jueves, 13 de octubre de 2022

LA ESTRATEGIA DE LOS COMANDOS

CUESTIONES GENÉRICAS MORALES

El no matarás de los Mandamientos de Dios sigue vigente por más que se produjeran los bombardeos contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial o el uso de armas nucleares contra Hirosima y Nagasaki. Uno lícitamente puede matar al ejército enemigo que ha atacado a tu país, pero no a los civiles.

No somos animales y en el siglo XX se llegó a un acuerdo general de que en caso de guerra no se dañarían ni siquiera las infraestructuras civiles.

Ahora bien, ¿sería intrínsecamente ilícito que el país agredido dañara unas estructuras civiles del agresor si con ello pudiese forzar el restablecimiento de la paz? Si con ello se forzase de modo poderoso la paz, sería lícito. Sería moralmente aceptable aunque solo fuese razonable y no se estuviera seguro al 100% de que ese movimiento lograría la firma de un armisticio.

 APLICACIÓN AL CASO DE RUSIA

¿Sería lícito que Ucrania organizase una serie de atentados contra infraestructuras en Moscú, sin bajas humanas, para forzar la paz? Pues sí, sería lícito. Podemos discutir si con ello lograría forzar el bien que se pretende, la paz; pero lícito sería.

Imaginaos lo que significaría entrenar a veinte equipos de ucranianos (con cinco personas en casa grupo) que sepan perfectamente ruso, que tengan documentos falsificados, para que pusieran bombas por la noche, buscando de un modo estricto que no se produzcan bajas humanas.

Imaginaos que a las 3:00 de la noche saltan por los aires los diez principales puentes de Moscú, y las diez principales líneas de metro.

Y que una semana después le toca el turno a diez líneas de alta tensión en la capital. Y que una semana después le toca el turno a diez depósitos de autobuses. Después vienen los túneles. Otra noche rompen con varios estallidos en la calle (con explosivos sin metralla) todos los cristales de la zona de rascacielos de Moscú: varias bombas repartidas (sin metralla, insisto) con el único propósito de quebrar miles de ventanas.

Imaginaos lo que son veinte equipos golpeando semana tras semana las infraestructuras de la capital. Cien hombres atacando no ministerios ni soldados, sino infraestructuras de comunicación, de energía y todo aquello que pueda paralizar a la capital.

No estaríamos hablando de uno o dos grupos terroristas, sino de un Estado que organiza el terrorismo de forma profesional y sistemática. Cien personas mantendrían en vilo a toda una nación, solo necesitarían golpear la capital con perseverancia. Y a sabiendas de que, dos meses después, pueden llegar otros cien ucranianos: otros diez equipos que se sumarían a los existentes.

Con solo los primeros diez grupos se podría hacer un atentado cada día, pero resulta más eficaz un gran golpe de diez atentados en una misma noche.

¿SERÍA ADECUADO?

La valoración moral teórica ya la he dado antes. Ahora bien, ¿sería adecuado hacerlo en este caso? En mi opinión, no. Si queremos que, a los quince días de empezar esto, una explosión atómica arrase Kiev, entonces este sistema de los atentados es el camino más corto para ello. Putin no va a ceder pase lo que pase. Insisto, suceda lo que suceda. Y, a pesar de toda la irracionalidad y crueldad de esta guerra, el entorno del presidente Putin no ha logrado que una noche Vladimir se resbale en la bañera.

La presión popular se ha demostrado ineficaz en el caso Venezuela, de Cuba y de muchos otros regímenes. Una acción de este tipo solo lograría que el agresor considerase más justificada su agresión y un aumento de la rabia en la población rusa.

Zelensky tendría que valorar la respuesta a dos preguntas:

¿Qué consigo con esto?

¿Cuál será el precio que tendré que pagar?

De la respuesta a estas dos preguntas, la conclusión surge evidente. No conseguiría la paz (Putín no va a ceder) y el precio sería altísimo (probablemente, la entera destrucción de Kiev). Nos guste o no nos guste, nos sale más barato (en destrucción y en vidas ucranianas) seguir por el camino andado hasta ahora. Da sensación de impotencia, de indefensión (ante los ataques rusos a civiles), pero con todo lo malo que resulta este camino es el mejor camino.

Ucrania está haciendo bien las cosas, ¡muy bien!, y debe evitar otros caminos con los que solo lograría más dolor sin ningún beneficio. Dios existe y dirá: "Hasta aquí".

P. FORTEA

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