EL
EXPERTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO PUBLICA SU NUEVA OBRA, «CAMINO DE ORACIÓN CON
JESÚS»
Brant Pitre profundiza en los fundamentos de la
espiritualidad cristiana, especialmente en la llamada "vía purgativa"
en "Camino de oración con Jesús. Itinerario para un crecimiento
espiritual" (Palabra).
Nacido en 1975, Brant Pitre es un
experto estudioso del Antiguo y Nuevo Testamento y la relación de continuidad
que se da entre ambos. A lo largo de sus libros, el profesor del Augustine Institute ha
mostrado interesantes datos y curiosidades de cara a grandes
dogmas y
centralidades de la doctrina cristiana, como puede ser el origen
veterotestamentario del culto a la Virgen María o
la fiabilidad doctrinal
e histórica de los Evangelios.
Ahora publica el que ha sido
definido como su libro "más
personal", Camino de oración con Jesús.
Itinerario para un crecimiento espiritual (Palabra), en el que
ofrece a interesados, curiosos y seguidores un "mapa de ruta" para seguir a Jesús como guía
principal en
el descubrimiento de la vida interior. Dividido en cuatro secciones -la
oración; camino espiritual; virtudes y vicios y el progreso espiritual, el
autor profundiza en el significado y contenido de las
fundamentaciones bíblicas de la espiritualidad cristiana.
Recogemos su análisis de los ocho pecados capitales, fundamentado cada uno
en base a las fuentes del Antiguo y del Nuevo Testamento, así como las
principales herramientas y métodos "prácticos"
que destaca para hacerles frente mediante la práctica de la virtud:
CONTRA
LA SOBERBIA, ARRODILLARNOS Y BUSCAR EL BIEN AJENO
Pitre comienza subrayando
que para combatir el primero de los pecados capitales, se hace necesario "saber lo que no es". Así,
explica, cuando la tradición cristiana habla del orgullo o la soberbia,
no se refiere a la admiración ante los logros de alguien a quien queremos
o para mostrar el afecto por nuestra patria.
"La soberbia
puede definirse como el amor desordenado a uno mismo o como el
deseo irracional de ser exaltado. En el fondo, el pecado de soberbia nace
de amarnos más que al prójimo, e incluso más de lo que amamos a Dios",
explica.
Pitre destaca además, siguiendo a
Jesús en el Evangelio, que el orgullo no es simplemente "una falta de personalidad", sino "un amor propio desordenado que nace en el
corazón del hombre y que afecta moralmente a la persona".
Para Jesús, dice, "el orgullo no es
solo un fallo, es algo malvado".
¿Cómo hacerle
frente? Pitre destaca que el primer arma
debe ser la "humildad con Dios", pero que en lugar de quedarse en
el mundo de las ideas, tiene una aplicación práctica. Así, propone "arrodillarnos en oración en el suelo y
reconocer que Dios es Dios" o poner todo
nuestro empeño en evitar incumplir los mandamientos". También es
posible aplicarla con el prójimo: "En la
práctica, es el hábito de no colocarnos por encima de los otros y de buscar
en ellos deliberadamente lo bueno.
EL
"REMEDIO DEFINITIVO" CONTRA LA ENVIDIA
Pitre rescata a autores como
Basilio de Cesareao a Gregorio Magno para recordar el "carácter
destructivo particular" del segundo pecado capital, pues
supone "una tristeza irracional por la
buena suerte ajena, un
lamento oculto que llena el corazón de pena por la creencia falsa de que la
felicidad de los otros amenaza la propia. Es el ansia pecaminosa
de apropiarse de lo que es legítimamente del prójimo, como una enfermedad espiritual que devora poco a poco el
alma desde dentro".
¿Existe cura para
esta enfermedad del corazón? El profesor del Augustine
Institute repasa cómo la caridad puede ser "lo
contrario de la envidia" pero da un paso más allá y propone
la misericordia como "el remedio definitivo: mientras que la
envidia se caracterizaría por "entristecerse del bien del prójimo",
esta última lleva a "entristecerse por su desgracia".
Para Pitre, "erradicar la envidia de nuestro corazón" es
fundamental, especialmente si se dirige a aspectos graves como "la esposa o los medios de vida del prójimo". También
propone "pedir a Dios ayuda para crecer en la
virtud de la misericordia" o practicar la caridad "sin esperar
devolución". "La virtud de la misericordia es el remedio
definitivo. En cuanto percibimos los primeros impulsos de tristeza en
nuestro corazón por la fortuna ajena, debemos pedirle a Dios que los bendiga
aún más.
EL
CRITERIO "DEL FINAL DEL DÍA" PARA ERRADICAR LA IRA
Un aspecto interesante es que al
ser la ira "un sentimiento de resistencia
frente a la ofensa o la injusticia", no toda ira tiene por qué ser
mala. De esta forma, puede ser buena siempre que se dirija "al mal, a la injusticia o al pecado", y
se identifica por que "nace del amor y del
deseo de lo bueno". "La cólera pecaminosa es una respuesta
irracional, busca injuriar al ofensor y dañarle por venganza y
nace de la soberbia y la impaciencia", diferencia.
Entre otras formas de
diferenciarla, es útil aplicar el
criterio "del
final del día": "Si el día
ha terminado y aún estamos furiosos, es probable que sea la ira pecaminosa. Si
nos lleva al rencor y a las rencillas, entonces lo es seguro".
Frente a esta ira -que abre la
puerta a "disputas, maldiciones, ofensas verbales y
físicas e incluso al derramamiento de sangre"- Pitre no propone solo "elegir
el perdón", sino "rogarle a Dios
que nos concédala virtud de la gentileza o mansedumbre". "Erradicar
el vicio de la cólera y fomentar la virtud de la amabilidad son otros pasos
cruciales en el camino espiritual que Jesús mostró a sus discípulos",
añade.
EL
"SECRETO DE JESÚS" FRENTE A LA AVARICIA
Al ser la avaricia "un deseo irracional o inmoderado de adquirir dinero
o posesiones que aleja del Cielo y arrastra a las personas a los bienes
terrenales", el cuarto pecado capital es especialmente peligroso
por dos motivos: no solo "expulsa el
amor a Dios y al prójimo" del corazón, sino que "atenta contra los mandamientos que prohíben la idolatría
y la codicia al endiosar a los objetos".
Para identificar si se es víctima
de este pecado capital, propone el sencillo método de "constatar si nos enfadamos o disgustamos al perder dinero sin culpa por nuestra parte".
¿Sucede? Entonces invita nuevamente al auxilio divino para pedir la virtud de la
generosidad. "Si tratamos de liberarnos de un
deseo desordenado de dinero o posesiones, la mejor forma de enterrarlo
será mediante el hábito de regalarlos. Al hacerlo, no solo
evitaremos sucumbir al vicio de la avaricia, sino que habremos
descubierto otro de los secretos de Jesús para alcanzar la felicidad en
este mundo y un tesoro celestial en el venidero", destaca.
Nacido en 1975,
Pitre es Profesor Investigador de Escritura en el Augustine Institute (Denver,
CO) desde 2018, especialista en Antiguo Testamento, autor de varios libros,
conferenciante y colaborador de programas católicos de radio y televisión.
CÓMO
LIBRAR LA GUERRA CONTRA LA LUJURIA Y SABER CUANDO SE VENCE
En el caso de la lujuria -"el deseo de abusar o emplear al el placer sexual
que Dios creó para la unión de los esposos y procreación de los hijos"- llama
a "librar una guerra" en su contra por su
capacidad "de corromper y
distorsionar la capacidad de amar rectamente al prójimo", pero
también "porque no podemos servir a Dios y a
la porneia, porque amaremos a uno y odiaremos al otro".
Destaca un interesante aspecto
válido para analizar cualquier pecado o tentación, pero especialmente útil en
el caso de la lujuria, a la hora de declararle una guerra que en ocasiones
puede "ser larga": "Por mucho que
dure una tentación, no nos dañará si nos desagrada y nos negamos a
ceder".
Añade, además, que la virtud de
la pureza y la castidad no solo se logra al abstenerse de determinados actos
corporales. "No es posible obtenerlo por las
propias fuerzas, sino que solo Dios puede conceder un corazón puro"… Pero
el hombre no es "un cero a la izquierda" y
puede contrarrestar a la lujuria con tres prácticas consolidadas.
"Si con
el ayuno aprendemos a controlar el ansia de comida, también
dominaremos otros placeres físicos. Disciplinar el cuerpo mediante el trabajo
físico nos permitirá aumentar el autocontrol y dominarnos. Si
nos enfrentamos a pensamientos e imágenes lujuriosas en nuestra mente,
tendremos que llenarla con la belleza de las Escrituras,
memorizando y meditando sus frases a diario", menciona.
LOS
"TRES CLÁSICOS" CONTRA LA GULA
Para hablar de la gula, Pitre la
define como un "deseo desordenado o inmoderado
de los placeres de la bebida o de la comida", que en su variante
más severa puede conducir a excesos "hasta el
punto de dañar la salud o hacer que se pierda el control", dañando
al cuerpo en lo físico y al alma en lo espiritual, haciendo además a la persona
"incapaz de orar ante las tentaciones".
Como principales remedios, Pitre
recoge de los clásicos cristianos las armas del ayuno, la abstinencia
voluntaria del comer y el beber, así como de "cultivar un apetito por la alimentación espiritual".
"Para triunfar
en la batalla contra la gula, no basta con tener el estómago vacío. Debemos llenarnos el corazón de verdad, bondad y belleza, leer la Biblia a
diario, desarrollar gusto por los escritos de los santos y autores
espirituales. Cuando lo hagamos, añade, "alejando nuestros deseos de
lo terrenal y acercándolos a Dios, empezaremos a descubrir la
verdad que Jesús deslizó durante su propia lucha contra la tentación".
"CANSARSE
DE HACER EL BIEN" FRENTE AL PECADO DE LOS "PARÁSITOS" CRISTIANOS
En este capítulo, Pitre distingue
entre la incomodidad física, el descuido de los deberes o la negativa a
trabajar -la pereza- o la negligencia
espiritual, la laxitud en la oración o el descuido de los deberes religiosos -la acedia-. Una distinción
importante porque puede darse el caso de personas que sean diligentes en el
trabajo y negligentes en lo espiritual, o viceversa.
La pereza, dice, "evita a toda costa aquello que podría interferir con la comodidad,
la tranquilidad y el ocio; nace de la soberbia y de la idea
errónea de que tenemos derecho a disfrutar de los frutos del trabajo ajeno",
por lo que "no solo es una
desgraciada carencia de la personalidad, sino una enfermedad de la
voluntad" a erradicar.
Para ello, llama a no ser "parásitos cristianos que se alimentan de la
congregación sin aportar nada",
que "no están totalmente inactivos", pero
que "pierden el tiempo que se debería dedicar
a cumplir sus obligaciones con Dios y con el prójimo". Uno de los
deberes más importantes, dice, es el de "cansarse
haciendo el bien" y
cita a San Benito de Nursia para remarcar la importancia de que el trabajo y la
oración se realicen "en horas concretas".
Ganar la batalla a la pereza "implica
elegir todos los días levantarse, trabajar en silencio, con fidelidad y sin
quejarse, ser constante, incluso cuando estemos cansados".
CÓMO
DISTINGUIR UN PECADO DESCONOCIDO PERO "LETAL PARA EL ESPÍRITU"
Pitre concluye con este octavo
pecado capital tratado por algunos autores de la Antigüedad que, lejos de lo
que comúnmente se cree, "puede convertirse
en letal para el espíritu". Se refiere no a la tristeza de Dios, sino a la "mundana", como una "respuesta irracional ante el mal, el sufrimiento o
la pérdida", que lejos de llevar al arrepentimiento, dirige a la
persona "al lamento porque no se haya cumplido la propia
voluntad".
Conscientes de que "siempre sufrirán tristezas", el modo de
abordar la tristeza como pecado "es cómo
reaccionaremos" o cuál se elegirá, si la tristeza piadosa -que
conduce a la salvación- o la mundana -que lleva a la muerte-. ¿Cómo distinguirlas? "Si un ánimo triste nos invade y hace que
dejemos de rezar, entonces es de la segunda clase", advierte.
Para enfrentarla, el autor
recuerda la virtud de "sobrellevar los
sufrimientos y males de esta vida sin ceder a la amargura" mediante
la paciencia, que "impide que el corazón
abandone a Dios" y que siempre es concedida por Él. También
recuerda la virtud de la esperanza de vida eterna, "recordando
además que en esta vida, todo, por bueno que sea, pasará".
No hay comentarios:
Publicar un comentario