Horas después de la publicación de una polémica
carta abierta sobre la pandemia del coronavirus, el Cardenal Robert Sarah,
prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, que aparecía como uno de los firmantes, negó haber firmado el
texto.
La carta titulada “Llamamiento para la Iglesia y el
mundo” señala que la pandemia del coronavirus ha sido
exagerada para “generar pánico entre la población
con el único fin de imponer de modo permanente formas inaceptables de
restricción de las libertades, control de las personas y vigilancia de sus
movimientos. Esta forma de imposiciones antidemocráticas preludian de manera
inquietante un Gobierno Mundial que escapa a todo control”.
El Cardenal Sarah dijo en su cuenta de Twitter que “comparto de manera personal algunos asuntos o
preocupaciones respecto a las restricciones de las libertades fundamentales,
pero no he firmado la petición”.
“Un cardenal prefecto de la Curia Romana tiene que
observar una cierta reserva en temas políticos, entonces he pedido
explícitamente esta mañana a los autores de la petición titulada ‘para la
Iglesia y el mundo’ que no me mencionen”, escribió
el Cardenal en otro tuit.
El Cardenal Sarah estaba entre los firmantes de la carta cuando fue
publicada el 7 de mayo por el National Catholic Register, LifeSiteNews, y otros
sitios web. Lo dicho por el Purpurado africano cuestiona la legitimidad de la
presencia de otros firmantes de la carta.
Jeanette DeMelo, editor del National Catholic Register, dijo a CNA,
agencia en inglés del Grupo ACI, que el principal autor de la carta es el
Arzobispo Carlo Viganó, exnuncio apostólico en Estados Unidos.
Mons Viganó saltó a la luz pública en agosto de 2018 con una carta
abierta en la que señalaba que oficiales del Vaticano ignoraron las
advertencias respecto a los abusos sexuales del excardenal Theodore McCarrick.
Desde entonces, el exnuncio ha publicado numerosas cartas donde expresa su
punto de vista sobre asuntos de la Iglesia, que incluyen la crítica al Papa
Francisco y a otros miembros de la Curia Vaticana.
“The Register contactó al Arzobispo Viganó, el
principal autor, y le preguntó específicamente sobre la autenticidad de la
firma del Cardenal Sarah y él dijo: ‘puedo confirmar 100% que el Cardenal Sarah
la firmó”, dijo DeMelo a CNA.
Entre los firmantes de la carta, además del Cardenal Sarah, que ahora
indica que no la suscribió, están el Cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Zen Ze-kiun,
Obispo Emérito de Hong Kong, y el Cardenal Janis Pujats, Arzobispo Emérito de
Riga (Letonia).
La carta también incluye a dos obispos de Estados Unidos: Mons. Rene
Gracida, Obispo Emérito de Corpus Christi, y Mons. Joseph Strickland, Obispo de
Tyler en Texas. Sin embargo, Mons. Stickland indicó a CNA en un correo
electrónico que él “sí firmó esta carta”.
Otros firmantes son el Obispo Auxiliar de Astana (Kazakhstan), Mons.
Athanasius Schneider, y el P. Curzio Nitoglia, sacerdote de la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X (lefebvristas), un grupo que no está en plena comunión con
la Iglesia. Este sacerdote es autor de un artículo titulado “El Magisterio del Vaticano II”, publicado en
1994, en el que se afirma que “la Iglesia del
Vaticano II por lo tanto no es la Iglesia Católica Apostólica y Romana
instituida por nuestro Señor Jesucristo”.
En la carta del 7 de mayo también se indica que “los
hechos han demostrado que, bajo el pretexto de la epidemia de COVID-19 se ha
llegado en muchos casos a vulnerar derechos inalienables de los ciudadanos, limitándose
de forma desproporcionada e injustificada sus libertades fundamentales, entre
ellas el ejercicio de las libertades de culto, de expresión y de movimiento”.
“Muchas voces autorizadas del mundo de la ciencia y
de la medicina confirman que el alarmismo que han manifestado los medios
informativos al COVID-19 no parece totalmente justificado”, prosigue.
Casi 4 millones de personas en todo el mundo padecen de coronavirus y
más de 271 mil personas han fallecido a causa de la enfermedad. Las tasas de
mortalidad en algunos países sugieren que el número de muertos podría ser
mayor.
La pandemia y la distancia social así como las órdenes de confinamiento
se han convertido recientemente en fuente de controversia en distintos lugares
del mundo. Algunos expertos afirman que las reuniones con aglomeración de
personas como las protestas en Estados Unidos pueden llevar a nuevos brotes de
la enfermedad.
La carta refiere asimismo que la crisis ocasionada por la pandemia
favorece “la interferencia de potencias extranjeras,
con graves repercusiones sociales y políticas. Quienes ejerzan cargos
gubernamentales deben impedir estas formas de ingeniería social, adoptando
medidas encaminadas a la tutela de sus ciudadanos, a quienes representan y en
cuyo interés tienen la grave obligación de realizar sus funciones”.
“La criminalización de las relaciones personales y
sociales debe considerarse asimismo una parte inaceptable del proyecto de
quienes promueven el aislamiento de las personas para manipularlas y dominarlas
mejor”, agrega.
Hasta ahora no se conoce una cura o un tratamiento efectivo para el
coronavirus, algunos afirman que la hidroxicloraquina podría surtir efecto;
aunque otros señalan que el fármaco podría elevar la tasa de mortalidad entre
los pacientes de COVID19.
En una referencia que parece referirse a la controversia por este
fármaco, la carta solicita “a la comunidad
científica que vele porque se promuevan honradamente y con miras al bien común
curas para el COVID-19, evitando escrupulosamente que intereses inicuos influyan
en las decisiones de los Gobernantes y los organismos internacionales. No es
razonable penalizar remedios que se han revelado eficaces, en muchos casos de
bajo costo, para privilegiar curas o vacunas no tan eficaces pero que
garantizan ingresos mucho mayores a las empresas farmacéuticas, aumentando los
costos de la sanidad pública”.
“Como Pastores que somos, recordemos también que
para un católico es moralmente inaceptable inocularse con vacunas en cuya
producción se ha utilizado material procedente de fetos abortados”, agrega.
La carta también destaca que los gobiernos no pueden restringir la
libertad de culto, tampoco en lo que se refiere a los sacramentos.
“El Estado no tiene el menor derecho a interferir
por motivo alguno en la soberanía de la Iglesia. La colaboración de las
Autoridades Eclesiásticas, que jamás ha sido negada, no supone por parte de las
civiles prohibiciones ni limitaciones al culto público o el ministerio
sacerdotal. Los derechos de Dios y de los fieles son ley suprema de la Iglesia
que ésta no quiere ni puede abrogar. Solicitamos que nos sean retiradas las
limitaciones a la celebración del culto público”, prosigue la carta.
En distintos lugares los obispos se han pronunciado en contra de las
restricciones del culto público, como en Italia, donde la conferencia episcopal
criticó al anuncio de la extensión de las medidas por parte del primer
ministro.
Dos días después, el Papa Francisco elevó sus oraciones para pedir que
los cristianos respondan al levantamiento del confinamiento con “prudencia y obediencia”.
Además de cardenales, obispos y sacerdotes, la carta está firmada por
algunos académicos, periodistas y científicos. Están en la lista los
vaticanistas Marco Tosatti y Robert Moynihan, el editor de Lifesitenews,
John-Henry Westen; Stephen Mosher, presidente del Population Research Institute
(PRI), y líderes de grupos provida de Texas y Ohio en Estados Unidos.
Los firmantes de la carta animan a los católicos y “a las personas de buena voluntad” a “valorar la situación actual de forma coherente con las
enseñanzas del Evangelio, y ello exige tomar partido: o con Cristo o contra
Cristo”.
“No permitamos que con la excusa de un virus se
borren siglos de civilización cristiana para instaurar una odiosa tiranía
tecnológica en que personas sin nombre y sin rostro decidan la suerte del mundo
confinándonos a una realidad virtual. Si tal es el proyecto que tienen para
dominarnos los poderosos de la tierra, sepan que Jesucristo, Rey y Señor de la
Historia, ha prometido que ‘las puertas del Infierno no prevalecerán’
(Mt.16,18)”, asegura la carta.
La Santa Sede no se ha pronunciado sobre la carta.
Traducido y adaptado por Walter
Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
Redacción ACI
Prensa
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