lunes, 4 de junio de 2012

OTRO TESTIMONIO QUE NO PUEDO DEJAR DE CONTAR


No puedo dejarles de contar este segundo testimonio que significa mucho para mí.

Pero no puedo empezar sin antes pedirle a Dios que proteja y bendiga a mi gran amigo el hno. José, por ser ese amigo que todos buscamos, ese amigo que siempre tiene las palabras precisas para que te sientas bien, ese amigo que no pide nada… sólo da, ese amigo que hasta el día de hoy nunca me ha dicho: no te puedo contestar… todo lo sabe, bueno, es un instrumento del Señor.

Lo que quiero contarles, compartir y confesarles, es que nunca aceptaba que algún día mis padres podían morir; sólo de pensarlo me ponía a llorar, y terminaba diciendo: “No… ellos son eternos” Cuando mi padre se fue al encuentro del Señor, mi vida se derrumbó. Bueno… quién no se pone así cuando pierde a un ser querido.

En los días previos a su muerte, él tuvo tiempo para despedirse de cada uno de nosotros y de todo amigo bueno que tuvo. Recuerdo que en esos días no encontraba al hno. José, lo busqué por todos lados y no lo encontré. A la semana encontré al hno. José y me dijo:

“¿Por qué estás triste? ¿Sabes cuántos quisiéramos estar en el cielo al lado de Jesús? ¿Por qué lloras y dices: He perdido a mi padre, cuando no es tuyo? Dios te lo dio, pero su vida le pertenece sólo a Él… así que no quiero que estés así, vamos a orar por él. Y así lo hicimos.

Al salir de ese lugar pude ver la luz y entendí que así es la vida. Al llegar a mi casa escuché Radio María y justo hablaban del DUELO, y explicaban como actuar cuando uno pierde a un familiar… era exactamente lo que mi amigo Pepe me había dicho.

Si alguien se encuentra pasando estos momentos le pido, que siempre hay que aceptar la VOLUNTAD DEL SEÑOR, Él sabe porque hace las cosas.

Al año de su partida escribí esto para mi padre: Era la madrugada de hace un año… cuando las puertas del cielo se abrieron para ti. Nuca olvidaré tu triste partida, tus lágrimas sellando tu despedida y tu maravillosa sonrisa festejando tu llegada al paraíso. No había nada que hacer… el Señor, así lo había decidido. Era un 16 de agosto como hoy, en invierno oscuro y frío, así como quedó mi alma al verte partir sin retorno… pero los creyentes sabemos que así debe ser. A pesar del tiempo mi alma sigue triste… te extraño mucho papá. Cómo no extrañar esa sonrisa que tanta calma trasmitía, cómo no extrañar verte sentado en la silla a la orilla de la puerta, cómo no extrañar verte al lado de mi madre siempre juntos,
cómo no extrañar tu inmensa alegría, fuerza y tu amor por la vida. Sólo las personas especiales como tú… sellan de esta manera su paso por la vida. Siempre fuiste nuestro ejemplo y nuestra mejor escuela, ahora, que nos ves desde arriba, sé que hay cosas que no te gustan… pero también sabes lo mucho que te amamos… disculpa nuestra confusión… pues tu ausencia nos perturba. No hay un solo día desde que te fuiste que haya dejado de pensar en ti, y lo único que alienta mi alma triste, es el saber que estás feliz, y sé que en vida muchas veces hicimos lo imposible para que puedas sonreír, sobre todo cada 7 de diciembre, fecha que a partir de hoy, sólo viviremos del recuerdo. Ahora sólo me tranquilidad visitarte cada domingo en el Campo Santo, allá en tu nueva morada, donde sólo nos podemos comunicar en forma mental y mística, esperando que llegue el día en que volvamos a estar juntos otra vez, como antes, como siempre. Ese día haremos una gran fiesta como te gusta, en la que volverás a estar en la cabecera de la mesa, y tu alegría será el ingrediente principal.
TÚ NO HAS MUERTO… VIVIRÁS EN MI CORAZÓN ETERNAMENTE… ¡ESPÉRANOS!

Tu hija Carmen.

José Miguel Pajares Clausen

Recordando el Día del Padre

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