Los Pastores de la Iglesia, entre los que me incluyo por mi ser Sacerdote, no mira -no debe mirar- únicamente a formar y defender las conciencias de los hijos de Dios en su Iglesia en medio del mundo, una a una. Para nada.
Eso, diría que se ventila en
los Medios de Formación que, en cualquier entidad eclesial, se dan y se ponen a
disposición de las gentes. Aún más y mejor, y de modo privilegiado, y en un
multisecular empeño de la Iglesia Católica, con la Dirección Espiritual: nada que ver con el “acompañamiento” o así: no somos
“mascotas” ni “señoritas de compañía” ni “mozos de cuadra” o
“palafreneros".
LA DIRECCIÓN
ESPIRITUAL HA SIDO SIEMPRE, EN LA IGLESIA, UN VERDADERO CAMINO DE SANTIDAD,
PERSONALIZADO Y, POR ESO MISMO, MUY EFICAZ.
Ser “confesor” -como ser “predicador",
por ejemplo- era una “especialidad” dentro
de los Sacerdotes. Especialidad que, como todas las demás, se alcanzaba, y no
por “decreto", precisamente. Había que
demostrar “capacidades” y “vocación". Dos cosas más, auténticas y
necesarias ambas, que desde el CV II algunos se han cargado en la Iglesia.
Pero esta formación y
dirección de almas, “una a una” insisto, no
es la única Misión del Sacerdote para arriba: obispos, etc. A los Pastores, a
todos los que asumimos esta Vocación y esta Misión, nos corresponde, y a ese
mismo nivel, y con esa misma exigencia, formar y defender el “sensus fidei” del Pueblo Cristiano.
Algo que, en numerosos países,
antes católicos, se ha perdido: por eso se han descristianizado casi
totalmente; y las almas han quedado expuestas, de ese modo, a todas las
ideologías; ideologías que, por definición, son ateas; y por eso mismo,
inhumanas y antisociales. Destructoras de la persona humana y de sus
construcciones específicas, empezando por la Religión: los
más genuinamente definidor y demostrador de LO HUMANO.
¿A QUÉ SE LLAMA “SENSUS
FIDEI”? EN LENGUAJE SENCILLO Y DIRECTO, EL “SENSUS FIDEI” SE REFIERE A LA
CERTEZA DE LOS CREYENTES EN/DE LAS VERDADES FUNDAMENTALES DE NUESTRA FE.
Este “sensus
fidei", este “sentido de la Fe” -lo
que es, lo que comporta, a dónde nos lleva, para qué nos sirve, por qué la necesitamos-,
además de la seguridad que nos proporciona, una seguridad que no nos viene “ni de la carne ni de la sangre“, sino de Dios -creemos en Dios, creemos a Dios y creemos por Dios- es el cauce y
el compromiso -Misión y Tarea- de DISCERNIMIENTO.
En Católico.
“Discernimiento",
“criterio", que nos proporciona la capacidad de reconocer y
distinguir perfectamente -poniendo cada cosa en su lugar-, lo que viene
de Dios, y/o lo que viene del mundo y de nuestras personales pasiones: esta es
la verdadera Ciencia y la auténtica CONCIENCIA de los Católicos: el
“juicio crítico” como lo denominaron los clásicos.
En nuestro caso, en los
católicos, un juicio crítico ya “bautizado". Y,
por tanto, Sanado, Regenerado, Liberado y Elevado a unos horizontes
desconocidos e inalcanzables sin la Gracia y sin la Revelación. O: sin Dios.
Y todo eso, poniéndolo en
relación a lo que somos por Gracia -hijos de Dios- y a lo que hemos de
alcanzar: la Salvación Eterna. Porque, fuera de
esto, nada más nos debería importar, por superfluo: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?
Es la “nariz católica”, como
la llamaba san Josemaría, que tan buenos resultados le dió. A él personalmente:
un Santo a carta cabal, canonizado de hecho. Y a su Obra, el Opus Dei, al que
bien podía llamar “Obra de Dios", porque
no quería en ella nada, “personal” o “colectivo", fuera de la Gloria de Dios, el
Servicio a la Iglesia “como la Iglesia quiere
ser servida”, y la Salvación de
las almas: de todas las que se pueda.
Así vivió, y así murió. Y en “las Tres Camapandas”,
nos dejó por escrito, su Testamento Espiritual y su grandísima confianza
en nosotros, a los que nos quería como hijos auténticos, porque lo éramos: fruto de su oración, de su mortificación, y de su
Santidad grandiosa: proclamada ya en vida por muchísimos personas, fueran o no
de la Obra.
MUCHOS PASTORES -QUE
NO HAN HECHO HONOR NI A SU VOCACIÓN, NI A SU MISIÓN NI A SU OFICIO- HAN DEJADO
A LOS FIELES, SUS HIJOS EN CRISTO, “A LOS PIES DE LOS CABALLOS”.
Ante la avalancha de eslóganes
contrarios a la Fe, a la Persona humana, a la Iglesia y a Dios mismo -autentico
bombardeo ‘por saturación’, que arrasa
absolutamente todo lo que cae bajo su radio de acción-, ejercido de manera
inmisericorde desde fuera de la Iglesia, tantísimos Pastores o no han sabido, o
no han querido -por los motivos que sean: ellos sabrán-, afirmar la Doctrina,
Confirmar en la Fe, Fortalecer los Corazones y encender las Conciencias.
A más de “atornillarse” con grandísima
confianza en la Roca, que es Jesucristo.
Pero es que tampoco han sabido
afrontar -o no han querido- los estragos del “fuego
amigo": lo que ha venido contra los fieles -sus hijos ante Dios-, desde
dentro de la propia Iglesia Católica. Lo vemos cada día, pues cada día
hay ejemplos que lo confirman.
Lo último y de plena
actualidad: lo que va saliendo de los así llamados
“sínodos": todo herejías. O casi. Y eso que viene “de lo mejor y más comprometido de la Iglesia”, según la propaganda oficial. Y con un “éxito arrollador".
De este modo los fieles, atrapados
entre dos fuegos, reducidos a una papilla asquerosa -los “católicos a lo biden", los obispos que dan
la Comunión en Misa a los aborteros más infames, o a los no católicos-,
desconcertados hasta el punto de no saber ni dónde estaba el enemigo, han tragado
todo el veneno que les han suministrado, sin encontrar, en sitio alguno, la
medicina y/o la triaca que pudiese contrarrestar tales males, mortíferos de
necesidad. Y sin poder acudir a un médico de urgencias. Menos mal que la
Iglesia era una “hospital de campaña"… en
“cierre patronal", claro. Muditos,
ciegos y sordos.
BUENO, CASI, PORQUE
DIOS NO ABANDONA DE MODO TOTAL.
No puedo dejar de nombrar a
unos obispos ejemplares: don Jesús, don José Antonio y don José Ignacio, que
han sabido mantenerse y estar donde debían y como debían, entrándole a lo que
estamos comentando, en favor de sus fieles, y de todos los que hayan querido ir
a saciarse en esas aguas: que vienen de Dios, porque están en Él.
Hay que sacar a relucir LO CATÓLICO: reconocerlo, en primer lugar, pues sus
perfiles ya no están ni medianamente claros para tantísima gente. Luego,
asimilarlo: porque lo que no se ha digerido ni alimenta ni puede valer para
nadie.
Más tarde, venerarlo,
alabarlo, defenderlo, administrarlo…, para poder “alimentar”
a las almas -corazones y conciencias- con eso. Y solo con eso. Es decir:
con Cristo, porque no
hay otro Nombre por el que podamos ser salvos. Ni otra Palabra que salve. Ni otra Gracia eficaz.
Y hay que abandonar, por muy
recomendado que esté y siga estando desde arriba, todo lo que ha llevado a esta
situación. No solo penosa, muy penosa, y de difícil arreglo también.
Pero para esto han estado -y
están- los Sacerdotes y los Obispos y los Papas Santos, con las Instituciones
que promueven, y con su generosa entrega a las almas todas. Porque los
verdaderos reformadores han sido y son los Santos.
Entrega, hasta el extremo: Hasta dar su vida por
las ovejas.
Como Cristo
Señor Nuestro, Buen Pastor. Enamorados del Señor
Jesús.
Y todo esto, cambiará: ¡al tiempo!
José Luis
Aberasturi
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