Y él levantó la cabeza, miró a la gente, una quietud descendió sobre todos y con gran voz expuso:
Cuando el
amor los llame, seguirlo, aunque sus caminos sean duros y difíciles.
Y cuando
sus alas los envuelvan, entréguense a él-aunque la espada entre ellas escondida
los hiera.
Y cuando
les hable, creer en él, aunque su voz destroce nuestros sueños así como el
viento del norte devasta el jardín.
Y cuando
les hable, creer en él, aunque su voz destroce nuestros sueños así como el
viento del norte convierte al jardín en hojarasca.
Porque,
así como el amor corona, crucifica.
Así como
hace crecer, también poda.
Así como
asciende a lo más alto y acaricia nuestras más tiernas ramas que tiemblan al
sol, así descenderá hasta sus raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Como
espigas de trigo, los cosecha.
Los
apalea para desnudarlos.
Los
trilla para librarlos de su paja.
Los muele
hasta dejarlos blancos.
Los amasa
hasta que sean flexibles, luego los entrega a su fuego, y los transforma en pan
sagrado para el festín de Dios.
Todas
estas cosas hará el amor por ustedes para que puedan conocer los secretos de su
propio corazón, y con este conocimiento se conviertan en un fragmento del
corazón de la vida.
Pero si
en su temor sólo se busca la paz del amor, el placer del amor, las mieles del
amor…
Entonces
es mejor que cubran su desnudez y se aparten de la senda del amor, para que
entren en el mundo sin estaciones, donde reirán, pero no con todas sus risas, y
llorarán, pero no con todas sus lágrimas.
El amor
sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.
El amor
no posee y no quiere ser poseído porque al amor le basta con el amor.
Cuando
amen no vayan a decir: "Dios está en mi
corazón", sino más bien: "Estoy en el
corazón de Dios".
Y no
piensen que pueden dirigir el curso del amor, porque el amor, si los halla
dignos, dirigirá sus corazones.
El amor
no tiene más deseo que el de alcanzar su plenitud.
Pero si
aman y van a tener deseos, que sean estos: De
diluirse en el amor y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
De
conocer el dolor de sentir demasiada ternura.
De ser
herido por la comprensión que se tiene del amor.
De
sangrar de buena gana y alegremente.
De
despertarse al alba con un corazón alado y dar gracias por otra jornada de
amor.
De
descansar al mediodía y meditar sobre el éxtasis del amor.
De volver
a casa al crepúsculo con gratitud, luego dormirse con una plegaria en el
corazón por el bien amado, y con un canto de alabanza en los labios.
TOMADO DE: EL PROFETA, AUTOR: KAHIL GIBRAN.
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