viernes, 8 de junio de 2012

ENCUENTRO EN EL AVIÓN CON LA MADRE TERESA


Jim Castle estaba cansado cuando abordo el avión una noche de 1981.

Después de una semana llena de reuniones y seminarios, ahora descansaba tranquilo en su asiento agradecido de volver a casa: Kansas City.

En cuanto más pasajeros abordaban el avión, más se oía el murmullo de sus conversaciones mezcladas con el sonido de los equipajes de mano guardándose en los compartimientos. De repente, un silencio... Jim volvió su cabeza para ver que pasaba. Se quedó boquiabierto.

Caminando por el pasillo, venían dos monjas vestidas en hábitos blancos con un borde azul. El reconoció esa cara a la primera mirada: piel arrugada, ojos cálidos. La misma cara que estaba en la portada de la revista TIME, y que siempre aparecía en el noticiero de televisión. Las dos monjas se detuvieron y Jim reconoció que su compañera de vuelo seria nadie más que la propia Madre Teresa.

En cuanto los pasajeros estaban acomodados, Madre Teresa y su compañera sacaron sus rosarios. Cada decena de cuentas, tenía diferente color.
-“Cada decena representa varias áreas del mundo” - le dijo -. “Rezo por los pobres y moribundos de cada continente” - añadió.

Comenzó el vuelo, las dos monjas comenzaron a rezar, dejando oír solo murmullos. Aunque Jim no se consideraba católico practicante y asistir a la Iglesia no era su hábito, inexplicablemente se encontró envuelto en el rezo.

Cuando hubieron terminado, Madre Teresa se volvió hacia él. Por primera vez Jim entendió a que se refiere la gente cuando hablan acerca de un “aura”. Una sensación de paz lo envolvió.

-“Joven” - le dijo – “¿Rezas El Rosario frecuentemente?” – preguntó;
- “No” - admitió.

Ella tomó la mano de Jim. Mirándolo a los ojos, sonrió:
-“Bueno, lo harás de ahora en adelante” - replicó, mientras dejaba caer su Rosario en la palma de la mano de Jim.

Una hora mas tarde, en el aeropuerto de Kansas, describió a Ruth su esposa lo ocurrido, y el por qué traía un Rosario en la mano.
-“Es como encontrarse con una verdadera hermana de Dios” - decía.

Nueve meses más tarde, visitaron a una amiga de hacía mucho tiempo: Connie. Connie tenía cáncer en los ovarios.
-“Voy a luchar, no me daré por vencida” - decía Connie - cuando Jim recordó El Rosario que Madre Teresa le había dado.

Después de contar la historia le dijo Jim a Connie:
-“Quédatelo, puede que te sirva”
-“Gracias, espero poder regresártelo” - contestó Connie.

Pasó más de un año... Connie regresó El Rosario.
-“Lo mantuve conmigo todo el tiempo” – dijo – “El médico dijo que no sería fácil, he tenido cirugía, quimioterapia; pero el mes pasado, los médicos hicieron una segunda cirugía, y el tumor ¡¡¡ha desaparecido!!!” – añadió, “por eso te regreso El Rosario” - dijo agradecida.

En el otoño de 1987, Liz cuñada de Jim cayó en una gran depresión después del divorcio. Le pidió prestado El rosario a Jim. Ella lo colgó en el respaldar de la cama y cuando se sentía deprimida, lo tomaba en sus manos, rezaba El Rosario y literalmente sentía que no estaba sola.
-“Era como si una mano me consolaba” - dijo.

Gradualmente, Liz mejoró su vida, y regresó El Rosario a Jim. Entonces, una noche en 1988, una llamada de teléfono: Un amigo que tenía a su mamá en coma pedía prestado El Rosario.

Esta familia, tenía la esperanza que con éste Rosario, su mamá pudiera morir en paz; y así fue:
-“La enfermera nos dijo que mi mamá oía, entonces le expliqué la historia de este Rosario y fue como si su semblante se relajara, lo sujetó todo el tiempo, hasta que minutos mas tarde, se nos fue” - explicó.

Hay poderes especiales en esas cuentas ¿o es el poder del rezo del Santo Rosario?

Madre Teresa llevaba consigo todo lo que poseía en una bolsita: El Rosario. Trato de recordar lo que de veras cuenta: no es el dinero, ni títulos, o lo que poseamos. Es el amor que tenemos a los demás.

Pidamos al Señor que a través de su Madre, La Virgen María, sean derramadas sobre nosotros abundantes bendiciones.

Siente la libertad de contarle a tus amigos y recordarles el poder que tiene el rezo del Santo Rosario.

En la vida necesitamos ser fuertes y a través de la Gracia de Dios, alcanzamos perseverancia.

Unámonos al rezo del Santo Rosario.

No solo pidamos por los pobres y los agonizantes, también por nuestros sacerdotes para que reciban la fuerza de predicar el evangelio a nosotros, el pueblo de Dios.

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