viernes, 6 de febrero de 2009

EL FUEGO


Aquella noche acamparon cerca de un manantial.

Wanari estaba muy cansado, cuando su tío decidió hacer un alto en un claro del bosquecillo y comenzó a recoger ramas y hojas secas para encender una hoguera. Wanari le ayudó a reunir la leña para hacer el fuego.

Su tío, Babari, lo sabía todo acerca del fuego, lo había aprendido hacía mucho tiempo. Wanari sintió una íntima satisfacción al ser él quien encontraba las mejores ramas para encenderlo. Apiló la leña necesaria y luego sacó una caja de cerillas que tenía en el bolsillo.

En unos instantes, el fuego estaba avivado.
· Es la forma de hacerlo de los blancos - dijo Babari - muy práctico

El anciano tomó dos de las ramas que había encontrado y colocó en el suelo la más grande. Luego cogió la pequeña y comenzó a frotarla intensamente contra la otra. Pero no ocurrió nada. Insistió y continuó frotando, manteniendo la rama pequeña entre las palmas de sus manos.
· Es un poco lento, ¿no?” - le dijo su tío.
Wanari lo miró sorprendido.
· Pero sigue siendo el mejor modo de hacer fuego - continuó diciendo Babari - aquí, en el bosque, no siempre tienes cerillas, e incluso si las tienes, no siempre sirven, a veces se mojan o se rompen. Sin embargo, siempre puedes encontrar ramas secas. Y nunca te dejan sin fuego. Mira, en los tiempos antiguos no había fuego. El mundo estaba oscuro y frío. Hay muchas historias acerca del origen del fuego. Algunos piensan que el primer fuego vino de una gran explosión. A mí me parece una buena explicación. ¿Recuerdas el incendio que vimos el año pasado después que cayera un rayo? Bueno, otros piensan que el fuego vino de una montaña en llamas
· Puede que sí. Pero yo creo que cayó del cielo
Tras una breve pausa Babari continuó su relato.
· Verás, hace mucho, mucho tiempo, había dos hermanos que vivían en el cielo. Su aldea estaba cerca de las estrellas que todos llaman la Cruz del Sur y sus hogueras eran las dos pequeñas estrellas que están detrás de ella. Eran los únicos que tenían fuego en todo el universo. Como en el mundo de los cielos donde vivían comenzó a escasear el alimento, los dos hermanos tuvieron que bajar a la Tierra, trayendo el fuego con ellos, para poder conseguir comida. Cuando llegaron a la Tierra, montaron su campamento, colocaron sus ramas para hacer fuego en el suelo v se marcharon al bosquecillo a cazar. Pero se alejaron tanto del campamento que las ramas encendidas empezaron a aburrirse. Para pasar el tiempo, comenzaron a correr v a saltar una detrás de la otra por el pasto y entre las ramas de los árboles

Wanari comenzó a reírse y dijo:
· Estás bromeando. Las ramas no pueden levantarse y salir corriendo. ¡Si no tienen piernas!”
· Nunca olvides, Wanari, que en los tiempos más antiguos todo era posible - le dijo su tío - Los creadores del mundo hacían milagros a cada momento, milagros grandes y pequeños, desde la vida humana hasta la piedra sobre la que estás sentado. Por eso, unas ramas que corren no era nada extraño en aquellos tiempos

Tras una pausa para avivar el fuego, Babari dijo:
· Pero volvamos a nuestra historia. Por supuesto, el inocente juego de las dos ramas provocó un gran incendio en el bosque. Desde donde estaban, los dos hermanos vieron las llamas y el humo del incendio y regresaron corriendo a su campamento. Capturaron a las dos ramas y las colocaron en su sitio. Mientras tanto, un grupo de cazadores vio el fuego que las ramas habían provocado y sintieron un calor extraño, que nunca antes habían experimentado. Con gran curiosidad, los cazadores tomaron una llama encendida y la llevaron con ellos a su aldea, y esa rama dio origen a muchos fuegos posteriores. Ahora, todos los hombres de la Tierra tienen el fuego que una vez perteneció a los hombres de la Cruz del Sur

Wanari sonrió complacido cuando su tío concluyó el relato, pues siempre había intuido que el misterio del origen del fuego tenía algo que ver con las estrellas del cielo. Wanari estuvo un largo rato observando la danza del fuego entre las ramas ardientes. Luego miró al cielo. Las estrellas le sonrieron.
Fuente - Cuento de Bularnu

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