EL TESTIGO DE ESTA BILOCACIÓN TRABAJABA EN EL DICASTERIO PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS
Don Dolindo Ruotolo, un sacerdote napolitano muy
apreciado por el Padre Pío y, como el fraile capuchino, célebre por sus
milagros.
En vida de Don Dolindo Ruotolo (1882-1970)
se han registrado algunas bilocaciones, como la que permitió la salvación del alma de un apóstata.
Y, como en el caso del Padre Pío, amigo suyo, este sacerdote
napolitano en proceso de beatificación también ha sido visto después
de muerto.
UN
ENCUENTRO INESPERADO
Uno de los testigos es alguien
que sabe de santos, porque es actualmente el canciller del Dicasterio para las
Causas de los Santos, Giacomo Pappalardo.
Un canciller de curia en el Vaticano tiene por oficio la redacción, expedición
y custodia de las actas de su dicasterio, así que cabe suponer máxima precisión en el relato que
hizo de una experiencia vivida en primera persona.
Fue en 1997 y en
Nápoles, donde se conserva una gran devoción por Don Dolindo y aún
se recordaba por ejemplo, su "apostolado
del paraguas": en los días de lluvia, solía salir con él
para, con el pretexto de resguardarlas del agua, acercarse a las prostitutas en
la calle para hablarles de Dios.
Monseñor Pappalardo era un
sacerdote de la diócesis de Rieti (Lacio), ordenado hacía cinco años, que
acababa de entrar a trabajar en la entonces Congregación para las Causas de los
Santos, en el Vaticano, y se encontraba en la ciudad del Vesubio alojado en
casa de unos familiares. Por las mañanas acudía a decir misa a la iglesia de San Pascual en el barrio napolitano de Chiaia.
Altar mayor de la iglesia de San
Pascual. En el ábside, por donde aparece una mujer, se ve un banco, donde
probablemente tuvieron lugar los hechos que narra Pappalardo.
Un domingo llegó al templo algo
apurado, poco antes de la misa: "Para llegar a
la sacristía se pasaba por detrás del altar, y detrás de este espacio estaba
sentado un sacerdote anciano, con sotana y con una bolsa negra
en el suelo en cuyo interior había lo que le parecieron ser piedras.
Tenía las gafas redondas y
estaba rezando con un pequeño breviario", explicó Pappalardo a Luciano Regolo, director de Famiglia
Cristiana.
Monseñor Pappalardo cuenta a
Luciano Regolo su experiencia con Don Dolindo.
Don Giacomo pensó que estaba allí
para confesar, y quiso aprovechar la ocasión antes de celebrar, así
que se acercó a aquel sacerdote y le preguntó si podía hacerlo. Él levantó la vista,
le sonrió y le dijo:
-Pero, angioletto [angelito], ¿no tienes que celebrar ahora? ¿De dónde vienes?
Pappalardo le explicó brevemente
su recién estrenado destino en Roma, en el dicasterio del que, casi treinta
años después, es canciller: "Al oír esto,
me dijo. '¿Me vas a hacer santo?' Le sonreí y le dije que sí, pero que
para ser proclamado santo hay que estar en el paraíso, es decir, muerto".
"¡Bah, eso es
solo un pequeño detalle!", bromeó el
sacerdote.
Este breve intercambio
humorístico no dejó tiempo para la confesión, así que don Giacomo entró en la
sacristía y se revistió para decir misa. Al concluirla, el viejo cura ya no estaba. Lo describió
a los habituales de la parroquia y les preguntó quién era, pero nadie supo
decirle nada: "Tampoco me sorprendió. Pensé
que podía ser un sacerdote de paso que se había sentado un momento en la
iglesia. No le di importancia, pero el hecho me quedó grabado en la memoria
como un recuerdo agradable".
EL
DESCUBRIMIENTO
Un tiempo después, aún en
Nápoles, conoció a un anciano con quien acabó hablando de santos, y en
particular del Padre Pío, y en la conversación surgió Don Dolindo, de quien el
flamante monsignorino no había oído hablar. El hombre le contó quién era y le enseñó
una estampa que llevaba en la cartera, porque él había sido
hijo espiritual de Don Dolindo.
Giacomo Pappalardo, en una entrevista del
19 de noviembre de 2020 en la cadena episcopal italiana TV2000 en la que relató
este encuentro con Don Dolindo en el quincuagésimo aniversario de su muerte.
"Reconocí al sacerdote con quien había hablado algunas
semanas antes" explica Pappalardo, "y aunque aquello me sorprendió, luego
intervino la racionalidad y me dije que sería una persona que
se le parecía, aunque la semejanza era idéntica, en
particular esas pequeñas gafas redondas".
Con todo, le picó la curiosidad y
empezó a profundizar en
la vida de Don Dolindo Ruotolo, y supo de dos características que le dejaron
estupefacto. Una, la penitencia que
practicaba para expiar los pecados propios y ajenos, consistente en ir cargado
con una bolsa llena de piedras como la que
él había visto al lado del sacerdote. Y otra, que Don Dolindo solía usar con
las personas que se acercaban a él ese apelativo de angioletto que
le había dirigido aquel sacerdote.
Desde ese momento, Pappalardo no tuvo duda de que había sido testigo de una bilocación de
Don Dolindo: "Luego, reflexionando sobre lo
que me había dicho ["¿Me vas a hacer santo?"], pensé que
probablemente en el plan de Dios estaba que yo me interesase por esta causa.
Entonces empecé a profundizar en la figura, a leer, con cosas de gran
profundidad teológica y en particular sobre la Sagrada
Escritura".
"JESÚS,
OCÚPATE TÚ"
En efecto, sus Comentarios a la Sagrada
Escritura (Casa
Mariana Editrice), que ocupan veintitrés volúmenes,
son muy apreciados entre los especialistas, y se suman a otras obras más
divulgativas sobre su vida y obra, como la biografía escrita por el propio
Luciano Regolo y Grazia Ruotolo, sobrina de Don Dolindo, recientemente editada
en español: Jesús, ocúpate tú (Voz
de Papel), que alude a su célebre Oración
de Abandono para los momentos de dificultad.
Don Dolindo está enterrado en Nápoles, en la iglesia de San José de los Ancianos e Inmaculada de
Lourdes, adonde Pappalardo ha ido más de una vez a
reencontrarse con aquel supuesto confesor al que, quizá sí, termine 'haciendo santo', al menos en la parte que le toca
como miembro del Dicasterio. "El legado
de Don Dolindo es inmenso", concluye,
"era muy querido, por el Padre Pío y por su
apostolado por las calles, en contacto con todos, con los más pobres y
marginados, en particular con las personas más alejadas de Dios. Sabía
acercarse a ellas y esto no puede ser sino la gracia del Señor. Es una figura
que debe ser descubierta".
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