TODO LO QUE DEBES SABER SOBRE EL EPISODIO MÁS OSCURO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
El actor Hugo Becker da a vida en la película
"Vencer o Morir" a Charette, uno de los líderes de los alzados de la
Vendée, que siempre llevaban prendido en el pecho el Sagrado Corazón de Jesús.
El alzamiento
católico en la Vendée durante
el periodo de terror de la Revolución francesa y la posterior represión
sistematizada y brutal que sufrieron los habitantes de esta región ha sido
durante mucho tiempo silenciada o cuando menos minimizada.
Fue así porque de otro modo sería
reconocer que el sistema instaurado basado en la “libertad,
igualdad y fraternidad” y su supuesta defensa de los derechos del hombre
fue cimentada sobre el primer genocidio de la era
moderna, producido entre 1793 y 1794.
La guerra contra los vandeanos,
la "limpieza" que conocidos generales franceses, algunos considerados héroes nacionales, llevaron a cabo matando sin miramientos y en masa a ancianos, mujeres, niños y hasta a
los bebés recién
nacidos, ha supuesto desde ese momento y hasta nuestras fechas una situación
incómoda para las autoridades francesas.
Durante más de un siglo se ha
explicado lo sucedido en la Vendée como una pequeña guerra civil circunscrita a
esta pequeña región, aunque en realidad afectó a una zona
bastante mayor, porque
también los departamentos vecinos se levantaron contra las autoridades de
París.
Fue mucho más que una guerra
civil. Campesinos y nobles se alzaron juntos unidos por su fe
católica y en defensa de la
monarquía y las tradiciones que de un plumazo estaban siendo destruidas. Se
puede decir que el aspecto religioso no fue uno
más, sino que fue un componente principal.
Una nueva norma revolucionaria, la Constitución Civil del Clero,
obligaba a los sacerdotes a jurar fidelidad a la Revolución. Fue
una llama que prendió entre estos habitantes, que nunca aceptaron a los
sacerdotes juramentados y auxiliaron siempre a los refractarios fieles a Roma. La represión también tuvo en cuenta este carácter
católico de
religiosidad inquebrantable de los habitantes del extremo occidental de
Francia.
***
¿QUÉ
FUE EL ALZAMIENTO CATÓLICO DE LA VENDÉE?
Aunque el Régimen de Terror quiso
circunscribir a la región de la Vendée el alzamiento católico y monárquico, en
realidad fue un territorio mayor que comprendía varios departamentos los que se
levantaron durante este periodo de la Revolución Francesa y que serían masacrados entre 1793 y 1794 en
lo que se considera el primer genocidio de la era moderna.
Campesinos, comerciantes y nobles
lucharon unidos por su fe católica, que estaba siendo fuertemente atacada, y
también por el Rey, al que los revolucionarios guillotinarían en 1793. El
descontento crecía en unas regiones tradicionales que no apoyaban lo que
llegaba de París, pero fue una cuestión religiosa lo
que acabaría prendiendo la mecha y
el descontento de los vandeanos y habitantes de otras regiones limítrofes: la
Constitución Civil del Clero que exigía a los sacerdotes a jurar fidelidad a la
Revolución y no a Roma. La mayoría de los sacerdotes se negó y fueron
perseguidos, por lo que tuvieron que esconderse. El pueblo apoyaba a estos
religiosos y acudía a verlos en secreto, mientras que despreciaban a los curas
juramentados que apoyaron la Revolución francesa.
Tras el asesinato de Luis XVI el
21 de enero de 1793 y el inicio de la guerra contra España en marzo, la
Convención ordenó una leva de 300.000 hombres, que fue la chispa que encendió
la rebelión. Los vandeanos, adheridos a la monarquía católica, se distinguieron
particularmente en ese rechazo a las autoridades revolucionarias. Y tenían un lema “Dios y Rey”.
El levantamiento popular, en
ocasiones sin más armas que los aperos de labranza, fue tan entusiasta que
infligió a los azules derrotas memorables, de forma que los caudillos católicos
se convirtieron en mitos, comenzando por el primero de ellos, Jacques Cathelineau, muerto en combate, y siguiendo por
nombres de leyenda como François de Charette o el
conde de La Rochejaquelein. Hasta
40.000 soldados lograron presentar en orden de batalla los
contrarrevolucionarios, que estuvieron a punto de conquistar Nantes. Llegaron a
sumar más de cien mil hombres.
Película de
"Vencer o morir" los vandeanos infringen una dura derrota a los
azules.
La Convención
comprendió que la mecha vandeana podía prender en todo el país por
motivos similares, y fue entonces cuando se tomó la decisión del genocidio: el
decreto de 1 de agosto de 1793, que incluía el envío a la región de cantidades
ingentes de materiales combustibles de toda clase. El pueblo no combatiente
abandonó masivamente la zona, en número de 80.000 personas, mientras los
revolucionarios saqueaban y quemaban sus casas.
Aquellas fuerzas revolucionarias,
uniformadas, al mando de generales que luego destacarían bajo Napoleón,
debidamente respaldadas por el Comité de Salud Pública, fueron denominadas "columnas infernales". Al final, la misma Convención que había
ordenado el genocidio y amparado su brutalidad tuvo que reconocer, el 29 de
septiembre de 1794, que "jefes bárbaros, que
osan aún decirse republicanos, han hecho degollar, por el placer de degollar, a
viejos, mujeres, niños. Municipios patriotas incluso han sido las víctimas de
esos monstruos de los que no detallaremos las execrables actuaciones".
¿HUBO
UN GENOCIDIO EN LA VENDÉE? ¿SE ORDENÓ UNA MATANZA SISTEMATIZADA?
“Ya no hay Vendée.
Ha muerto bajo nuestro sable libre, con sus mujeres y sus niños. Acabo de
enterrarlos en la marisma de Savenay. He aplastado a los niños bajo los cascos de
mis caballos, masacrando a las mujeres que ya no alumbrarán más bandidos. No
tengo prisionero que reprocharme. He exterminado todo…. Los caminos están
sembrados de cadáveres. Hay tantos que en algunos puntos forman pirámides”.
Esto escribía el general Westermann al Comité de Salud Pública, tras haber sido
enviado a esta región a arrasar con todo y con todos, dando muestra del terror
que se llevó a cabo y del objetivo de acabar con todos los vandeanos católicos
y monárquicos en una matanza sistematizada.
Este genocidio, que puede ser
considerado primero de la era moderna, es fácilmente documentable porque sus
propios autores se jactaron de ello en cartas y testimonios. El general Grignon, primero en entrar a arrasar la Vendée dijo
también: "Camaradas, entramos en el país
insurrecto. Os doy la orden de entregar a las llamas todo lo que sea susceptible de
ser quemado y pasar al filo de la bayoneta todo habitante que encontréis a
vuestro paso. Sé que puede haber patriotas [ciudadanos afectos
a la Revolución] en este país; es igual, debemos sacrificarlo todo".
La Convención no reconocía como personas
a los vandeanos, de ahí que los asesinatos masivos se realizaran sin escrúpulos
y sin tener en cuenta la edad, sexo o condición de las personas. El comandante
Periguaud escribía: “Padres, madres, niños, todo ha
sido destruido”, mientras que el ayudante del general Rouyer también
dejaba constancia por escrito: “Fusilamos a todo el
que cae en nuestras manos, prisioneros, heridos, enfermos en los hospitales”.
Por su parte, el general Turreau
daba estas instrucciones a las llamadas “columnas
infernales” que debían llevar el terror revolucionario a esta zona
mayoritariamente católica y monárquica: “Todos los
bandidos que sean encontrados con las armas en la mano serán pasados al filo de
la bayoneta. Se obrará de la misma manera con chicas, mujeres y niños que se
encuentren en este caso”. Y también añadía: “Todos los pueblos, alquerías, bosques, retamas y
generalmente todo lo que pueda ser quemado será entregado a las llamas”.
Estas citas que recopila el
historiador Alberto Bárcena en su libro La guerra de la Vendée (San
Román), se entienden aún mejor con los ejemplos de la industrialización
del asesinato que se llevarían a cabo, y que guardan gran similitud con varios
de los conocidos genocidios del siglo XX, llevados a cabos por regímenes
comunista o el nazi.
El miembro de la Convención, Jean
Baptiste Carrier lo puso en práctica en Nantes. Cada día fusilaba grupos de
cien a doscientas personas, pero era un método que le parecía lento e insalubre
puesto que los cadáveres se acumulaban y causaban epidemias. Y así fue como se
le ocurrió un sistema más rápido: los ahogaba en el río Loira. Amontonaba a los prisioneros en gabarras que luego eran hundidas. El primer ensayo lo hizo
con 90 sacerdotes, y dado el éxito, a partir de ese momento cada día se
apartaban en la cárcel a cien o doscientos presos que eran aniquilados con este
sistema de asesinatos masivos.
Muchos son los testimonios que se
guardan. El capitán Dupuy, del batallón de la Libertad, escribía así a su
hermana: "Por todas partes donde pasamos, llevamos la
llama y la muerte. La edad, el sexo, nada es respetado. Un voluntario
mató, con sus propias manos, a tres mujeres. Es atroz, pero la salvación de la
República lo exige imperiosamente. No hemos visto un solo individuo sin
fusilarle. Por todas partes la tierra está cubierta de cadáveres".
El cirujano Thomas describía
igualmente escenas horrorosas: "He visto
quemar vivos a hombres y mujeres. He visto ciento cincuenta soldados maltratar
y violar mujeres, chicas de
catorce y quince años, masacrarlas después y lanzarse de bayoneta en bayoneta
tiernos niños que habían quedado al lado de su madre sobre las baldosas".
Hay datos aún más escalofriantes,
como la utilización de la piel de las víctimas, un hecho documentado en varias
causas judiciales e incluso en un informe oficial del capitoste revolucionario
Saint-Just: "Se curte en Meudon la piel humana. La piel que proviene de hombres es de una
consistencia y de una bondad superiores a la de las gamuzas. La de los sujetos
femeninos es más flexible, pero presenta menos solidez".
Bárcena afirma que “no parece exagerado calificar de genocidio” lo ocurrido en La Vendée, pues cree que según la información
disponible “existía un propósito firme y organizado
desde el poder de terminar con los habitantes de aquella región en la que
fueron la mayoría los que se negaron a acatar la nueva legislación
revolucionaria”.
ALGUNAS
CIFRAS SOBRE LA REPRESIÓN EN LA VENDÉE
Alberto Bárcena pone en contexto
este genocidio con las cifras de muertos: "Las
cifras más conocidas, las de Reynald Secher, dicen que desaparecieron unas 117.000 personas, lo que significa una octava parte.
Su profesor, Pierre Chaunu, las eleva hasta 400.000", mientras que fuentes directas como el general
encargado de revisar la región tras someterla habla de 600.000”, explica.
Es decir, va desde un 15% de la población masacrada en las cifras más bajas, y
en más de la mitad, atendiendo a las cifras facilitadas de los cargos militares
encargados de la represión.
Para intentar conocer de manera
aproximada el número de habitantes desaparecidos en la Vendée y en los
departamentos cercanos que también se sublevaron, Reynald Secher,
principal investigador sobre estas matanzas,
se basó en dos datos de población: los
del Antiguo Régimen y los del Imperio. De manera global, la población de
los 773 municipios afectados por la guerra era de 815.029 habitantes en
vísperas de la Revolución. Entre 1792 y 1802 desaparecieron, como mínimo
117.257 personas.
La guerra, y después la brutal represión de las llamadas “columnas infernales” dejó miles de víctimas inocentes ante las
órdenes dadas de arrasar la Vendée. Se exterminó de la misma manera
a niños, mujeres y ancianos, que a hombres en edad de luchar.
Basta el ejemplo de La
Remaudière, una parroquia que pudo conservar sus libros parroquiales y cuyos
datos tienen bastante fiabilidad. Según los datos recopilados por Secher, en
1790 la población era de 1.494 personas, y registró 111
víctimas de la represión o la guerra. De ellas, sólo 9 eran soldados.
Los demás fueron masacrados por la columna de Cordelier entre 10 y el 17 de
marzo de 1794.
Hubo 81 víctimas indefensas que
fueron entregadas a los soldados, de las que 32 eran niños menores de 15 años y
24 personas mayores de 50 años. Entre ellas había también nueve madres de
familia y ocho matrimonios que prefirieron morir con sus hijos a huir sin
ellos. Esta columna mató en este pueblo a tres niñas de un año; una de 2; dos
de 4; otra de 5; y otras dos de 7 y 9 años respectivamente. Entre los niños fue
peor aún. Tres fueron asesinados con un mes de vida. Otro murió con 2 años;
otros dos con 3; tres más con 4, 5 y 6; otros dos con 7; otro con 8; dos con 9;
otros dos 10… En total, 102 vecinos
masacrados, no en la guerra, sino en la represión, donde hubo
prácticamente el mismo número de hombres y mujeres asesinados.
La Revolución francesa,
profundamente anticatólica y anticlerical, tuvo como uno de sus objetivos
principales controlar y destruir la Iglesia.
La Constitución Civil del Clero
fue la gota que llenó el vaso entre una población que ya estaba de por sí en
contra de muchos de los mandatos que llegaban del París revolucionario a las
provincias. Muchos sacerdotes se negaron a jurar esta
Constitución y pasaron a ser llamados “refractarios” y a ser
perseguidos. Entre los encarcelados, y sobreviviendo casi de milagro,
estuvo el sacerdote científico René Just Haüy, considerado hoy el padre de la Cristalografía y
uno de los creadores del sistema métrico decimal.
Durante la guerra de la Vendée y
el posterior genocidio estos sacerdotes que se mantuvieron fieles a Roma fueron
sistemáticamente perseguidos.
Aquí algunas cifras que
ofrece: en la diócesis de Nantes había 1.058 sacerdotes y
religiosos, de los que sólo 159 prestaron juramento a la Constitución Civil del Clero. En Vendée lo
hicieron 207 de 768, y en Anjou, 44 de 332. Una minoría comparada con otras
zonas del país, donde el porcentaje se acercó más al 50%.
Aunque el asesinato de
sacerdotes se llevó a cabo por todo el país, en la zona oeste de la Vendée y alrededores se sumó además
la represión tras este alzamiento. El número de sacerdotes que se habían
escondido era de 580, sin contar los que habían huido.
Fueron asesinados en este periodo
de represión 280 sacerdotes, un 48,3% del total de
sacerdotes refractarios o fieles a Roma.
En Anjou, de 333 sacerdotes
censados en 1789, permanecieron escondidos 192 y desaparecieron de ellos 116.
En Loira-Inferior de 445 sacerdotes se escondieron 141 y desaparecieron 41. En
la Vendée se escondieron 247 y 123 desaparecieron.
En cuanto al patrimonio
inmobiliario, Secher cifra que del total de 56.760 casas que
había en los municipios que se levantaron contra el terror fueron incendiadas
10.309, el 18,06% del total, lo
que muestra la capacidad destrucción de los autores de estas matanzas.
EL
ALZAMIENTO DE LA VENDÉE, EN LOS LIBROS
Pese a que durante mucho tiempo
se ha intentado silenciar el alzamiento católico y el posterior genocidio que
se llevó a cabo por los revolucionarios en la Vendée, durante los
últimos años se ha despertado un gran interés con respecto a este tema, publicándose en español varios libros
relacionados con este levantamiento católico. Y existen tanto ensayos de
carácter histórico como grandes novelas.
Uno de estos libros sorprende
enormemente por su autor, Julio Verne. El conde de Chanteleine (LibrosLibres) es seguramente su novela más
desconocida. Fue originariamente publicada en tres entregas, de octubre a
diciembre de 1864, en el mensual literario Musée
des familles, justo cuando arrancaba su éxito como escritor. Años
después, cuando ya era una celebridad, quiso
convertirlo en un único volumen, pero su editor se negó. Y siguió inédito en
forma de libro durante más de un siglo.
Este veto tuvo razones
ideológicas, pues la novela mira con simpatía el alzamiento católico y
monárquico de los campesinos y nobles de la Vendée contra el régimen de terror
de la Revolución Francesa. Es posible que en la decisión de escribir El conde de Chanteleine pesase en Verne su condición bretona, pues Bretaña, como
todo el oeste galo, fue también zona de resistencia popular
contrarrevolucionaria, y él siempre tuvo a gala ese origen. "Siendo bretón, soy, por razón, por razonamiento, por
tradición familiar, cristiano y católico. Nada
en mis obras puede hacer suponer lo contrario", llegaría afirmar el
escritor.
Un libro imprescindible para
conocer los hechos, los datos y el contexto de este alzamiento y posterior genocidio
es La guerra de la Vendée. Una cruzada en
la revolución (San Román), escrito por
el historiador y profesor Alberto Bárcena. Parte de la tesis doctoral de
Reynald Secher, quien desenterró y provocó una gran convulsión en Francia con
unas tesis que rompía con la inviolabilidad de la Revolución Francesa. Bárcena
aporta su experiencia y acerca al lector español una
cuestión que en Francia hasta ese momento se había querido delimitar a un
pequeño problema regional, pero que supondría el primer genocidio de
la historia contemporánea.
Una familia de bandidos en 1793 (Homo
Legens) es otra gran aportación que a través de una novela relata los sucesos
que acontecieron durante aquellos años en los que una parte importante de la
población, desde bebés a ancianos, serían asesinados de manera calculada. Una novela
que además de emocionante muestra a la perfección la catolicidad de un
pueblo y la sanguinaria ferocidad de sus verdugos.
Anterior al resto, se publicó en
español ya en 1995 un libro también muy revelador, a través del testimonio en
primera persona de una mujer que conoció de primera mano a los líderes del
alzamiento y que sufriría en sus carnes la persecución de los revolucionarios.
Se trata de las Memorias de la Marquesa de La
Rochejaquelein. La Revolución francesa y las guerras de la
Vendée (Actas), cuyo prólogo para su edición española fue
escrito por Alfonso Bullón de Mendoza, reputado historiador y presidente de la
Asociación Católica de Propagandistas (ACDP). Marie Louise-Victorie de Donnisan
fue primero marquesa de Lescure y luego de la Rochejaquelein, siendo viuda de dos de los principales líderes del alzamiento católico y monárquico, de ahí la trascendencia de su
testimonio.
LA
GUERRA DE LA VENDÉE, EN EL CINE
La guerra de La
Vendée también ha llegado a la gran pantalla, y al
igual que ha ocurrido con los libros, el interés que se está despertando sobre
este asunto ha propiciado que se haya producido una película de gran calidad y
más medios que las producciones aficionadas que se habían podido realizar hasta
la fecha.
En Francia se ha estrenado
ya Vencer o morir [Vaincre ou mourir] y relata la historia del
gran líder vandeano: François-Athanase Charette de
la Contrie, conocido como Charette (1763-1796) y que es interpretado
por el conocido actor francés Hugo Becker.
Dirigida por Vincent Mottez y
Paul Mignot y producida por Puy du Fou (el parque temático sobre la historia de
Francia creado por Philippe de Villiers, el filme causó
sensación no sólo entre el público y sino también entre el propio reparto, que en buena medida desconocía esta
epopeya, incómoda para la historia oficial de la Francia post-1789.
Años antes, en 2012, se estrenó La
guerra de la Vendée, que llegó a ser nominada para
recibir el premio Pez de Plata del 3º Festival Internacional de Cine Mirabile
Dictu, bajo el patrocinio del Pontificio Consejo para la Cultura. Lo más
llamativo es que todos los actores eran niños y adolescentes aficionados,
aunque con una producción profesional.
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