Aquel día apareció
don Jesús por el pueblo. Apenas acudía por allí y menos en tiempos
de aislamiento. Celebraba misa en el pueblo de mayor entidad y se limitaba a
acercarse alguna vez por el pueblo de Rafaela por la cosa de dar una vuelta a
la iglesia parroquial y ver si estaba todo en orden.
Sorpresa
fue encontrarse con Rafaela por la calle. Pero, como ella dijo, es que
ya nos han levantado el arresto y podemos pasear un rato, y, encima, sin
horario.
-
Rafaela,
¿sabes que a partir del día 11 ya podremos celebrar misas?
-
Sí, eso han dicho en la tele.
-
Habrá que tener cuidado, solo se nos permite un tercio de aforo.
-
Por cierto, Rafaela, que a lo mejor habría que dar una vuelta a la
iglesia, que después de dos meses cómo estará…
- ¿Limpiar dice usted?
-
Si, aunque solo fuera por encima, el polvo, poner unas flores…
- No cuente conmigo, me da miedo.
-
No entiendo…
-
Se lo explico.
Y se lo explicó
muy bien explicado:
-
Mire, don Jesús, yo creo que todos los bichos esos, los
coronavirus o como se llamen, están todos escondidos en la iglesia y por eso me
da miedo. Yo creo incluso que en la iglesia se han metido los más malos.
-
Me estás liando, Rafaela…
-
No, no. Si es muy sencillito. En estos dos meses que llevamos
encerrados he tenido que salir algunas veces. Al médico cuanto toca, que me ha
tocado. He tenido que acercarme al pueblo de al lado para hacer algo de compra,
buscar tabaco para Mariano,
arreglar lo de la tarjeta en el banco, unas cosas de la farmacia y traerme un
par de revistas y unas sopas de letras para entretenerme. No he tenido
problema. Es verdad que te juntas con gente en la tienda, en el médico o en el
estanco, pero ya tenemos cuidado y como me ve, con mi mascarilla y mis
precauciones, que una tiene sus años.
-
Sigo sin entender.
-
Porque no piensa, don Jesús. Si puedo ir a tantos sitios y a
la iglesia no, eso solo puede deberse a que los posibles bichos de la iglesia
deben ser muy malos y muy dañinos, mucho más que los que pudiera haber en el
ambulatorio o en la tienda, así que ahora me da miedo. Y el caso es
que me hubiera gustado ir a misa alguna vez, que total, aquí en el pueblo,
cuatro que somos, no hubiera pasado nada. Pero lo entiendo. Es más, siempre me
dijeron que lo de la misa era muy importante. Pero no pasa nada, si creen que
es mejor así, pues así.
- ¿Entonces, Rafaela, volverás a misa a partir
del día 11?
-
Depende…
-
¿Depende de qué?
-
Ya le digo que parece que los bichos que hay ahí dentro son muy malos.
Así que lo que tienen que hacer es desinfectar. Usted mismo, don Jesús, que por
lo visto a base de lejía queda todo perfecto. Yo, mientras no esté todo perfecto, no vuelvo, que los bichos de
ahí dentro deben ser “muy malos”.
Jorge Gonzalez
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