jueves, 5 de marzo de 2009

EL PARPADEO DE LA LECHUZA


Es muy interesante la historia del joven que tenía el hábito de criticar a todo y a todos.

Cierta noche, mientras aguardaba por un autobús, de pie junto a una gran multitud que hacía ahí mismo, tuvo su atención devota para la vitrina de una tienda que vendía aves. Bien... en el centro de ella había una gran lechuza inmovil. Atraía la atención de todos que por allí pasaban.

El joven, tomando a sí la condición de "experto en el asunto", empezó a criticar el trabajo hecho por el profesional de la referida tienda.
§ "Si yo no fuese capaz de hacer un trabajo mejor que ése – habló pomposamente pensando que estaba disecada - iría a buscar otra profesión. Vean, la cabeza es descomedida, la posición del cuerpo es antinatural y los pies están apuntados en la dirección equivocada"

En este exacto momento, la lechuza giró la cabeza, miró para el camarada y dio un ancho parpadeo. Todos los que estaban allí y escuchaban al "experto" se echaron a reír mientras él se alejaba rápidamente en busca de otro local para esperar su autobús.

Reflexión:
§ ¿Tenemos, en nuestra caminata cristiana, actuación como la del joven de nuestra historia?
§ ¿Hemos tenido el hábito de juzgar y reprobar a todos, mientras, como hijos de Dios, deberíamos usar nuestros labios para bendecir y edificar vidas?
§ ¿Estamos conscientes de nuestro papel delante del Señor, de ser Sal de la tierra y Luz del mundo?

Nuestro corazón se llena de regocijo cuando, por una palabra nuestra, un amigo se siente apoyado y, con el estímulo recibido, avanza firme en la conquista de sus sueños. Una palabra mala, amén de herir y llevar personas al desánimo, provoca un malestar interior que impide las bendiciones de Dios para nuestras vidas.

-¿Tus palabras han engrandecido el nombre de Jesús o estás necesitando recibir un parpadeo de la lechuza?

¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas a ver la viga que está en tu propio ojo?"
Mateo 7:30
Paulo Barbosa

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