¡Hola familia!
Durante este tiempo todos buscamos la reconciliación y al no poder confesarnos
el sentimiento de angustia se apodera de nuestro corazón. Recuerdo que cuando
era adolescente y había caído en una situación de pecado se me iban todos los
ánimos del mundo. Me sentía mal, frustrado, como si mi equipo rival me hubiese
ganado un clásico del fútbol en mi propia cancha.
Sentía que le había fallado a
Dios. Por más que días antes le prometí no volver a caer, lo había decepcionado
otra vez. Recuerdo que no quería orar y me inventaba cualquier excusa para no
asistir a mi comunidad. La cara de culpa se nota fácil.
Y todo esto pasaba hasta que
me confesaba ¡Por fin! De vuelta al ruedo.
Era como si me hubiesen limpiado, como si hubiese reiniciado mi consola de
videojuegos y tuviera nuevamente tres vidas.
EL DOLOR DEL PECADO, LA IMPOSIBILIDAD DE
CONFESARNOS Y LA SED DE RECONCILIACIÓN
No sé si sea tu caso, pero
pienso en tantos jóvenes que hoy deben sentirse desanimados, tristes, sin ganas
de seguir en la fe, porque han experimentado situaciones de pecado en estas
semanas de cuarentena y no han podido acudir al sacramento.
No sé si hayas dejado de orar,
si hayas dejado de conectarte con tu comunidad o si hayas sentido que ya no
eres digno de Dios. Sea cual sea el caso, quiero compartirte cuatro ideas que
te ayudarán a elegir si quieres rendirte, o si quieres levantarte y seguir una
vez más.
Y qué mejor que invitar a un
gran amigo sacerdote, Fray Miguel Oblitas OSA, que me acompañará a desarrollar
este artículo.
1. ¡NO LE PONGAS LÍMITES A LA MISERICORDIA DE DIOS!
Imagínate que eres un papá con
un hijo de cinco años. Lo amas mucho. En navidad le regalaste una pelota para
jugar con él todas las tardes. Él es muy feliz jugando contigo, pero un día la
pelota cae en casa del vecino que recién regresa de viaje la próxima semana.
¿Qué haces?
¿Dejas de jugar con él o te inventas algo para que tu hijo se siga divirtiendo
contigo? Seguramente
te las ingenias para que tu hijo siga sonriendo.
Imagínate a Dios en estos
momentos. Él sabe que estamos en medio de una pandemia nunca antes vista y que
obviamente no puedes acudir al sacramento de la reconciliación. ¿Acaso crees que se quedará con los brazos cruzados
mirando cómo sufres en medio de tus cuatro paredes? ¿O más bien será como el
padre del hijo pródigo que saldrá al encuentro sin que nada lo detenga?… ¡Así
es! ¡Respuesta correcta!
Bendito
sea el Señor cuyo rostro es misericordia. Que en esta pandemia no quiere que nos sintamos indignos ni culpables.
Lo que más le interesa en este momento es que recordemos que Él está de nuestro
lado. Luchando con nosotros para afrontar toda situación de dificultad, miedo e
incertidumbre que vivamos.
Que nos abraza, no porque nos
hayamos portado bien, sino porque nos prometió que nunca nos abandonaría, mucho
menos, en medio de esta pandemia. ¡Que nadie te
diga lo contrario!
Fray Miguel: Quisiera que por un instante imaginemos la mirada de Jesús… Él es
ternura, alegría, comprensión, confianza… A veces cambiamos esa mirada
humano-divina y creemos que sus ojos son las dos tablas con los 10
mandamientos.
Dios es Misericordia antes que
juicio: «…un corazón contrito y humillado, tú no lo
desprecias» (Salmo 51 [50], 19).
2. RE-DIRECCIONA TU VIDA CON LA PALABRA DE DIOS
¡Claro! La Iglesia nos propone el
sacramento de la confesión como el medio principal para recibir la fuerza de la
reconciliación de parte Dios. En situaciones «ordinarias» esa es nuestra vía
principal. ¡Pero estamos en una situación
«extraordinaria»! Y la Iglesia no nos desampara sino nos propone medios «extraordinarios» como la misma Palabra de Dios.
Para
mí la Palabra siempre ha sido como luz en mi vida. Después de leer un pasaje de la Biblia, después de meditarlo, encuentro
como una lámpara que me ayuda a ver y comprender mejor las diferentes
situaciones de vida que estoy atravesando. Estos versículos pueden ayudarte en momentos de aflicción.
¿Quieres
reconciliación? ¿Por qué no empiezas con el Evangelio de hoy? Cierra las puertas de tu
cuarto, pide al Espíritu que te inspire y después de leer el pasaje de la
Escritura, deja que el mismo Dios que habita en tu corazón te muestre aquellas
situaciones donde no fuiste instrumento de paz.
Tal vez dentro de tu familia,
aquellas palabras que hirieron a mamá o a papá. Aquellos gestos que hirieron el
corazón de tus hermanos o de tus hijos. Aquellas experiencias donde pensaste
solo en ti y no en tu pareja. Esos pensamientos que pudieron menospreciar a
personas cercanas o aquellas omisiones que dejaron a los más pobres sin un
lugar en la mesa compartida.
Siente en tu corazón todas
esas situaciones movidas por el egoísmo que no te dejaron amar como Jesús nos
invitó. Y habla con Dios mientras te abraza, pídele que te de fuerza para que
el amor te mueva, pídele que fortalezca tu fe para que no dudes nunca de que Él
estará contigo siempre.
Pídele que ilumine tus
decisiones para que no decidas algo que le pueda hacer daño a alguien. Que te
ayude a convertirte en buena noticia, en hospital
de campaña, en el buen samaritano, en un discípulo del Maestro del
amor. Pídele y recibe la gracia de la reconciliación.
Fray Miguel: Más aún en este tiempo Pascual, vale la pena recordar que ¡la Palabra de Dios está viva! La Sagrada Escritura
contiene vida y vida en abundancia.
Por tanto, cada experiencia
cotidiana (alegría, frustración, soledad, culpa, éxito, etc.) puede ser
acompañada y santificada por el poder y la vida que se encuentra en la
Escritura.
3. ACÉRCATE AL PADRE NUESTRO
Este es otro medio
extraordinario que nos regala la Iglesia para recibir la fuerza de la
reconciliación de parte de Dios en este tiempo de emergencia. El famoso Padre Nuestro,
aquella oración donde se produce el milagro de la hermandad universal, pues
reconocemos que todos, sin distinción alguna, somos hijos del mismo Padre.
¿Quieres
reconciliarte? Entonces
anímate a rezarlo muy lentamente, saboreando cada palabra. Y cuando digas «perdona nuestra nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden», recuerda que cuando perdonas a
quienes te hirieron o traicionaron, estarás recibiendo la reconciliación de
Dios.
Piensa en aquellas personas
que tienen una «deuda» contigo, que te
dañaron de alguna forma, y que cuando piensas en ellas tu corazón se llena de
una sensación no muy agradable. No se trata de borrón y cuenta nueva y que todo
siga como antes. ¡No! Pero sí de aprender a mirar a
esas personas desde el amor y no desde el rencor. ¿Es difícil?
Muy difícil. Pero por ahí es el camino…
Pídele a Dios en tu corazón
que te dé humildad para perdonar, y ¡lánzate
a la piscina! Agarra tu celular y manda los audios por Whatsapp que
el Espíritu te inspire, hazlo con amor, valentía. Pidiéndole al Padre Nuestro
que no nos deje caer en la tentación de la división y que nos libre de ella.
Amén.
Fray Miguel: San Agustín nos dirá que no existe petición que no esté incluida en el
Padre Nuestro. Por tanto, aférrate a la oración que nos dejó el Maestro. ¿Caíste en pecado? Grita al cielo: «¡Padre!» y no pares hasta que escuches su dulce respuesta
de perdón.
4. RECONSTRUYE CON AMOR
Cuando uno peca, es decir
cuando uno no deja que el amor sea el motor de su vida, puede ocasionar mucho
daño. Y el perdón de Dios no solo consiste en quitarte el sentimiento de culpa
como si nada hubiese pasado. No, así no es Dios.
Él te mueve a que pienses en
el daño que hiciste y que con mucha humildad y valentía, sabiendo que el mismo
Dios va contigo en cada paso que des, te animes a reconstruir lo dañado.
Si heriste a mamá, el Espíritu
te inspirará palabras y gestos para proponer un nuevo episodio en tu relación
con ella. ¿Le hablaste mal a tus hermanos o a tus
hijos? el Espíritu te inspirará miradas y palabras para recuperar esa
relación herida.
¿Le fallaste a
los más vulnerables? el Espíritu te inspirará con gestos samaritanos para que no dejes a
nadie a la deriva, y así sucesivamente. El Espíritu te enseñará a reparar los
daños dejados por el pecado, y cuando lo estés haciendo ¡alégrate!, porque estarás reconstruyendo el reino del amor,
más conocido como el Reino de Dios.
Fray Miguel: San Agustín decía «Ama y haz lo que
quieras». Deja que el Espíritu Santo quien es el «abrazo del Padre y del Hijo» inunde tu corazón (Rm 5,5) y te
inspire. No se trata de estar preocupados por no pecar, ¡preocúpate de amar!
¡ÁNIMO, DIOS VA CONTIGO!
Fray Miguel: Conversando con Fer, caímos en cuenta de que estos cuatros puntos
contribuyen a la reconciliación con Dios como lo indica el CEC 1437. Es decir,
durante la cuarentena tenemos su misericordia, su palabra, su oración, su
caridad… su perdón.
Cuando pasemos este capítulo,
volveremos a disfrutar del sacramento (para confirmar nuestro arrepentimiento
de las faltas graves) con mayor profundidad, conversión y dulzura.
La vida cristiana no es una carrera de velocidad donde gana el que nunca
se cae, sino quien nunca deja de correr hacia donde el amor lo mueva, aunque
tenga que levantarse una y mil veces más.
Escrito por Fernando Merino
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