jueves, 5 de marzo de 2009

LA HISTORIA DE UNA DIFÍCIL DECISIÓN


Se cuenta que un sacerdote reunía a sus fieles en la iglesia los domingos por la tarde para tratar sobre temas religiosos. Había pensado que al inicio de la cuaresma podría servirles escuchar a un amigo suyo, ya mayor de edad, que tenía un relato interesante que contarles.

El anciano comenzó a decir:
-"Había un hombre que tenía un hijo llamado Jesús. Ambos eran buenas personas y solían ir a Misa y comulgar todos los días. El padre le propuso a su hijo salir a navegar el domingo. Su hijo aceptó gustoso y le preguntó si podía invitar a su amigo Enrique. El padre aceptó, aunque no le gustaba esa compañía para su hijo, pues Enrique solía vivir alejado de Dios. Fue así que después de ir temprano a la Santa Misa el padre y el hijo quedaron de verse en la playa con Enrique. Al llegar se embarcaron los tres en un velero y navegaron en alta mar. Sin embargo, después de unas horas, de improviso cayó una fuerte tormenta que les impedía volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación y se voltearon"
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la plática estaban mostrando interés.

Siguió narrando:
-"Con la embarcación volteada, el padre con mucho trabajo pudo asirse a la barca que quedó flotando. Desesperado por ayudar a su hijo que estaba a su derecha y a su amigo que estaba del otro lado, encontró al fin una soga. Pero tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Sabía que sólo uno de los dos podría sobrevivir y él decidiría quien habría de morir. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo Jesús era un buen cristiano, y Enrique no. La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas"

Entonces miró a su hijo y le gritó:
-“¡TE QUIERO, HIJO MIO!” - y le tiró la soga al amigo de su hijo. Mientras jalaba a Enrique, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes. Jamás lograron encontrar su cuerpo.

Los dos adolescentes escuchaban con suma atención.
-"El padre - finalizó el anciano - sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo y, en cambio, sabía que el amigo de su hijo no estaba preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!"

Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio. Poco después, los dos adolescentes buscaron al anciano y uno de ellos le dijo cortésmente:
-"Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo"
- "Tienes toda la razón" - le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso. Y mientras sonreía, dijo a los dos jóvenes - pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque yo soy Enrique, el amigo de su hijo"

Reflexión: Este relato puede servirnos en esta Cuaresma para redescubrir y contemplar el gran Amor de Dios, que prefirió salvarnos a costa de la vida de su Hijo.
Pbro. José Martínez Colín

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