Este 03 de mayo, Domingo del Buen Pastor, la
Iglesia celebra la 57° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
Aunque en este año no sea posible celebrarlo en las parroquias de forma
pública, los cristianos vuelven a estar llamados a rezar por todas las
vocaciones, para que el Señor siga llamando, y los jóvenes puedan decir sí a la
llamada.
En su mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones 2020, el Papa
Francisco pidió una Iglesia al servicio de las vocaciones, “abriendo brechas en el corazón de los fieles, para que
cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar
la valentía de decirle ‘sí’”.
El Papa hace referencia en su mensaje a las cuatro palabras clave “dolor, gratitud, ánimo y alabanza” que, con
motivo del 160 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, empleó para
expresar el agradecimiento del Pueblo de Dios a los sacerdotes.
A partir del pasaje evangélico de la tempestad en el lago de Tiberíades,
el Pontífice reflexionó sobre la primera palabra de la vocación: gratitud. “Navegar en la dirección correcta no es una tarea
confiada sólo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas
que nosotros escojamos”.
“Es el Señor quien nos concede en primer lugar la
valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos
dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro
timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos
varados en los escollos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso
sobre las aguas agitadas”.
La vocación, subrayó el Papa Francisco “llegaremos
a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa
acoger el paso de Dios en nuestra vida”.
La segunda palabra es ánimo. “Cuando los
discípulos vieron que Jesús se acercaba caminando sobre las aguas, pensaron que
se trataba de un fantasma y tuvieron miedo. Pero enseguida Jesús los tranquilizó
con una palabra que siempre debe acompañar nuestra vida y nuestro camino
vocacional: ‘¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!’”.
“El Señor sabe que una opción fundamental de vida –como la de casarse o consagrarse de manera especial a su servicio– requiere valentía. Él conoce las preguntas, las dudas y
las dificultades que agitan la barca de nuestro corazón, y por eso nos asegura:
‘No tengas miedo, ¡yo estoy contigo!’”.
Sobre la tercera palabra, dolor, el Papa la reinterpretó como “fatiga”. Afirmó que “toda
vocación implica un compromiso”. “Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos
deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y
temores”.
“A pesar de nuestras fragilidades y carencias, la
fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las
tempestades. En efecto, Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo
amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra
vocación con alegría y entusiasmo”.
La acción de Jesús en la vida de las personas queda descrita en ese
fragmento evangélico sobre la tempestad en el lago de Tiberíades. “Finalmente, cuando Jesús subió a la barca, el viento
cesó y las olas se calmaron”.
“Es una hermosa imagen de lo que el Señor obra en
nuestra vida y en los tumultos de la historia, de manera especial cuando
atravesamos la tempestad: Él ordena que los vientos contrarios cesen y que las
fuerzas del mal, del miedo y de la resignación no tengan más poder sobre
nosotros”, dijo el Santo Padre.
La última palabra empleada por el Papa para describir la población es “alabanza”. “Esta es la última palabra de la vocación, y
quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la
Bienaventurada Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le
dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la
llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor”.
Redacción ACI Prensa
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