sábado, 28 de noviembre de 2009

PADRE NUESTRO, ESCUCHA LO QUE TE DIGO, ESCUCHA


Padre nuestro, y salgo corriendo por las calles y ya apenas Te oigo, menudo jolgorio hay por aquí abajo; ¡capullo!, ¿lo has visto?, ese tío casi se me lleva por delante, ¡capullo!, ¡que no tienes ojos en la cara ni seso en la mollera!; vale, bien, perdona, no grito, y rezo por ese capullo, pero como no Te encargues de él va a matar a alguien; lo siento, cojo un taxi, no llego y me mareo entre tanta gente; ocúpate de los míos, que Tú eres su verdadero Padre y yo mero estorbo; soy un comodón, lo admito, pero Tú estás en todas partes y yo en ninguna; luego hablamos y arreglamos cuentas.

Padre, que estás en el cielo, y yo sólo contemplo las nubes, o como mucho ese color tan mono y azul que me llena de versos la cabeza; ya sé que me quedo en las apariencias y que encima me quejo del tiempo; es un movimiento reflejo: si pienso en Ti miro siempre hacia arriba, cuando puede que el cielo donde vives esté más cerca, o dentro.

Santificado sea Tu nombre, lo sé, pero tengo otros muchos nombres en mi agenda y no llego, no llego; lo bueno es que me creo todas mis excusas, como un botarate, como si Tú fueras un amigo más, uno del montón (no será la primera vez que Te quedas el último o que sencillamente me olvido); ¿la oración?, ¿pero no ves cómo tengo la mesa?; oye, que yo me santifico con mi familia (menuda paciencia), con mi trabajo y demás actividades, no vayas a pensar que soy un cualquiera; ¿Tú crees, Padre, que de verdad Te santifico con semejante desorden de vida?; al menos ayúdame a nombrarte y vivirte con pureza.

Venga a nosotros Tu reino. Y me acostumbro al lujo de la fe y a lo más bendito (como si me estuviera tomando un café o admirando los cuadros de un museo); estás a dos pasos y tengo prisa, o imagino Tu reino como algo muy excepcional pero lejano; cuando es Tu Amor el reino; y sí, me parece bonito, y me entusiasmo alguna vez, aunque he de reconocer que por lo demás atravieso un desierto; ven y cautívame el alma, por favor, que yo no me entero de nada, o es que no quiero enterarme.

Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo. Aquí tienes faena Padre, al menos conmigo, porque tengo una tendencia bastante radical a hacer mi voluntad y no la Tuya, será el carácter, o la puñetera pereza (perdón), o el miedo a comprometerme demasiado, no vaya a ser que de pronto Tu voluntad me trastoque los planes (que no son tan infinitos, lo reconozco, pero que no dejan de ser los míos y resultan agradables); por otra parte me cuesta aceptar lo que quieres para mí, no me fastidies, que tienes cada una de órdago divino; eres especialista en el infortunio pienso a veces (sólo lo pienso, ¿vale?, de esas cosas que se te ocurren y desechas al instante, porque tienes más cosas buenas - es un decir -); cuesta lo de agachar la inteligencia y terminar con las escaramuzas de las pasiones, y entregarte mi libertad como me pides ¿no es muy fuerte, no es un exceso?

Padre, danos hoy nuestro pan de cada día. Con todo tu Cuerpo y con toda Tu Sangre, pero también el de la panadería y demás condimentos; no ando muy bien de dinero como sabes, no me llega (en esto no me extiendo, pues resulta vulgar y poco elegante, y los hay bastante peor que yo); y ya que estamos en harina procúranos buenos gobernantes, que eso sí que será uno de Tus más grandes y eficaces milagros y una prueba evidente de que aprietas pero no ahogas (date prisa, que no nos llega el aire); vale, lo sé, me esperas en Misa, realmente presente, mientras me escudo en tragicomedias, o en poesía.

Perdónanos nuestras ofensas Uf, esto sí que es importante, no hace falta que te lo diga, ¡pero si me paso los días en el confesionario! - examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda -, mira que Te desprecio veces…, eso sí, salgo como nuevo y más feliz que unas castañuelas; no está mal el invento, pero reconoce que no es fácil lo de decir los pecados al confesor, nada fácil (si lo encuentras), no me extraña que se abuse de las penitencias comunitarias o que digan que se confiesan directamente Contigo y a otra cosa; esto de Tu perdón - pasando por el cura, que ya está bien de caprichos - es lo que más me maravilla, y siempre, y hagas lo que hagas (incluso abortos –hoy en día no imagino algo peor), que mira que somos burros; mi experiencia es que no hay mejor experiencia, y te doy las gracias por ello, aunque abuse de Tu paciencia.

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Bueno, eso está por ver, depende; hay gente muy retorcida, por no decir mala; Te digo una cosa Padre: sólo lo conseguiré con Tu gracia, o los mandaré a la mierda directamente; ¿qué quieres que Te diga?, conoces de sobra a ese vecino insoportable, y a la persona que me dejó en la calle, y a ese pariente neurasténico, y al cafre que me insultó por católico…; no entiendo como puedes amarles, pero soy bobo y seguramente peor que ellos (eres Padre de todos, vale); el razonamiento es simple: Tú me perdonas siempre, ergo yo debo seguir Tu ejemplo, ocurra lo que ocurra; ¡menudo desafío!

No nos dejes caer en la tentación Te lo suplico; estoy agotado, pero lo peor de todo es sentirse tan canalla, sentir que estoy en el pretorio y que Te fustigo, y que no lloro de dolor por Ti, acostumbrado, y que me miras desde entonces con esos ojos de los que aparto la vista; bueno, total no pasa nada, no es cosa de importancia; bueno, nos engañamos con gran facilidad: no hemos ido a Misa el domingo teníamos un compromiso, o hemos robado una ridiculez en dietas o en lo que sea, o hemos mentido hasta hartarnos y casi ya no sabemos distinguir la verdad de la mentira, o la avaricia es nuestro estado (anti) natural de vida, o no paramos de inmiscuirnos en las tetas de las prójimas o en los vericuetos de los prójimos (por decirlo fino y sin agotar todas las variantes), o… Y hay idiotas que sostienen que lo más adecuado para evitar la tentación es caer en ella; dijo Mateo (26, 41): vigilad y orad para no caer en la tentación; pero yo Te digo una cosa Padre: sólo no puedo - me duermo en los laureles -, mira a ver lo que haces.

Y líbranos del mal. Y de nosotros mismos. Así sea, por lo que más quieras. Urge.
Guillermo Urbizu

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