miércoles, 13 de abril de 2011

EJERCITANDO EL ESPÍRITU: ¿PODEMOS ESCUCHAR A DIOS?


Un seminarista pregunta al Papa.

"...El lenguaje de Dios es especial y sólo quien está atento puede captarlo entre las mil voces que resuenan dentro de nosotros. Por eso, le pedimos que nos ayude a comprender cómo habla Dios en concreto y cuáles son las huellas que deja al hablarnos en nuestro interior".

Respuesta del Papa.

¿Cómo podemos discernir la voz de Dios entre las mil voces que escuchamos cada día en nuestro mundo? Yo diría que Dios habla con nosotros de muchísimas maneras. Habla por medio de otras personas, por medio de los amigos, de los padres, del párroco, de los sacerdotes - aquí, os habla a través de los sacerdotes que se encargan de vuestra formación, que os orientan -.

Habla por medio de los acontecimientos de nuestra vida, en los que podemos descubrir un gesto de Dios. Habla también a través de la naturaleza, de la creación; y, naturalmente, habla sobre todo en su Palabra, en la sagrada Escritura, leída en la comunión de la Iglesia y leída personalmente en conversación con Dios.

Es importante leer la sagrada Escritura, por una parte, de modo muy personal, y realmente, como dice san Pablo, no como palabra de un hombre o como un documento del pasado, como leemos a Homero o Virgilio, sino como una palabra de Dios siempre actual, que habla conmigo. Aprender a escuchar en un texto, que históricamente pertenece al pasado, la palabra viva de Dios, es decir, entrar en oración, convirtiendo así la lectura de la sagrada Escritura en una conversación con Dios.

San Agustín dice a menudo en sus homilías: llamé muchas veces a la puerta de esta Palabra, hasta que pude percibir lo que Dios mismo me decía. Por una parte, esta lectura muy personal, esta conversación personal con Dios, en la que trato de descubrir lo que el Señor me dice; y juntamente con esta lectura personal, es muy importante la lectura comunitaria, porque el sujeto vivo de la sagrada Escritura es el pueblo de Dios, es la Iglesia. Esta Escritura no era algo meramente privado, de grandes escritores - aunque el Señor siempre necesita a la persona, necesita su respuesta personal -, sino que ha crecido con personas que estaban implicadas en el camino del pueblo de Dios y así sus palabras son expresión de este camino, de esta reciprocidad de la llamada de Dios y de la respuesta humana. Por consiguiente, el sujeto vive hoy como vivió en aquel tiempo; la Escritura no pertenece al pasado, dado que su sujeto, el pueblo de Dios inspirado por Dios mismo, es siempre el mismo. Así pues, se trata siempre de una Palabra viva en el sujeto vivo. Por eso, es importante leer la sagrada Escritura y escuchar la sagrada Escritura en la comunión de la Iglesia, es decir, con todos los grandes testigos de esta Palabra, desde los primeros Padres hasta los santos de hoy, hasta el Magisterio de hoy. Sobre todo en la liturgia se convierte en una Palabra vital y viva. Por consiguiente, yo diría que la liturgia es el lugar privilegiado donde cada uno entra en el "nosotros" de los hijos de Dios en conversación con Dios.

Es importante: el padrenuestro comienza con las palabras "Padre nuestro". Sólo podré encontrar al Padre si estoy insertado en el "nosotros" de este "nuestro"; sólo escuchamos bien la palabra de Dios dentro de este "nosotros", que es el sujeto de la oración del padrenuestro. Así pues, esto me parece muy importante: la liturgia es el lugar privilegiado donde la Palabra está viva, está presente; más aún, donde la Palabra, el Logos, el Señor, habla con nosotros y se pone en nuestras manos.

Si nos disponemos a la escucha del Señor en esta gran comunión de la Iglesia de todos los tiempos, lo encontraremos. Él nos abre la puerta poco a poco. Por tanto, yo diría que en este punto se concentran todos los demás: el Señor nos guía personalmente en nuestro camino y, al mismo tiempo, vivimos en el gran "nosotros" de la Iglesia, donde la palabra de Dios está viva. Luego vienen los demás puntos: escuchar a los amigos, escuchar a los sacerdotes que nos guían, escuchar la voz viva de la Iglesia de hoy, escuchando así también las voces de los acontecimientos de este tiempo y de la creación, que resultan descifrables en este contexto profundo.

Por tanto, para resumir, diría que Dios nos habla de muchas maneras. Es importante, por una parte, estar en el "nosotros" de la Iglesia, en el "nosotros" vivido en la liturgia. Es importante personalizar este "nosotros" en mí mismo; es importante estar atentos a las demás voces del Señor, dejarnos guiar también por personas que tienen experiencia con Dios, por decirlo así, y nos ayudan en este camino, para que este "nosotros" se transforme en mi "nosotros", y yo, en uno que realmente pertenece a este "nosotros". Así crece el discernimiento y crece la amistad personal con Dios, la capacidad de percibir, en medio de las mil voces de hoy, la voz de Dios, que siempre está presente y siempre habla con nosotros.

Escribe Francisco E. Zulaica: Un joven amigo, estudiante de universidad, me preguntó un día: “¿Cómo puede uno saber cuando algo viene de Dios o son sólo ideas de uno mismo?, ¿cómo diferenciar?” No era la primera vez que me hacían esa pregunta, yo mismo me lo he preguntado. Esta pregunta surge de manera especial cuando nos hemos hecho una pregunta anterior: ¿qué quiere Dios de mí?

Buscar la voluntad de Dios en la propia vida puede llevar a replantear muchas situaciones, e incluso la propia identidad. La voz de Dios que nos interpela parece ser una intromisión en nuestros proyectos, en nuestros deseos. Dios puede ser visto como una amenaza a nuestra libertad. Tal vez por ello asistimos al fenómeno del ateísmo de reacción que marca, tristemente, a muchos jóvenes en la actualidad. No se trata del ateísmo científico y racionalmente fundamentado, sino de un anti-teísmo que, bien sea por el mal ejemplo de los predicadores o simplemente por estas exigencias morales que conlleva la religión, hace que el joven se sienta amenazado por la existencia de Dios.

¿Es realmente Dios una amenaza para la autonomía? Cuando nos ponemos de cara a Dios y le preguntamos ¿qué quieres de mí?, ya hay otras preguntas estructuradas en el fondo: ¿qué haré con este Dios?, ¿cómo encajarlo en mi vida ya estructurada?, ¿qué exigencias tengo que afrontar para ser coherente con lo que he profesado creer y vivir? La pregunta por Dios antes que nada es una pregunta por nosotros mismos, por lo que podemos llegar a ser de cara a él. Cuando Moisés, de cara a la zarza ardiente, pregunta el nombre de Dios; la respuesta que parece un juego de palabras nos puede enseñar mucho: “Yo soy el que soy (Ex 3, 14). No podría ser de otra manera, Dios tiene que ser quien es y no el ídolo que nos empeñamos en construir de él.

Y volvemos a la pregunta inicial, ¿cómo reconocer al Dios verdadero y no esa imagen que he creado a mi conveniencia y que me oprime? Reconocer la voz de Dios es aceptar, como punto de partida que Dios ha hablado al hombre, y esto sólo se alcanza con la fe. Entendamos que el hombre no tiene en su naturaleza la capacidad para entablar un diálogo con Dios, pero sí tiene el deseo de Dios. Esta es la gran paradoja del ser humano, finito y llamado a la eternidad.

De diferentes formas a lo largo de la historia, el hombre ha buscado a Dios, pero la simple razón apenas llega a rozar el misterio de su existencia. Sin embargo, creemos que Dios ha hablado al hombre, esa es la pretensión de la religión revelada. ¿Qué es la revelación?, es la manifestación de Dios al hombre, la manera en que Él se da a conocer a nosotros. Por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. (DV 1) Para poder entablar ese diálogo, Dios se ha ajustado a los canales de comunicación humanos El hombre como ser corpóreo halla su esencia en el espacio y en el tiempo, el diálogo con Dios supone también una inserción en el espacio y en el tiempo, no por necesidad de Dios, sino por la limitación del hombre, ya que el hombre sólo conoce a través de un fenómeno, mismo que es recibido por su manifestación sensible, por su saber acerca de él dentro de la historia.

Reconocer la voz de Dios es estar atento a la propia historia, sabiendo releer los signos de salvación en la propia vida. Es necesario purificar esa voz que distinguimos en nuestra historia, discerniendo entre aquello que puede ser nuestro capricho, y aquí hay una clave importante a tener en cuenta para este delicado proceso: Dios, como garante de la autonomía del hombre, no sólo no permite que él lo manipule, sino que su presencia en la vida humana le imposibilita, cuando el hombre se abre a la escucha, a manipularse a sí mismo que es imagen de Dios.

En pocas palabras, Dios no te va a pedir algo que te violente y te haga desdecirte de quien eres, eso sí, va a interpelar mucho de lo que crees ser, es un proceso de liberación. Si el mensaje que creo viene de Dios me violenta, me hace sufrir sin amor, me envuelve en una serie de conceptos vacíos y retóricas imperativas de un debe ser, estamos perdiendo a Dios como señor de nuestra vida y erigiendo un altar a la imagen que hemos creado de nosotros mismos.

Acoger a Dios en la fe, como hermosamente decía el Hermano Roger de Taizé, es disponerse a vivir lo inesperado. Así pues, ya tenemos un criterio, la propia historia. Dentro de esa historia, poco a poco descubrirás una Alteridad, un Tú que es ese Dios que dialoga contigo. Pero en ese momento habrás comenzado por aceptar tu vida como un diálogo en que no hallarás respuestas humanas, sino preguntas divinas. Recibirás la respuesta dada a Moisés: “Yo soy el que soy; el que estaré contigo”. Y entonces sí, al volver a ver la propia historia y darte cuenta que él ha estado presente, que con su fuerza has rectificado el camino, que con su amor has superado la muerte y que las opciones que hoy él ha sembrado en tu corazón están preñadas de esperanza. No tengas miedo de creer que Dios te ha hablado, porque si el hombre está dotado con el discurso es porque tú mismo eres palabra de Dios.

Te dejo la reflexión de una joven doctora con quien he compartido al respecto de la misma pregunta, verás que ella ha descubierto a un Dios que libera: Quién eres tú que entras así, quién eres tú que transformas mi vida y le das un giro rotundo que ahora no sé donde estoy. Como sucedió, no lo sé, pero sé que ahora estoy feliz a tu lado, no me canso de pensarte, mira que hasta cuando duermo esta ahí a cada instante. El significado de la vida se va haciendo mas fácil de entender, un beso tiene su razón de ser, un te quiero no es sólo una frase que no podía pronunciar, ahora es mucho más que eso, es un sentimiento que solo tú me haces sentir

Juan García Inza

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