EL CASO DE TRES RECTORAS DE LA IVY LEAGUE DESTAPA LA REALIDAD
Las rectoras de las universidades de Harvard,
Claudine Gay, y Pennsylvania, Liz Magill. Sus chocantes afirmaciones en una
comisión de la Cámara de Representantes han puesto en evidencia los límites
traspasados por el virus 'woke' en las universidades estadounidenses.
La política DEI
[Diversidad, Igualdad, Inclusión], de aplicación de
facto obligatoria en las
grandes empresas -las más sensibles a las campañas denigratorias-, ha hecho
estragos también en el sistema universitario estadounidense. El virus woke ha
actuado como una carcoma anulando el principio del mérito académico, tanto en
los procesos de selección como en la financiación. El caso de tres
rectoras de universidades de la exclusiva Ivy League ha sido solo el
detonante que lo ha hecho público.
Lo explica Giovanni Maddalena en
el número de febrero de Tempi:
El caso de las rectoras de Harvard, MIT (Instituto
Tecnológico de Massachusetts) y la Universidad de
Pennsylvania será fácilmente
recordado como el punto de inflexión, el que pone de manifiesto la necesidad de
decidir la cultura estadounidense y, por tanto, mundial. Parece una frase
rotunda, pero no lo es. Intentemos, pues, explicar ordenadamente este caso.
Ya habíamos informado en Tempi sobre
la fatídica audiencia en la Cámara de Representantes en la que las rectoras de
tres de las más importantes y prestigiosas universidades estadounidenses fueron
incapaces de responder a la pregunta -ciertamente insidiosa pero no chocante-
de la congresista trumpista Elise Stefanik, que preguntaba si estaba o no prohibido en sus
universidades glorificar e invocar el genocidio de los judíos.
La trágica respuesta "depende del
contexto" dio la
vuelta a la red y al mundo real.
Un momento que marca un punto de
inflexión: el 5 de diciembre de 2023, en la Cámara de Representantes, Elise
Stefanik (católica que suena como posible vicepresidente en la candidatura de
Donald Trump) intentó por dos veces, sin éxito, que la rectora de Harvard,
Claudine Gay, respondiese "sí" a la pregunta de si pedir el genocidio
de los judíos viola los códigos de su universidad contra el acoso y la
intimidación. No obtuvo más que un doble "puede ser, depende del
contexto".
Los donantes judíos han empezado
a irse. Los estudiantes, no solo los judíos, que desde hace meses temen ponerse
la kipá y permanecen encerrados en sus "dormitorios",
han empezado a protestar contra los grupos, numerosos pero no
mayoritarios, que ocupan los
patios y las bibliotecas desde el ataque de Israel a Gaza.
Son escenas que se han visto una
y otra vez miles de veces en Europa, pero que nunca habían ocurrido en las impecables y exclusivas universidades
estadounidenses.
La rectora de la Universidad de
Pensilvania se vio obligada a dimitir dos días después de su discurso en la
Cámara, a pesar de un vídeo en el que rectificaba lo que había dicho.
La misma escena, idéntica
respuesta. La rectora de la Universidad de Pennsylvania, Liz Magill, sostuvo
que pedir el genocidio de los judíos "puede ser" acoso solo si se
traduce en "conductas": "¿La conducta consiste en cometer el
genocidio?", pregunta atónita la congresista.
En cambio, la lucha se caldeó en
torno a la rectora de Harvard, Claudine Gay. El
Consejo de Administración, que la contrató como rectora hace dos años,
publicitando el éxito de haber ascendido a una mujer negra al máximo cargo,
intentó resistir la oleada de protestas,
en las que también participaron por primera vez periódicos progresistas como
el New York Times y el Washington
Post.
Finalmente, tras más de un mes,
Gay dimitió, atacada tanto por el antisemitismo expresado en la comparecencia
como por su historial académico, con solo 11 artículos publicados en 20
años, algunos de ellos copiados descaradamente. Para dejar claras las proporciones:
en las mismas materias, en Italia hacen falta 12
artículos y una monografía en cinco años solo para convertirse en profesor
asociado. Por término medio, los profesores titulares de la misma edad
que Gay tienen un centenar de publicaciones, obviamente originales.
UN
PROBLEMA LÓGICO
El antisemitismo,
el plagio y las escasas publicaciones de la rectora de la emblemática
institución han puesto en el punto de mira a la educación. ¿Cómo es posible que nos haya ido tan mal? se
preguntan muchos estadounidenses. ¿Qué ha ocurrido?
La respuesta tiene un nombre:
La política DEI [Diversity, Equality, Inclusion], el método/política/sistema que obliga a las
universidades, como a las empresas, a seguir los principios de Diversidad,
Igualdad, Inclusión.
De hecho, esta política, adoptada
por muchas instituciones por estatuto, estipula que las carreras, los ascensos,
los traslados se realicen ante todo según criterios
sociales que sirvan para luchar contra la discriminación. Existen cuotas de estudiantes, pero también de profesores,
que deben proceder de minorías codificadas. Estas mismas cuotas deben
respetarse en todos los comités de contratación o promoción. La financiación y
los premios a la investigación siguen temas y personas relacionados con esta
política.
Una estudiante de Yale me contó
que, al querer estudiar la correspondencia entre autores que emigraron a
Estados Unidos en el siglo pasado, le preguntaron si prefería incluirlos en el
programa de ecología, teoría crítica del racismo o feminismo. Ante sus reticencias,
la respuesta de los profesores había sido que era la única manera
de encontrar la financiación necesaria; de lo contrario, era mejor
abandonar la investigación.
Sin embargo, ¿cómo es posible que términos tan fácilmente aceptables
como "diversidad", "igualdad" e "inclusión" hayan creado tales aberraciones, que se añaden a las prohibiciones de
textos considerados contrarios a esta política en el pasado, a la retirada de estatuas o nombres de
personas que ahora -pero no entonces- se consideran moralmente reprobables. La
política DEI surgió de las justas batallas sociales de los años 60 contra
la discriminación de los afroamericanos, pero no fue hasta los años 90 cuando
empezó a convertirse en un tema, y luego en una moda, y finalmente en una
necesidad en el mundo empresarial e institucional. Los primeros en incluir la
política DEI fueron los afortunados fundadores de Starbucks. Ahora todas las
empresas deben tener esta política para poder competir. Y también las
universidades.
El problema lógico reside en el
término "inclusión". Así como "diversidad" e "igualdad"
permiten un amplio espectro de interpretaciones, no ocurre lo mismo con
la inclusión. La lógica de la inclusión es
binaria y atañe a la teoría
de los conjuntos: si hay elementos incluidos, también debe haber
elementos excluidos.
Entonces se procede a ampliar la inclusión, pero por su propia naturaleza
siempre dejará algunos excluidos. Entonces, para incluir siempre nuevos
elementos, debo modificar progresivamente los requisitos de inclusión hasta anularlos. Más allá de la lógica, lo que ha sucedido y
sucede es que la lógica de la inclusión está en la base del sistema de cuotas y
financiación y, más en general, de ponerse siempre del lado de los
excluidos para que sean incluidos.
PREGUNTAS
CRUCIALES
Sin embargo, en el caso de Israel
los papeles están invertidos. Israel, creado por los vencedores de la Segunda
Guerra Mundial para reparar la espantosa tragedia del Holocausto con un acto de
justicia, es visto ahora como el rico opresor que excluye a los demás, de los
cuales Hamás es un símbolo. Por lo tanto, hay que recrear la justicia
incluyendo a Hamás y tratando de oponerse y, si es posible, eliminar a los
judíos, obviamente aunque se encuentren a miles de kilómetros de distancia.
La lógica de la inclusión se basa
de hecho en la genética: se es opresor por lo que se es,
no por lo que se hace. El caso de Israel en Estados Unidos es llamativo,
pero el mismo principio significa que cualquier intento de incluir a los
excluidos tiende a ser una discriminación inversa.
Para compensar una injusticia, se
tiende a cometer la misma injusticia con los papeles invertidos. Pero nada
bueno sale de la injusticia, y dos injusticias solo son peores
que una.
Hoy, todo esto ha salido por fin
a la luz en los periódicos estadounidenses de todas partes. ¿Estamos seguros -se preguntan ahora- de que queremos continuar con esta política DEI
también en la educación? Sí, porque de hecho si el rector de Harvard es
elegido en base a criterios que no tienen que ver
con el mérito, y si los profesores y estudiantes son elegidos porque
sus ideas no se apartan de la versión actual del famoso DEI, ¿cómo vamos a tener personas cualificadas independientemente
de sus ideas sociopolíticas? ¿O cómo vamos a tener, incluso en los ámbitos
político y social, una verdadera innovación?
LA
EXCLUSIVIDAD EN RIESGO
A esto hay que añadir los
problemas financieros. Para incluir a gente en universidades exclusivas, no
debo cobrar la inscripción a personas que de otro modo no tendrían acceso a
ellas. Pero si el sistema de inclusión se convierte en
predominante, ¿quién paga las inscripciones que
permiten sacar adelante universidades prestigiosas y caras? De hecho, de
nuevo el problema lo crea el sistema de inclusión. ¿Cómo
mantener la exclusividad de las universidades si tienen que ser inclusivas para estar a la vanguardia? Por ahora, solo
nos planteamos las preguntas.
Pero la novedad es grande, dado
que durante quince años nadie se había planteado la
cuestión y todos aceptaban -quizá
mascullando luego en casa- los dictados de la temible ley.
Por supuesto, hay quien ve la
cuestión como una guerra cultural -la derecha contra la izquierda, los
libertarios contra los humanitarios-, pero el problema es más simple y, en sí
mismo, es administrativo: ¿política DEI sí o
no?
Serían discursos independientes,
pero con el año electoral que se abre en Estados Unidos, es poco probable que
sigan siéndolo. Los republicanos lo convertirán cada vez más en un caballo de
batalla y, si Donald Trump es nominado y elegido, los demócratas lo
convertirán en un frente de resistencia.
Es una pena, porque
independientemente de las convicciones políticas, la
abolición de la DEI como requisito para instituciones y empresas es una
cuestión lógica y una necesidad social si Estados Unidos
quiere seguir desempeñando su papel de líder y motor del mundo.
Traducción de Verbum
Caro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario