EL PADRE FELICIANO RODRÍGUEZ HA ESTUDIADO LAS CIFRAS TOTALES Y CIENTOS DE TESTIMONIOS
Mártires de la guerra civil española, no menos de
diez mil víctimas: doce obispos y miles de sacerdotes diocesanos, religiosos y
religiosas.
El 6 de noviembre, la Iglesia española celebra la memoria
litúrgica de los mártires asesinados en la intensa
persecución religiosa vivida, sobre todo, en los seis primeros meses de
la guerra civil,
pero que se extendió hasta su finalización en 1939 y había tenido
precedentes en el golpe de Estado socialista de 1934 contra la Segunda
República.
Para hablar de ellos, el youtuber católico Enriquísimo TV conversó largamente con Feliciano Rodríguez Gutiérrez, quien ha publicado varios
libros al respecto. Charlaron en la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava de
Madrid, de la que es rector, donde en 2015 se inauguró un icono representativo de
los mártires de la diócesis madrileña.
Es bueno hablar de los
mártires, afirmó el sacerdote, "porque
son el tesoro de la Iglesia" y su gran "fuerza
evangelizadora". Del mismo modo que "la
primera evangelización se hizo sobre la sangre de los mártires", y
por eso dijo Tertuliano aquello de que la sangre de los mártires es semilla de
cristianos, "hoy estamos en un momento de secularización
avasalladora, y la nueva evangelización, o se hace sobre la sangre de
los mártires o seguramente no habrá evangelización".
NO
MENOS DE DIEZ MIL MÁRTIRES
En cuanto a las cifras, Madrid es
la diócesis que en términos absolutos más mártires ha tenido de toda España,
aunque en términos relativos la más castigada fue Barbastro, donde fue asesinado el 90% del clero. En la hoy archidiócesis
madrileña se contabilizan más de cuatrocientos sacerdotes diocesanos y casi setecientos
religiosos y religiosas como
víctimas mortales del odio a la fe, sin contar a los laicos.
El total nacional suma "no menos de
diez mil mártires" (1.523 ya beatificados), el 80% de ellos
entre julio y diciembre de 1936, y de ellos se conoce la cifra exacta de
los sacerdotes diocesanos, 4235, un grupo
mayor que el de los religiosos, aunque por el momento son más los religiosos
beatificados.
"No es bueno
decir que son mártires de la guerra civil, porque son
mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar durante la
guerra civil", precisa don Feliciano, y de hecho
"no estaban en un bando o en otro, eran
ajenos a la guerra".
Enrique le pregunta sobre
las motivaciones de una masacre tan intensa y cruel: "Hay una razón fundamental básica que es teológica o
espiritual. Cristo dijo 'no he venido a traer paz sino guerra'. Hay una
confrontación entre la luz y las tinieblas, y si Dios viene a traer la luz y
la tiniebla se resiste, hay una guerra inevitable. Por tanto,
"la razón fundamental del martirio es el rechazo de Dios".
TENSIÓN
MARTIRIAL
Y añade que eso es algo para lo
que todo cristiano debe estar preparado:
"Jesucristo dijo una profecía: 'A vosotros os perseguirán y a algunos de
vosotros os matarán'. En una Iglesia en la que el fundador ha
predicho la realidad del martirio, todos tenemos que vivir con tensión
martirial".
Por tanto, la razón fundamental
del martirio es "el pecado, el odio a la fe, la
acción del demonio que instiga a personas a que odien".
Pero en el caso español en particular, "por
detrás están las ideas marxistas que habían envenenado al pueblo y a muchos sectores
políticos con la idea de que la religión es el opio del pueblo
y hay que erradicar la Iglesia; eso corría mucho entre las bases
proletarias".
LA
ALEGRÍA DEL MARTIRIO Y EL HORROR DEL MARTIRIO
Durante la conversación se
describen algunos casos singulares.
Luis Francisco
Castelló, cuya carta a su novia se ha conservado como un impresionante
testimonio de fe martirial.
Como el del laico Luis Francisco Castelló, estudiante de Química, de quien se
conserva la carta que dirigió a su novia el día antes de su asesinato: "Me pasa una cosa extraña. No puedo sentir ninguna
pena por mi suerte. Una alegría interna intensa, fuerte me embarga. Quisiera
escribirte una carta triste de despedida, pero no puedo, estoy
rodeado de ideas alegres, como un presentimiento de la gloria".
"Cuando ves
estos ejemplos de martirio de amor, de perdón a los enemigos, que no hay
resentimiento, ni una gota de odio, dices... ¡aquí está Dios!", comenta Rodríguez: "Los mártires son
para nosotros una demostración de la existencia de Dios. El que lo quiera ver,
lo ve... Hay muchos mártires que, de no haber sido mártires, habrían sido
canonizados igualmente. Es muy difícil que uno sea capaz de aceptar
el don del martirio si no ha llevado una vida entregada, generosa, el 'martirio
blanco de cada día' que nos pide Dios a todos: morir cada día a ti mismo".
Otro caso es el de Enrique Boix, sacerdote que "murió con una muerte atroz: le torearon, le dejaron
la noche entera desnudo atado a un árbol con obscenidades, le mataron con un
estoque, como se mata a un toro. Los mismos que lo hicieron quedaron avergonzados,
hicieron una especie de pacto de silencio". Uno de ellos,
arrepentido, dejó encargado a su hija que cuando muriese le llevase
al párroco un relato de lo sucedido, que fue como se conocieron los
detalles.
O Juan Huguet,
un joven menorquín de 23 años que solo llevaba un mes y medio ordenado
sacerdote (le ordenó el obispo Manuel
Irurita, también mártir).
Fascinado por historias como la del sacerdote mártir mexicano Miguel Agustín Pro, le decía a su madre: "¿No te gustaría tener un hijo mártir como el padre
Pro?". Cuando el brigada Pedro Marqués le apuntó a la cabeza ordenándole que escupiera
sobre el crucifijo, abrió los brazos en cruz y gritó ¡Viva Cristo Rey!, recibiendo
dos disparos mortales.
'El beato Juan Huguet' (Encuentro)
es una obra de Feliciano Rodríguez sobre este sacerdote y otros dos más, cuyas
historia se abordan con detalle antes de un estudio sobre las cifras y
distribución geográfica y temporal de los sacerdotes diocesanos asesinados en
odio a la Fe.
"Al final de
la guerra", añade Rodríguez, Pedro Marqués se
convirtió. Podía haber huido, pero se quedó. Desde que le mató, la conciencia
no le dejó tranquilo. Después de enjuiciarle, antes de fusilarle, fue a misa, se confesó, después de la misa se acercó al sacerdote y le
dijo: 'En este abrazo quiero abrazar a aquel
sacerdote a quien yo maté
injustamente, lo que me ha remordido desde que lo hice'".
La entrevista completa
de Enrique al padre Feliciano Rodríguez.
Al valorar todo esto, Feliciano
Rodríguez recuerda que el martirio es una gracia que España recibió bien
dispuesta: "Hay que aprovechar los dones de
Dios. No se conoce ningún caso que haya apostatado en el
momento del martirio. Ése era el nivel de fe que había entonces en
España".
A
VECES EL MARTIRIO ES LA SOLUCIÓN
En aquel momento "todo el corazón de España era cristiano. Había mucho fervor,
la familia estaba unida, había muchos frutos naturales de la familia, nadie
dudaba de la fe. Era un momento realmente maravilloso para que el Señor hiciese
esa cosecha de mártires, que son para nosotros un tesoro y una esperanza".
Hoy es distinto, "con la ola de secularización que estamos viviendo,
cómo se están cerrando monasterios, como están bajando las vocaciones, cómo se
están relajando muchas órdenes religiosas. Son momentos muy distintos. Aun
así es posible que llegue el martirio, porque a veces es la solución".
C.L.
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