jueves, 11 de diciembre de 2008

LAS VISITAS DE SATANÁS


Escuché al padre Jaime Kelly, esta curiosa anécdota.

Se dice que un hombre tenía problemas con Satanás, quien venía cada día a su casa, tocaba el timbre, al abrirle la puerta infligía a este señor una feroz golpiza y se marchaba. Y así sucedía día tras día, hasta que este hombre decidió invitar a Jesús a su casa, lo hace entrar y le ofrece el mejor sillón en un lugar de honor.

Al día siguiente estaba muy emocionado porque Jesús estaba en su casa y estaba seguro que Satanás no lo volvería a golpear. Suena el timbre, este señor abre y nuevamente la feroz golpiza, queda desconcertado y le pregunta a Jesús:
· “¿Cómo permitiste que esto suceda?”
· Jesús le respondió que… él le había cedido sólo un sillón pero que no le había entregado toda la casa
Entonces este hombre le entrega toda la casa a Jesús, diciéndole:

- "Señor, todo es tuyo"

Al día siguiente estaba seguro que Satanás no volvería a golpearlo, porque le había entregado toda la casa a Jesús. Suena el timbre, este hombre abre y vaya sorpresa, otra vez recibe la feroz golpiza. Muy desilusionado se queja a Jesús por lo sucedido…
· “¿Cómo era posible si él le había entregado toda su casa?”
· A lo que Jesús responde… si es verdad, pero tú no me entregaste las llaves de tu casa para que yo pueda abrir la puerta cuando llega Satanás
· Perdón Señor, aquí tienes todas las llaves de mi casa
Al día siguiente cuanto suena el timbre, Jesús abre y Satanás huye despavorido.

Así suele suceder con nosotros, nos quejamos por los ataques de Satanás, pero hay áreas de nuestra vida que no le queremos entregar a Jesús, son áreas reservadas o restringidas. No queremos que Jesús ingrese en esas áreas y sane, porque tendremos que cambiar, abandonar ese pecado, por eso no le entregamos las llaves de esos lugares. Suele suceder cuando bendigo los hogares, hay áreas donde la dueña de casa no quiere que ingrese: No Padre, allí no hace falta, por lo general son los depósitos o toilettes.

Dios no quiere ser el mecánico de nuestra vida, reparando partes cuando se rompen, el quiere ser el único Señor de toda nuestra vida, de todas sus áreas. Él es Dios de los vivos y de los muertos, Dios del cuerpo y del alma, Dios de nuestra familia, amistades, noviazgo, esposo/a, hijos, casa, trabajo, de nuestros problemas y enfermedades.

Él nos conoce a fondo y no hay nada oculto que Él no lo pueda ver. El salmo 139 expresa esta total soberanía de Dios sobre nosotros: tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente, (Sal. 139: 1-4). Recomiendo leer este salmo entero porque expresa una total confianza y entrega del salmista en Dios.

El salmo 104, que se reza todos los días en las vísperas bizantino-ucranianas, también expresa la maravillosa providencia de Dios, como Él alimenta a las aves, a los animales y se ocupa de toda la creación: Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo”, (Sal. 104: 27-29).

Sobre el maravilloso poder de Dios San Pablo nos enseña: Dios tiene poder para colmarlos de todos sus dones, a fin de que siempre tengan lo que les hace falta, y aún les sobre para hacer toda clase de buenas obras (2Cor. 9:8).

Los cristianos estamos llamados a confiar plenamente en Dios y a vivir tranquilos y no desesperados: Confía en el Señor y practica el bien; habita en la tierra y vive tranquilo: que el Señor sea tu único deleite, y Él colmará los deseos de tu corazón. Descansa en el Señor y espera en Él (Sal. 37: 3-4, 7).

La mayoría de nuestras enfermedades, ansiedades, tristezas y depresiones tienen su origen en la falta de fe y de confianza en Dios. Son síntomas que hemos somatizado de nuestro estado espiritual. Nos cuesta mucho creerle en serio a Dios. Nos parece que Él está demasiado lejos y ocupado como para pensar y ocuparse de nosotros. ¿Qué papá o mamá dejaría morir de hambre, sed o frío a su bebé, a su hijito? ¡Impensable! Y si los humanos somos capaces de amar tanto a nuestros hijos, ¡Cuánto más nos ama Dios! ¡Cuánto más se ocupa, se preocupa por nosotros, sus hijitos!: Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! ¡No se inquieten!”, (Mt. 6:30).

Él sabe de antemano todo lo que necesitamos y se complace en colmarnos con sus dones espirituales y materiales. Por eso nos dice no se inquieten, no pierdan la paz, busquen el Reino, búsquenme a mí, confíen en mí y todo el resto yo les daré por añadidura. ¡Qué grande y maravilloso es nuestro Dios!
Presbítero José Hazuda

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