LOS DEMONIOS NO CAMBIAN: LA SOCIEDAD Y LOS CINEASTAS, SÍ
En 'El exorcista: creyente' falla lo que no fallaba
en 'El exorcista' de 1973: la teología y el acomodamiento al mundo moderno.
Este viernes se estrena El exorcista: creyente, una película de David Gordon Green que
busca enlazar con la historia original.
La dirigida en 1973 por William Friedkin (1935-2023)
se basaba en la novela de 1971, del mismo título, de William Peter
Blatty (1928-2017), quien
por su parte ganó el Oscar al mejor guión.
Pero El exorcista ya
tuvo sus propias secuelas. Una fue inmediata y
comercial, El exorcista II: el hereje (1977) de John Boorman,
que contó de nuevo con Linda Blair como "la niña", pero que no fue
reconocida por Blatty como parte de la saga. Y las otras dos, La novena configuración (1980)
y El exorcista III (1990), las dirigió el mismo Blatty, cuya
intención fue que guardasen con la primera una unidad centrada en el
planteamiento de las grandes
cuestiones sobre
Dios, el más allá, los demonios, el mal, etc.
No hay que olvidar que Blatty
era católico de
nacimiento y fe y Friedkin, aunque judío de
origen y agnóstico mucho tiempo, se confesaba católico aunque no llegó a
convertirse formalmente.
[Lee en
ReL:
Muere Friedkin, director de «El
Exorcista»: «Hice la película para difundir el Evangelio», aseguró
William Blatty, autor de la
novela y guión de «El exorcista»: «Quise hacer una película apostólica»]
Con El Exorcista: creyente cambia
por completo el paradigma religioso. Más allá del título, de
la estética de la posesión -ya muchas veces vista- y de la participación de la
nonagenaria Ellen Burstyn en
el papel de la madre de Regan (esa niña poseída que, medio siglo después, nos sigue
poniendo los pelos de punta), los puntos de contacto teológicos con aquel film
pionero se han esfumado.
Joseph Holmes, director de numerosos cortos y crítico cultural y
cinematográfico, incide en esta cuestión en su crítica de la película -donde
también reconoce puntos buenos- en Religion Unplugged.
La recogemos a continuación:
EL
DEMONIO ESTÁ EN LOS DETALLES: POR QUÉ EL EXORCISTA: CREYENTE RESULTÓ
TAN MAL
Es muy propio que tengamos tantas
películas de exorcistas este año, dado que se cumple el quincuagésimo aniversario de El
exorcista, la original, la de 1973: la
película que dio carta de naturaleza al terror (fue la primera película de
terror nominada al Óscar a la mejor película) y se convirtió en una de las
películas de mayor recaudación de todos los tiempos, dando origen a todo un
género.
Solo en este año, hemos tenido
películas taquilleras de Hollywood como El exorcista del Papa,
discursivos thrillers basados en la fe como Nefarious y
documentales [Sal, en el nombre de Jesús]
sobre el auge de los ministerios pentecostales de liberación (lo que ellos
llaman exorcismos).
Tráiler de 'Come out in Jesus
name [Sal, en el nombre de Jesús]', un documental sobre los ministerios de
liberación en el ámbito pentecostal.
Claramente existe un interés en
este asunto… y nunca ha habido mejor momento para que la franquicia original reclame
su corona.
Por desgracia, esta última
entrega no solo no está a la altura de la original (lo cual nadie esperaba),
sino que invierte el mensaje original para ofrecer una nueva interpretación de lo que debería ser la fe que acaba cayendo en el ridículo. El exorcista: creyente quiere
“actualizar” la película original negando la fe real y
sustituyéndola por un moderno sentimiento comunitario, pero solo
consigue “actualizarse” hasta la irrelevancia.
La película narra la desaparición
de dos niñas en el bosque y su regreso tres días después sin recordar nada de
lo que les ha sucedido. El padre de una de ellas acude en busca de Chris
MacNeil, que quedó afectada para siempre por lo que le sucedió a su hija cincuenta años atrás.
La actriz Ellen Burstyn (n. 1932)
es el nexo de unión entre 'El exorcista' y 'El exorcista: creyente', al
interpretar al personaje de Chris MacNeil cincuenta años después.
Hay cosas realmente buenas en El
exorcista: creyente.
-La película capta algo de lo que
hizo buena la película original, y dedica mucho tiempo a los personajes,
como en un drama normal, antes de convertirse en una película de terror
sobrenatural.
-Cuando mantienen conversaciones
sobre la fe, algunas de ellas se parecen realmente a las
conversaciones sobre la fe que yo he mantenido o mantendría en una situación
como esta con personas de creencias diversas.
-El relato de uno de los
personajes sobre su historia de aborto resultó sorprendente,
pero también profundamente emotivo.
-También me gustó el hecho de que
algunos de los héroes que pensábamos que
resolverían el problema no lo consiguen, del mismo modo que los supuesto héroes
de la ciencia y la psicología de la primera película resultaban inútiles contra
el demonio.
Tráiler de 'El
exorcista: creyente'.
Pero el principal punto fuerte de
la película es también su mayor y más desconcertante oportunidad
perdida. A diferencia de la película original, que enfrenta a la
ciencia moderna contra lo sobrenatural, esta película presenta a diversos
personajes con diversas creencias e interpretaciones sobre lo que está
poseyendo a las niñas que tienen que unirse para
detenerlas. Y, sin embargo, apenas ahonda en las creencias de los personajes, más allá del ateísmo del
padre, y apenas muestra el conflicto entre los grupos. El conflicto sobre “quién hace la interpretación correcta” nunca
llega a ningún lado y la catarsis de que todos dejen de lado sus diferencias y
se unan es irreal.
Y en última instancia -más allá
de la cuestión del mensaje, sobre los que incidiremos después-, la película
toma tierra de forma en exceso genérica. Una vez que comienzan las posesiones
demoniacas, hay muy poco que parezca distinto a lo que ya hemos visto una y otra vez en
cuestión de exorcismos. Hay un par de momentos inquietantes y un poco más
de nihilismo de
lo normal, pero nada que resulte impactante. Incluso esos intentos de nihilismo
subversivo se hicieron mejor en Háblame
[Talk to me], una película de este mismo año.
Tráiler de 'Háblame'.
Se tiene la sensación de
que El exorcista: creyente realmente no tiene nada que decir ni
ofrece razón alguna para el regreso de esta franquicia.
Bueno... esto no
es del todo verdad.
Sí que tiene algo que decir, pero
lo que tiene que decir invierte por completo aquello que hizo tan popular a la
película original es la razón por la cual parece tan superficial. El
exorcista original compartía mensaje con algunos de los más
clásicos blockbusters de los 70 y de los 80. Una constante
en Tiburón [Jaws], La guerra de las galaxias [Star Wars], Halloween o La jungla de cristal [Die hard] era la incapacidad del mundo moderno para enfrentarse al mal que existe en este mundo. En otras
palabras, era necesario acudir a valores y creencias
pasados de moda para
combatir ese mal, ya fuese el tiburón de Tiburón (1975), el
Imperio en La guerra de las galaxias (1979),
un asesino perturbado que es “puro mal” en Halloween (1978) o los atracadores
de La jungla de cristal (1988).
El exorcista era la
más explícita de todas esas películas, al presentarnos a una niña poseída por un demonio,
cuya madre tiene los medios económicos y los recursos necesarios para darle
todos los tratamientos que el dinero y la ciencia moderna pueden comprar. Uno
por uno, todos esos recursos de la era moderna se revelan inútiles… hasta que
la madre tiene que volver a la Iglesia, a la que considera una
institución arcaica que ella
apenas había considerado.
Lo cierto es que El exorcista: creyente también
sigue la tendencia principal de muchos de nuestros modernos blockbusters,
que no consiste -a diferencia de la tendencia anterior- en un retorno a los
viejos valores y mitos, sino en reescribirlos para acomodarlos
a nuestra moderna visión del mundo. Las secuelas de Star Wars tuvieron
que reescribir las tradiciones del Jedi como algo que había que rechazar para
asumir las nuevas. En la nueva Blancanieves de
Disney no hay enanitos, y ella no tendrá que buscar el amor ni un príncipe que
la rescate. Wicked y Maléfica reescriben El mago de Oz y La
Bella durmiente, respectivamente, para
que los malos originales se conviertan en los nuevos héroes.
[Atención:
a partir de aquí hay algún 'spoiler'. Se da por conocido y se comenta el final
de 'El exorcista' y se apunta -sin desvelarlo del todo- el final de 'El
exorcista: creyente'.]
Del mismo modo, El exorcista: creyente reescribe
el ritual del exorcismo para que estén representadas todas las creencias -en
realidad, ninguna creencia: ¡hasta se emplea seriamente la palabra “placebo”!)-
y para que el demonio sea más fuerte que cualquier creencia.
Chris McNeal, la madre de la
primera película de El exorcista,
explica al padre protagonista en esta nueva versión que ha dedicado las últimas
décadas a investigar los exorcismos y ha encontrado que cada cultura tiene uno. En otras palabras, lo que está
diciendo es que lo realmente importante de combatir el mal es que ello une a las personas.
“Sí, todos nos
unimos para afirmar nuestra fe en Dios", dice, "pero también nos unimos para afirmar nuestra fe unos
en otros”.
Es esa conexión humana entre
ellos el auténtico poder, y es ese poder, a fin de cuentas, lo
único que incluso está a punto de reunir de nuevo a padre e hija.
Hay que decir que esto era
también un fallo en la película original de El exorcista. Al final de aquella
historia, el ritual era incapaz de derrotar al demonio,
así que uno de los sacerdotes tenía que ofrecerse a sí mismo al demonio y
suicidarse para conseguir la victoria final.
Pero era el único apunte en esa
línea. El mensaje más fuerte con el que sales de ella es el de la realidad del demonio y nuestra necesidad de Dios. De hecho,
ese mensaje era tan potente que uno de los mejores amigos de mi padre se hizo cristiano tras
ver la película.
Esta re-creación humanista de El
exorcista suscita bastantes problemas.
Primero, aplasta la tradición
religiosa y cultural con profunda arrogancia, al intentar combinar
diferentes creencias y sus conceptos sobre el demonio (que son muy diferentes,
como se desprende del episodio El
exorcista: creyente de la serie de
crítica cinematográfica Film Theory).
Y lo que es peor: esta concepción
pretende destruir la fe y sustituirla por algo distinto. Para el
cristiano, la fe implica admitir que no puedes salvarte a ti mismo -ni con la ayuda de tus amigos- y recibes la
salvación libremente dada por Dios sometiéndote a su autoridad. En la nueva fe con la que esta película intenta
sustituir a la anterior, el objetivo de la religión no es la relación con Dios,
sino con la comunidad.
Indudablemente, esa idea tiene
seguidores. Ryan Burge, brillante
sociólogo, aducía en un podcast de The Spectator que
para que la gente regrese a la iglesia hay que basarse en la búsqueda de una
comunidad, porque nunca volverán por la fe. Lo más importante de la religión
serían los vínculos comunitarios que construye. Y puesto que, como muchos
piensan, la fe auténtica está “pasada de moda”, tenemos
que re-imaginar la fe como referida a la
comunidad, más que a Dios.
Pero como apuntaba el anfitrión
de ese programa, Damian Thompson, tal idea se ha intentado y
fracasó.
Las denominaciones del cristianismo en el Reino Unido y en Estados
Unidos -ya sea la Iglesia de Inglaterra o el protestantismo tradicional en
Estados Unidos- que más han asumido que en el cristianismo “lo principal es la comunidad” son las que más
miembros han perdido y con mayor rapidez. Sin embargo, como Burge mismo dice en
el libro The Great Dechurching,
el cristianismo que está creciendo está más próximo a esas
denominaciones pentecostales conservadoras e hiper-espirituales que refleja el
documental Come out in Jesus name [Sal
en nombre de Jesús].
C.S. Lewis dijo una vez: “Lo que no es eterno está eternamente
desfasado”. En efecto, la
fuerza de la película original El exorcista era que ayudaba a la
gente a recobrar la fe mediante un camino auténtico que existía
antes que ellos y existiría mucho después de que ellos se hubieran ido. Por el
contrario, El exorcista: creyente intenta reescribir la fe para encajarla en la
sensibilidad moderna. Al final, lo único que hace es
convertirse a sí misma en algo prescindible que será olvidado más pronto que
tarde.
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