El Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito
de Caracas, publicó su tercer artículo sobre el Sínodo de la Amazonía que se
realizará del 6 al 27 de octubre en el Vaticano, para explicar por qué no se
debe ordenar ancianos casados ni mujeres.
“¿Cómo compaginar los sacerdotes casados en las
Misiones con los célibes en la diócesis vecina? Y luego: esa apertura
disciplinar: ¿estaría limitada solo a la Amazonia? ¿No debilitaría el
sacerdocio célibe en el resto del mundo? Hay muchas interrogantes serias sobre
la ordenación de esos buenos ancianos casados. Y tal vez no
resolvería los problemas de la situación actual. Yo no la veo conveniente ni
útil”, afirma el Cardenal en su tercer
artículo enviado a ACI Prensa.
En su segundo artículo, el Arzobispo Emérito de Caracas pidió al Sínodo
de la Amazonía que dé propuestas de evangelización explícitas, pues el Instrumentum laboris
o documento de trabajo “propone una visión
liberacionista y reductiva de la misión de la Iglesia, más atenta al ámbito y
al tema sociológico”, que “evangelizador y
santificador”.
En su primer artículo, el Cardenal Urosa resaltó las fortalezas y
debilidades del documento de trabajo del Sínodo para “ayudar
a la superación por parte de los padres sinodales de las fallas y debilidades
del texto”.
A continuación, el tercer artículo completo del
Cardenal Urosa:
SÍNODO PARA AMAZONÍA
COMENTARIOS AL INSTRUMENTUM LABORIS (3)
ALGUNAS PROPUESTAS PASTORALES
Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito de
Caracas, 1 de octubre de 2019
Esta tercera entrega de comentarios sobre el Instrumentum Laboris del
Sínodo Panamazónico estudia la tercera parte del texto, es decir, “La Iglesia profética en la Amazonia, desafíos
y esperanzas”. Y
especialmente algunas de las propuestas pastorales.
Una observación importante: llama la atención que las respuestas e indicaciones de las consultas
hechas a los fieles de la Amazonia hablan poco de la situación específicamente
religiosa, pastoral, eclesial, de las misiones amazónicas. De igual manera
asombra que la mayoría de los comentarios sobre el Sínodo hechos recientemente
por eclesiásticos vinculados a su preparación, tocan solo o principalmente el
aspecto ecológico y los problemas de orden social y económico de los pueblos
amazónicos. Pareciera que eso fuera lo más importante para la Iglesia. Tocan
poco el aspecto religioso y espiritual de la misión de la Iglesia anunciar la
Palabra y comunicar los dones de Cristo a la humanidad. El Instrumentum Laboris
también da esa impresión. En el Sínodo mismo, habrá que corregir eso, y
destacar la centralidad de la acción evangelizadora y pastoral para la
revitalización de la Iglesia en Amazonas.
Otra observación de interés: el Instrumentum Laboris parece pensar que
toda la población amazónica es indígena, originaria. ¿Es
eso cierto? Al menos no en Venezuela. En las Diócesis ya establecidas en
nuestra región amazónica, - no en los Vicariatos-, hay mayoría de criollos,
venezolanos de raza blanca o mixta y afro-venezolanos que no tienen esa cultura
indígena. Igual pasa con Manaus y Belem, en Brasil.
OPCIÓN POR LOS POBRES E
INCULTURACIÓN
El documento acertadamente recuerda la opción por los pobres como línea
de acción y exigencia de la Iglesia latinoamericana y amazónica. Benedicto XVI
dijo en Aparecida que “la opción preferencial por
los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho
pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (Discurso de su
Santidad en la inauguración de la Vª Conferencia general del episcopado latino
americano y del Caribe 3).
Por otra parte, el texto subraya la misión evangelizadora de la Iglesia
como algo realizado a través de los siglos y que es vigente y apremiante (115).
Y para llevarla a cabo hoy en Amazonia el I.L. propone una conversión pastoral
y misionera (119). Esta, entre otras cosas, implicaría “captar
lo que el Espíritu de Señor ha enseñado a esos pueblos… la fe en el Dios
Padre-Madre Creador… la relación viva con la naturaleza y la Madre
Tierra (haciendo una distinción entre esos dos ideas ¿?), los
ritos y las expresiones religiosas, y el sentido sagrado del territorio…
(121). También propone reconocer la espiritualidad indígena como fuente
de riqueza para la experiencia cristiana (123 b). Son expresiones que para
quienes no conocemos su sentido, parecen muy extrañas y ajenas a la fe católica
sobre la realidad creada y su relación con el ser humano. Y parecieran evocar
una especie de sincretismo cristiano-animista. Eso sería inaceptable. En este
sentido esperamos que los Padres sinodales aclaren eso y disciernan bien las
propuestas realmente conformes con la fe católica en la creación y la
naturaleza. En esa misma línea de conversión pastoral se habla de la inculturación de la fe, pero dándole un valor casi absoluto a las
culturas originarias, y no valorando ni proponiendo la evangelización de la cultura.
Esta es la necesaria transformación de la existencia humana y la vida
religiosa, social, cultural y familiar de los pueblos por el Evangelio de
Cristo y la moral bíblica, cristiana y católica. Es un punto que hay que
revisar y mejorar.
Estas propuestas del I.L. se empalman con la sugerencia de una liturgia
inculturada, es decir, adaptada a la mentalidad y tradiciones de los pueblos,
como sugiere el documento Sacrosanctum Concilium,
del Concilio Vaticano II (37-40) En este campo habrá que ver en concreto
durante el Sínodo qué se pueda sugerir en función de una “saludable descentralización de la Iglesia” (126
d).Claro está, preservando siempre la integridad de la fe, la naturaleza de
cada sacramento, y las condiciones y requisitos para la participación viva y
fructuosa en la sagrada liturgia.
ORGANIZACIÓN, SERVICIOS
PASTORALES Y SACERDOCIO
En su búsqueda de nuevos caminos para la vida de la lglesia, el Instrumentum laboris
se interesa por la organización de la comunidad y de los servicios
pastorales (IL 127). En esta línea propone reconsiderar la idea de que el
ejercicio de la jurisdicción (potestad de gobierno) deba estar vinculado en
todos los ámbitos, sacramental, judicial, administrativo) y de manera
permanente al sacramento el orden. Dicho de otra manera pareciera proponer que
esas funciones puedan ser ejercidas en las comunidades indígenas por personas
diversas, no sacramentalmente ordenadas.
Aquí, de nuevo habrá que ver exactamente qué significa esa propuesta.
Porque las facultades religiosas, espirituales y pastorales de Obispos y
presbíteros, no son funciones diversas de un operador pastoral, de un “funcionario”. Son la expresión del Ministerio y
Oficio (Munus) sacerdotal del Obispo y presbítero, configurados estos a Cristo
sumo y eterno sacerdote por el sacramento del orden. Ellas son
acciones de Cristo, que se hace presente en el obispo y presbítero con la
ordenación sacramental. Son facultades conferidas y otorgadas en el sacramento
del orden. Esas facultades no son
actividades acumulativas o separadas atribuidas a una persona por un documento
o un acto jurídico o administrativo, un nombramiento…cualquiera. Esas
facultades pastorales, sacramentales, judiciales y magisteriales son la
actuación del representante sacramental de Cristo sacerdote, profeta y rey. El
sacerdote es sacramento-persona de Jesús, un hombre
configurado por la ordenación sacerdotal a Cristo, buen pastor y sumo y eterno
sacerdote, en servicio y beneficio del pueblo santo de Dios. Esas facultades -
exceptuando la administración material, - no el gobierno pastoral -, no son
funciones que se puedan delegar aisladamente. Vienen conferidas
solo con la ordenación sacramental. Por eso, una concepción funcionalista del
sacerdocio no es correcta. No se corresponde con la concepción del sacerdocio
como participación en los tres “Munera Christi”: sacerdote, profeta y rey.
ORDENACION DE ANCIANOS
CASADOS
En la muy necesaria y deseable aspiración de una mayor presencia
pastoral, es decir, de una pastoral de presencia y no de visita (128), se
propone igualmente la ordenación sacerdotal de personas ancianas (I.L. 129 a, 2). Un detalle: El texto no utiliza el término conocido y popular de “viri probati”, “varones de probada
virtud”. Utiliza a la expresión “personas ancianas”, y deja
abierta entonces la posibilidad de la ordenación sacerdotal de la mujer. No
vamos a considerar esta segunda posibilidad, ya abiertamente
descartada repetidas veces por
San Paulo VI y San Juan Pablo II y también recientemente por Papa Francisco.
Escuchemos en directo a San Juan Pablo II:
4. “Si
bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres,
sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea
enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no
obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o
incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia
de no admitir a las mujeres a tal ordenación. Por tanto, con el fin de alejar
toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma
constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la
fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo
alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que
este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
(S.Juan Pablo II, Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis, 1994).
Por eso nos limitaremos aquí a reflexionar sobre la posibilidad de
conferir el presbiterado a ancianos varones casados.
El texto afirma claramente la vigencia de la disciplina del celibato
sacerdotal como don para la iglesia. Muy bien. En efecto: en imitación de
Cristo, célibe y esposo de la Iglesia, los presbíteros de rito latino y muchos
también de las Iglesias orientales, elegimos libremente consagrar nuestras
vidas a Dios y a la Iglesia, Para ello renunciamos al matrimonio y nos
comprometemos religiosamente con Dios a la vivencia de la castidad perfecta.
Algo que conviene perfectamente con la naturaleza del sacerdocio, que es
configuración a Cristo, sumo y eterno sacerdote y buen pastor.
Está claro que el tema de ordenar ancianos casados es asunto de
disciplina, de conveniencia religiosa y pastoral, y requiere sopesar pros y
contras. No es un dogma de fe. Sin duda se podría ordenarlos. Pero habría que
pensar qué tipo de sacerdotes serían. ¿Unos de
segunda clase? ¿Semejantes a los famosos “curas de misa y olla” del pasado?
¿Cómo se prepararían? Los diáconos permanentes requieren una preparación
seria, generalmente de al menos 4 años. Y luego no andan solos. Generalmente
actúan colaborando con algún obispo o algún presbítero. Cómo sería esa preparación? ¿Y cuál sería su ministerio, simplemente
celebrar los sacramentos? De quien dependerían, es decir, quien sería su
inmediato superior? ¿No habría conflictos entre estos sacerdotes ancianos-solo-sacramentalistas,
y los párrocos o vicarios episcopales? Cómo sería su régimen económico o
administrativo, es decir, quien los sostendría en diócesis o Vicariatos
misioneros de suma pobreza?
Por otra parte; ordenar sacerdotes casados en comunidades indígenas no
los coloca en una especie de terreno cerrado. Las tierras de misión son vecinas
de Diócesis ya establecidas. Y los ancianos sacerdotes casados no dejarían de
moverse a otras partes. ¿Cómo compaginar los
sacerdotes casados en las Misiones con los célibes en la diócesis vecina? Y
luego: esa apertura disciplinar: ¿estaría limitada
sólo a la Amazonia? ¿No debilitaría el sacerdocio célibe en el resto del mundo?
Hay muchas interrogantes serias sobre la ordenación de
esos buenos ancianos casados. Y tal vez no resolvería los problemas
de la situación actual. Yo no la veo conveniente ni útil.
Creo que la solución a la atención de las comunidades está en que haya
una mayor actividad evangelizadora y santificadora, para fortalecer la vida de
fe en esas comunidades cristianas sin sacerdotes. La evangelización y la
pastoral vocacional dan resultados, a mediano y largo plazo. Lo hemos visto en
Venezuela. No cabe duda de que la labor de nuestros queridos misioneros ha sido
y es magnífica, sacrificada, digna de todo respeto, reconocimiento y alabanza.
Por esto hay que estudiar por cual motivo la predicación evangélica y el
trabajo misionero no ha producido más frutos en las comunidades indígenas,
entre ellos vocaciones autóctonas al sacerdocio o a la vida consagrada. Ahora
bien: ¿ordenar sacerdotes a unos buenos ancianos de función
solamente litúrgica dará el impulso necesario a la vida de la
Iglesia? Hay muchas preguntas que habría que responder. Pero además, el
tema de ancianos casados llamados al sacerdocio es demasiado importante y grave
para que un Sínodo regional lo resuelva para la Iglesia universal.
OTROS MINISTERIOS
Otra propuesta del texto para fortalecer la pastoral en Amazonia es
también un ministerio oficial para la mujer (129 a,3). Actualmente en toda la
Iglesia la mujer ya ejerce diversos ministerios: lectoras,
servidoras del altar en la Eucaristía, ministras extraordinarias de la
Comunión, catequistas. Y además ejercen otras funciones diversas de gran
importancia en las escuelas, en la administración diocesana o parroquial, en
los medios de comunicación eclesial y en los centros de salud de la Iglesia, y
como trabajadoras sociales etc. Habrá que ver qué tienen en mente los que
proponen ese nuevo ministerio oficial. Y ya el Papa Francisco se ha pronunciado
en contra del diaconado femenino. Veremos qué pasa en el Sínodo…
La vida consagrada es con justicia muy bien
presentada en el Instrumentum Laboris (I.L. 129 d). Con gran entrega y
dedicación, las hermanas y hermanos de vida consagrada están realizando una
bellísima labor en la Amazonía. Que sigan adelante, y refuercen el aspecto
específicamente evangelizador y religioso de su labor, para impulsar y
revitalizar la vida de la Iglesia en ese territorio.
CONCLUSIÓN
Ya en vísperas del Sínodo elevamos al Señor nuestras plegarias porque
derrame su Espíritu Santo abundantemente sobre los Padres sinodales. Ellos
tendrán la tarea de indicar los nuevos caminos para la revitalización de la
Iglesia, así como para proteger a los pueblos de la Amazonía y su territorio, y
para una correcta conversión ecológica. Todo eso es muy importante.
Para ello este Sínodo deberá acoger las fortalezas del Instrumentum
Laboris, y superar necesariamente sus fallas y omisiones, para impulsar una
labor cada vez más evangelizadora y revitalizadora de la Iglesia, no solo en
Amazonas, sino en el mundo entero.
Que la Stma. Virgen María, madre de Dios y madre nuestra, bendiga y
anime a todos los queridos y esforzados misioneros de Amazonía. Obispos y
sacerdotes, diáconos, consagrados y apóstoles laicos, ellas y ellos. ¡Mil gracias por esa labor tan bella y sacrificada! Que
sigan adelante en la bellísima misión apostólica de la Iglesia de anunciar con
fuerza y entusiasmo a Jesucristo a todos los habitantes de la Amazonía. Él es
el único en cuyo nombre tenemos la redención y el perdón de los pecados (Cfr.
Col. 1,14), Amén.
Redacción ACI
Prensa
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