domingo, 3 de mayo de 2020

EL ALTO COMITÉ PARA LA FRATERNIDAD HUMANA PIDE QUE CADA CUAL RECE SEGÚN SU RELIGIÓN PARA PEDIR EL FIN DE LA PANDEMIA


Propone el 14 de mayo como día de oración y súplica por la humanidad
El Boletín de la Santa Sede ha hecho público el «Llamamiento a la oración del Alto Comité para la Fraternidad Humana». Dicho comité se creó tras la firma del documento de Abu Dhabi por parte del Papa Francisco y el Gran Imán de la Mezquita de Al Azhar
(InfoCatólica) El Boletín de la Santa Sede ha hecho público en la web del Vaticano el siguiente llamamiento:
LLAMAMIENTO A LA ORACIÓN DEL ALTO COMITÉ PARA LA FRATERNIDAD HUMANA (14 DE MAYO)
ORACIÓN POR LA HUMANIDAD
¡Hermanos que creen en Dios, el Creador! ¡Hermanos en la humanidad en todas partes!
Hoy en día, el mundo enfrenta un peligro inminente que amenaza las vidas de millones de personas en todo el mundo, debido a la rápida propagación del coronavirus «Covid-19». Junto a la afirmación de nuestra creencia en la importancia del papel de la medicina y la investigación científica en el tratamiento de esta pandemia, no nos olvidamos de dirigirnos a Dios, el Creador, en esta gran crisis. Invitamos a todas las personas, en todo el mundo, a recurrir a Él a través de la oración, la súplica y las obras del bien, cada individuo en su lugar y de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para que Dios elimine esta pandemia, nos ayude a salir de esta aflicción, inspire a los científicos a descubrir un medicamento que acabe con ella, salve al mundo de las consecuencias sanitarias, económicas y humanas debido a la propagación de esta pandemia peligrosa.
Para alcanzar los objetivos del Documento de Fraternidad Humana, el Comité Supremo propone el próximo jueves 14 de mayo, como un día de oración y súplica por la humanidad. El Comité llama a todos los líderes religiosos y personas de todo el mundo a responder a este llamamiento humanitario y acudir al Todopoderoso con una sola voz para preservar a la humanidad, ayudarla a superar la pandemia y restablecer la seguridad, la estabilidad, la salud y el desarrollo, para hacer nuestro mundo, después de la finalización de esta pandemia, más humano y fraterno que nunca. 
Tiene esta convocatoria como precedentes las reuniones interreligiosas de Asís. Pero más concretamente deriva del «Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común»(firmado por el papa Francisco y el Gran Imán de la Mezquita de Al Azhar) (3/6-02-2019).
En ese documento se hacen algunas afirmaciones que han ocasionado resistencias en parte de los fieles católicos. Por ejemplo, cuando dice: «El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente».
Las tareas del Comité Superior incluyen la supervisión de la implementación del Documento a nivel regional e internacional y la organización de reuniones internacionales con figuras religiosas, varios líderes, jefes de organizaciones internacionales y otras partes interesadas. El Comité también se ocupa de la ejecución de planes, programas e iniciativas para aplicar las disposiciones del Documento, que exhorta a la paz y la coexistencia en el mundo y a garantizar un futuro luminoso y tolerante para las generaciones futuras. 
DECLARACIÓN DOMINUS IESUS SOBRE LA UNICIDAD Y LA UNIVERSALIDAD SALVÍFICA DE JESUCRISTO Y DE LA IGLESIA
El 6 de agosto del año 2000 la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo prefecto era entonces el Cardenal Ratzinger, emitió la Declaración Dominus Iesus, aprobada por San Juan Pablo II, sobre el papel único y universal de Jesucristo y la Iglesia en la Salvación y la relación entre la Iglesia católica y otras comunidades religiosas.
En ella se afirma la vigencia de la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II y se aclara que «el compromiso eclesial de anunciar a Jesucristo, el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6), se sirve hoy también de la práctica del diálogo interreligioso, que ciertamente no sustituye sino que acompaña la missio ad gentes». Además, declara que «acerca del modo en el cual la gracia salvífica de Dios, que es donada siempre por medio de Cristo en el Espíritu y tiene una misteriosa relación con la Iglesia, llega a los individuos no cristianos, el Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona por caminos que Él sabe», que «sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones».
Respecto a la oración, concretamente, la Dominus Iesus declara que «ciertamente, las diferentes tradiciones religiosas contienen y ofrecen elementos de religiosidad que proceden de Dios y que forman parte de todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones» y que «algunas oraciones y ritos pueden asumir un papel de preparación evangélica, en cuanto son ocasiones o pedagogías en las cuales los corazones de los hombres son estimulados a abrirse a la acción de Dios». No obstante, continúa, «no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos», ni tampoco «se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación». 

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