Nuestros puestos de trabajo se han
ido a China a causa de una competencia totalmente desigual. Ellos venden
libremente en nuestros países, pero nosotros no podemos hacerles la competencia
en su país. Están apoderándose de las reservas minerales y de todo tipo en
África. Sectores enteros (como el del acero, pero no solo) están a punto de ser
fagocitados por China. Cuando la Unión Europea ha intentado proteger alguna
industria, China ha respondido de un modo crecientemente agresivo.
Pero según muchos políticos y
expertos económicos no hay nada de qué preocuparse: vuelvan a sus asientos, no
pasa nada. Esto es el libro mercado. La palabra “libre”
suena bien. Lo que tenemos que hacer es
mejorar la competitividad. Eso, en algunos casos, significa trabajar
doce horas diarias, sin vacaciones, sin sanidad. Cada vez que oigo a alguien
con un sueldo de más de un millón de euros decir que hay que mejorar la competitividad, me dan ganas de tomar la
Bastilla.
La culpa no es de la
globalización, como nos quieren hacer creer, la culpa es de los mediocres que
deberían haber cuidado de los intereses del Pueblo y que no lo hicieron. Hay
tratos justos y otros que no lo son. Nuestras sociedades han sido conducidas a
un capitalismo cada vez más cruel. Y los “jefes” se
excusan con que no podemos hacer nada. El capitalismo abandonado a sus propias fuerzas
es tan espantoso como el peor fascismo, como la peor dictadura, se transforma
en un monstruo devorador de masas humanas, como sucedió en el siglo XIX.
En este
ajedrez, nuestra capacidad de maniobra se ha debilitado, año tras año, desde
los años 90. En menos de un decenio, China controlará el sistema financiero
mundial. El mundo entero estará bajo la sombra de la cúpula del Partido
Comunista de China. No digo que controlarán el mundo, pero podrán castigar (a
personas, grupos o partidos) a quien quieran donde quieran con represalias,
presiones y castigos económicos.
P. FORTEA
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