martes, 5 de mayo de 2020

FRANCISCO ASEGURÓ AYER EN SU HOMILÍA EN SANTA MARTA QUE JESUCRISTO JUSTIFICÓ A TODOS LOS HOMBRES


EL CONCILIO DE TRENTO ENSEÑA QUE NO TODOS SON JUSTIFICADOS
Durante la homilía que predicó ayer en la Misa diaria que oficia en Santa Marta, el papa Francisco aseguró que Jesucristo no solo murió por todos los hombres «incluso por la gente que no cree en él o es de otras religiones», sino que los justificó a todos.
 (InfoCatólica) Eso fue lo que dijo ayer Francisco:
El Señor, en el Evangelio, nos dice: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y en solo Pastor» (Jn 10,16). El Señor dice: “Tengo ovejas en todas partes y yo soy pastor de todos”. Este todos en Jesús es muy importante. Pensemos en la parábola de la fiesta de bodas (cfr. Mt 22,1-10), cuando los invitados no querían ir: uno porque había comprado un campo, otro se había casado…, cada uno dio su motivo para no ir. Y el dueño se enfadó y dijo: «Marchad a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis» (v. 9). A todos. Grandes y pequeños, ricos y pobres, buenos y malos. Todos. Ese “todos” es la visión del Señor que vino por todos y murió por todos. “¿Y también murió por aquel desgraciado que me ha hecho la vida imposible?”. También murió por él. “¿Y por aquel bandido?”: murió por él. Por todos. E incluso por la gente que no cree en él o es de otras religiones: murió por todos. Eso no quiere decir que se deba hacer proselitismo: no. Pero Él murió por todos, justificó a todos.
Y esto es lo que siempre ha enseñado la Iglesia, tal y como aparece, entre otros muchos documentos magisteriales, en el Decreto sobre la Justificación del Concilio de Trento:
No obstante, aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. Porque así como no nacerían los hombres efectivamente injustos, si no naciesen propagados de Adan; pues siendo concebidos por él mismo, contraen por esta propagación su propia injusticia; del mismo modo, si no renaciesen en Jesucristo, jamás serían justificados; pues en esta regeneración se les confiere por el mérito de la pasión de Cristo, la gracia con que se hacen justos.
Decreto de Justificación del Concilio de trento, cap. III

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