María de mi niñez, la que me arrulló, me abrazó y me protegió en todo momento aunque muy ingrata yo por algunos años a pesar de tantos favores concedidos y tantas muestras de amor en aquella época más maravillosa de mi vida, mi chiquititud.
Aún así, agradecida
estoy, más no contenta de mis tropiezos, porque fue gracias a estos que me di
cuenta de lo vulnerable que soy sin Dios y el amor de Su Madre, ¡y es que no
hay rayito sin sol y el sol de mi vida son y serán siempre ustedes.
Hoy en tu día solo puedo abrazarte en oraciones hasta que
pueda conocerte alguna vez si llego a cumplir la misión a la que todos estamos
llamados como cristianos desde la vocación que tengamos, la santidad.
¡Feliz cumpleaños, madre hermosa, mama Santa! Mi infancia la
marcaste, y deseo que continúes a mi lado todo lo que me queda de vida hasta la
eternidad. Concédeme la gracia, a través de tu intercesión, de una verdadera
conversión y de obtener lo que pide mi corazón siempre que sea para gloria de
Dios.
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