Esta pandemia ha
dado pie a que mucha gente hable de Dios. Algunos, para cuestionarse, otros
para reafirmarse en su fe, o en su falta de ella. Los acontecimientos vienen
siendo generosos: hay material para todas las posturas.
Me llamaron particularmente la
atención algunos memes que circularon en sitios de no creyentes en referencia a
aquella oración y bendición que el papa Francisco hizo ese lluvioso 27 de marzo.
«El papa reza y el coronavirus no desaparece. Se ha probado que creer en Dios
es inútil», decían los memes.
Creo que en esta frase la
conclusión no se desprende válidamente de las premisas. Dicho argumento es una
falacia. Sin embargo, a pesar de ser una falacia, considero que la conclusión
es acertada, aunque con un sentido distinto del que se sugiere.
ESTOY COMPLETAMENTE CONVENCIDO DE QUE CREER EN DIOS
ES INÚTIL
Y está bien que así sea. El
valor de lo inútil «Creer en Dios es inútil». En
un contexto en el que el valor viene determinado por la utilidad, esta frase
puede resultar un poco chocante. En efecto, es
común que vivamos asignando valor a las cosas y a las personas en función del
beneficio que nos aportan.
Por eso, «lo inútil» tiene para nosotros una carga
negativa. Es algo que no me beneficia, algo poco valioso, algo de lo que puedo
prescindir sin verme afectado. «La filosofía es inútil», decía un profesor de
la universidad. Nos trataba de transmitir la idea de que el auténtico filósofo
estudia por amor a la sabiduría. No se aproxima a su materia de estudio con la
intención de usar el conocimiento adquirido para alguna otra cosa adicional.
El filósofo estudia para
contemplar la verdad, y ese es ya el fin. Sin duda sus conocimientos pueden
servirle para muchas cosas —por ejemplo, para ganarse la vida enseñando—. Pero
no estudia con el fin de usar sus conocimientos para ganar dinero, como sí lo
hace un administrador, por ejemplo.
Por eso un estudiante de
administración toma como más valioso el conocimiento «que
más le sirve». «No es así con la filosofía —decía aquel profesor—; ella no se ordena a algo más: ella misma es el fin». Por
eso es inútil, y está bien que así sea.
Solemos pensar que
las cosas más valiosas son las que nos resultan más útiles
Es decir, aquellas que
buscamos para conseguir algo más. Pero en realidad, ocurre lo contrario. Las cosas más valiosas son aquellas que buscamos por ellas mismas, y no
para conseguir alguna otra cosa adicional.
Es el caso del amor, del arte,
de las amistades, por poner algunos ejemplos. Las realidades más valiosas son
inútiles. Pero no porque no sirvan para nada, sino porque su valor no se mide
en función de su utilidad. Sin duda nos aportan grandes beneficios, pero las
buscamos principalmente por ellas mismas. De hecho, cuando las
instrumentalizamos, las pervertimos.
DIOS NO ES UN AMULETO, DIOS ES DIOS
Está claro que Dios se puede
servir de una situación de necesidad para atraernos hacia Él. Pero Dios no es
un amuleto: Dios es Dios. Si lo uso como una
pata de conejo de la suerte, pervierto mi relación con Él. Yo no rezo para que
me vaya bien o para que me deje de ir mal. Y no es que si rezo Dios me premia y
si no rezo, me va a castigar.
Nuestro Dios ha querido
llamarnos «amigos». Los amigos
que se me acercan buscando exclusivamente su propio interés no son realmente
mis amigos. Con esos que me buscan solo para pedirme dinero no me siento
unido por un auténtico lazo de amistad.
Lo mismo pasa con Dios. Sin duda en mi oración le pido cosas, pero ese no es el motivo principal
de mi oración: rezo para estar con Él. Y cuando
estoy con Él, a veces le pido cosas —porque a los amigos les gusta ayudar a los
amigos—, pero no lo busco por las cosas que le pido. Lo busco para disfrutar de
su compañía, lo busco por Él mismo, y no para conseguir algo más.
MI RELACIÓN CON DIOS NO SE MIDE EN FUNCIÓN DEL
BENEFICIO QUE ME APORTA
Creer en Dios es inútil, y
está bien que así sea. Es inútil porque el valor de mi relación con Él no se
mide en función del beneficio que me aporta. Es inútil porque es un fin, y no
un medio para conseguir algo más.
Es inútil precisamente porque
es lo más valioso que tengo y vale tanto que si trato de ponerle precio
pervierto mi relación con Él. Es inútil precisamente porque su valor no puede
medirse en términos de utilidad. Es inútil porque es Dios. Y es inútil porque es
amigo.
Escrito por Daniel Torres Cox
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