En el ámbito alimenticio una “denominación de origen”
es algo así como una calificación que se emplea para proteger legalmente
ciertos productos de una determinada zona, garantizando, de algún modo, su
calidad. No se puede dar gato por liebre, ni vender por rioja o por albariño
cualquier brebaje.
En el campo, delicado y expuesto al juicio público -
no precisamente proclive a la benevolencia - , de los exorcismos parece
necesario algo similar. Hay que saber quién es exorcista y quién no lo es.
Quién ejerce legítimamente y quién lo hace por libre. Quién busca el bien de
los fieles y quién puede verse tentado - “el cazador cazado” - por un deseo de
autopromoción, de notoriedad o, simplemente, de “hacer caja” a fin de mes, bien
sea en provecho propio o en beneficio de su parroquia, de su santuario o de su
convento. Da lo mismo, porque el fin no justifica los medios.
Para la mentalidad moderna, la misma
palabra “exorcismo” suena mal, muy mal. Pero es obvio que la “mentalidad
moderna” - como la arcaica o la medieval o la futurista - no es criterio de la
fe cristiana. El criterio, la norma, es el Evangelio; es la doctrina recibida
de Cristo y predicada, en fidelidad a lo recibido, por la Iglesia de Dios.
Los exorcismos son “sacramentales”; es decir, signos sagrados por los que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen, por intercesión de la Iglesia, unos efectos principalmente espirituales. Por “imitación”; o sea, por analogía. Y ya se sabe, en la analogía la desemejanza es mayor que la semejanza.
Los sacramentales pueden ser “invocativos” - dirigidos a impetrar los beneficios de Dios - ; “constitutivos” - cuando buscan consagrar a personas o cosas al servicio de Dios (como en la dedicación de un altar, en una profesión religiosa o en la institución de un ministerio) - o “exorcismos”, cuando se trata de alejar de personas o cosas los malos espíritus.
La Iglesia, siempre prudente, ha condenado y condena la excesiva credulidad sobre posesiones diabólicas. Pero creer ligera o fácilmente no es lo mismo que creer responsablemente. Es posible una posesión diabólica - negarlo sería negar el Evangelio - como es posible otros grados o formas de influencia del Maligno.
En el canon 1172 del Código de Derecho Canónico se explicitan las lógicas cautelas al estipular: “Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los posesos”. Y, por si quedase poco claro, añade: “El Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.
A mi modo de entender, los Obispos deberían asegurarse de que quienes se presentan como “exorcistas” hayan sido facultados legítimamente para tal función. Y, si no es el caso, han de “desacreditarlos” - retirarle las credenciales que nunca han tenido - públicamente. “Nobleza obliga”, ya que el rioja o el albariño no son vinos de tetra brick. Está en juego algo tan serio como la credibilidad de la Iglesia. Un asunto que no puede prestarse al juego de la frivolidad. Salvo que queramos ser cómplices del Diablo.
Los exorcismos son “sacramentales”; es decir, signos sagrados por los que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen, por intercesión de la Iglesia, unos efectos principalmente espirituales. Por “imitación”; o sea, por analogía. Y ya se sabe, en la analogía la desemejanza es mayor que la semejanza.
Los sacramentales pueden ser “invocativos” - dirigidos a impetrar los beneficios de Dios - ; “constitutivos” - cuando buscan consagrar a personas o cosas al servicio de Dios (como en la dedicación de un altar, en una profesión religiosa o en la institución de un ministerio) - o “exorcismos”, cuando se trata de alejar de personas o cosas los malos espíritus.
La Iglesia, siempre prudente, ha condenado y condena la excesiva credulidad sobre posesiones diabólicas. Pero creer ligera o fácilmente no es lo mismo que creer responsablemente. Es posible una posesión diabólica - negarlo sería negar el Evangelio - como es posible otros grados o formas de influencia del Maligno.
En el canon 1172 del Código de Derecho Canónico se explicitan las lógicas cautelas al estipular: “Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los posesos”. Y, por si quedase poco claro, añade: “El Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.
A mi modo de entender, los Obispos deberían asegurarse de que quienes se presentan como “exorcistas” hayan sido facultados legítimamente para tal función. Y, si no es el caso, han de “desacreditarlos” - retirarle las credenciales que nunca han tenido - públicamente. “Nobleza obliga”, ya que el rioja o el albariño no son vinos de tetra brick. Está en juego algo tan serio como la credibilidad de la Iglesia. Un asunto que no puede prestarse al juego de la frivolidad. Salvo que queramos ser cómplices del Diablo.
Nota: No solamente tienes que estudiar para exorcista,
sino nacer para serlo. Se necesita de una fe extraordinaria de saber que Dios
está actuando a través tuyo y de un valor extraordinario dado por Dios como "DON".
Puedes ser sacerdote, pero no puedes ser exorcista. Puedes ser sacerdote, pero
no necesariamente puedes ser confesor, aunque en peligro de muerte cualquier
sacerdote puede escuchar tu confesión y absolverte tus pecados. En las
películas siempre gana el demonio, que avienta al pobre sacerdote, que entra
con miedo, por alguna ventana. Hasta ahora no he visto en las películas a un
sacerdote que entre sin miedo a hacer un exorcismo. Si no tienen la fe y el
valor necesario ¿para qué se meten a hacer cosas que nunca podrán?... 20 años
de experiencia te lo dicen. El demonio nunca va a ser más que Dios. Ya lo dijo
al principio el Arcángel San Miguel: ¿Quién cómo Dios?... y lo sacó del cielo.
Es muy posible que algún sacerdote entre con sus comentarios recriminatorios...
ojala que sea para aprender y no para que me calle.... porque no me voy a
callar. Están dejando mal a Dios por ignorancia. Me gustaría ver una película
en que gane el sacerdote exorcista o el exorcista laico, en cualquiera de los
casos, porque un laico puede ser exorcista y está permitido por la Iglesia si
éste es probo, y no lo hace como negocio personal. Un exorcismo nunca deberá
ser remunerado, si te cobran es porque el que lo hace es un brujo o un vivo que
quiere sacarte tu plata. En este mundo no deben mandar los "vivos",
que hay cualquier cantidad, sino "los que estamos vivos por la gracia de
Dios...." en el mundo espiritual, ya sabemos quien manda... aquí,
lamentablemente le damos pase al maligno por nuestros miedos y falta de fe.
José Miguel
Pajares Clausen
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