de perfección, es decir, no lo construyó ya terminado. Nos eligió para ser socios e ir construyendo juntos este mundo, y por eso, la providencia de Dios nos quiere también como socios para que su amor se manifieste entre los hombres.
¿HAS SIDO SOCIO DEL AMOR DE DIOS?
Debo confesar que cuando pienso esto me asusto un poco porque pienso que a veces no he sido yo ese socio de Dios para que otras personas experimenten su amor providente. Quizás esa otra persona, a quien Dios puso en mi camino para que la ayudase, piense que Dios no escuchó su clamor, cuando fui yo quien no escuchó la invitación de Dios a ayudarlo en su obra.
No es para deprimirme, y más bien me ayuda a pensar en lo opuesto: cuánto me quiere Dios y cuán bien piensa de mí que me ha invitado a ser su socio y hacer llegar su amor providente.
De esta manera, cuando me pregunte «Dios ¿dónde estás?», que es otra manera de preguntarme por su amor providente, podré responderme que está en el prójimo, y con los ojos de la fe, lograré descubrirlo en el rostro del que está a mi lado.
Así sabré que Él está conmigo, que me invita a caminar con Él, y nunca me sentiré solo ni abandonado. Experimentaré entonces en todo momento su providencia.
Escrito por Kenneth Pierce

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