El Papa Francisco firmó este 12 de mayo un mensaje
por el día internacional de la enfermería, con ocasión del año internacional
del personal de enfermería y partería convocado por la Organización Mundial de
la Salud (OMS).
“En este momento histórico, marcado por la
emergencia sanitaria mundial a causa de la pandemia del virus Covid-19, hemos
redescubierto la importancia del rol del personal de enfermería, como también
el de partería. Diariamente presenciamos el testimonio de valentía y sacrificio
de los agentes sanitarios, en particular de las enfermeras y enfermeros,
quienes con profesionalidad, sacrificio, responsabilidad y amor por los demás
ayudan a las personas afectadas por el virus, incluso poniendo en riesgo la
propia salud”, indicó.
A CONTINUACIÓN, EL
TEXTO COMPLETO DEL MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO:
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy el Día Internacional de la Enfermería, en el contexto del
Año Internacional del Personal de Enfermería y Partería convocado por la
Organización Mundial de la Salud. En este mismo día también recordamos el
bicentenario del nacimiento de Florence Nightingale, con quien dio inicio la
enfermería moderna.
En este momento histórico, marcado por la emergencia sanitaria mundial a
causa de la pandemia del virus Covid-19, hemos redescubierto la importancia del
rol del personal de enfermería, como también el de partería. Diariamente
presenciamos el testimonio de valentía y sacrificio de los agentes sanitarios,
en particular de las enfermeras y enfermeros, quienes con profesionalidad,
sacrificio, responsabilidad y amor por los demás ayudan a las personas
afectadas por el virus, incluso poniendo en riesgo la propia salud. Prueba de
ello es el hecho de que, desgraciadamente, un elevado número de agentes
sanitarios han muerto al cumplir fielmente con su servicio. Rezo por ellos —el
Señor conoce el nombre de cada uno— y por todas las víctimas de esta epidemia.
Que el Señor resucitado les conceda la luz eterna y a sus familias el consuelo
de la fe.
El personal de enfermería siempre ha desempeñado un papel central en la
asistencia sanitaria. Todos los días experimentan, con la cercanía a los
enfermos, el trauma que causa el sufrimiento en la vida de una persona. Son
hombres y mujeres que han dicho “sí” a una
vocación particular: la de ser buenos samaritanos que se hacen cargo de la vida
y de las heridas de los demás. Custodios y servidores de la vida que, mientras
administran las terapias necesarias, infunden ánimo, esperanza y confianza.
Queridas enfermeras y queridos enfermeros: La responsabilidad moral guía
vuestra profesionalidad, que no se reduce al conocimiento científico-técnico,
sino que está constantemente iluminada por la relación humana y humanizadora
con el paciente. «Al cuidar a mujeres y hombres,
niños y ancianos, en todas las etapas de su vida, desde el nacimiento hasta la
muerte, participáis en una escucha continua, encaminada a comprender cuáles son
las necesidades de ese enfermo, en la etapa que está atravesando. De hecho,
frente a la singularidad de cada situación, nunca es suficiente seguir una
fórmula, sino que se requiere un continuo —¡y fatigoso!— esfuerzo de
discernimiento y atención a cada persona».
Vosotros —y también pienso en las parteras— estáis al lado de
las personas en los momentos cruciales de su existencia, nacimiento y muerte,
enfermedad y recuperación, para
ayudarlas a superar las situaciones más traumáticas. A veces estáis junto a
ellos cuando fallecen, dándoles consuelo y alivio en los últimos momentos. Por
esta entrega vuestra, formáis parte de los “santos
de la puerta de al lado”. Sois la imagen de la Iglesia, “hospital de campaña”, que continúa llevando a
cabo la misión de Jesucristo, que se acercó y curó a las personas que sufrían
todo tipo de males y se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos. ¡Gracias por vuestro servicio a la humanidad!
En tantos países, la pandemia también ha evidenciado muchas deficiencias
en la atención sanitaria. Por esto, me dirijo a los jefes de las naciones de
todo el mundo, para que inviertan en sanidad, como bien común primario,
fortaleciendo las estructuras y designando más personal de enfermería, para
garantizar a todos un servicio de atención adecuado y respetuoso de la dignidad
de cada persona. Es importante reconocer efectivamente el papel esencial que
desempeña esta profesión para la atención al paciente, para la actividad de
emergencia territorial, la prevención de enfermedades, la promoción de la
salud, la asistencia en el sector familiar, comunitario y escolar.
Los enfermeros y enfermeras, así como las comadronas, tienen derecho y
merecen estar más valorizados e involucrados en los procesos que afectan a la
salud de las personas y de la comunidad. Se ha demostrado que invertir en ellos
favorece los resultados en términos de atención y salud en general. Por lo
tanto, es preciso potenciar su perfil profesional proporcionando herramientas
científicas, humanas, psicológicas y espirituales para su adecuada formación;
así como mejorar sus condiciones de trabajo y garantizar sus
derechos para que puedan llevar a cabo su servicio con plena dignidad.
En este sentido, las asociaciones de agentes de la sanidad tienen un
papel importante, pues, además de ofrecer una estructura orgánica, acompañan a
cada uno de sus miembros, haciéndolos sentir parte de un cuerpo unitario y no
se sientan perdidos y solos frente a los desafíos éticos, económicos y humanos,
que conlleva la profesión.
De modo particular, las comadronas, que asisten a las mujeres embarazadas y las
ayudan a dar a luz a sus hijos, os digo: vuestro trabajo es uno de los
más nobles que existen, dedicado directamente al servicio de la vida y de la
maternidad. En la
Biblia, los nombres de las dos parteras heroicas, Sifrá y Puá, se inmortalizan
al comienzo del libro del Éxodo (cf. 1,15-21). También hoy el Padre celestial
os mira con gratitud.
Queridos enfermeros, queridas enfermeras y personal de obstetricia, que
este aniversario coloque la dignidad de vuestro trabajo en el centro, en
beneficio de la salud de toda la sociedad. A vosotros, a vuestras familias y a
todos los que atendéis, aseguro mi oración e imparto cordialmente la bendición
apostólica.
Roma, San Juan de Letrán, 12 de mayo de 2020
Redacción ACI Prensa








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