Hoy me he hecho la prueba de COVID en el hospital: y he dado positivo. Comienzo un confinamiento de, al menos, una semana.
No me
importa lo más mínimo confinarme porque la verdad es que tampoco estoy para
muchos trotes, solo me apetece estar en mi sillón con una manta encima.
Siempre he
tenido facilidad para dormirme, pero desde hace cuatro días es que desde el
momento en que pongo mi cabeza en la almohada yo creo que no podría contar ni
3. Y eso que estos días estoy durmiendo nueve horas cada noche.
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Cada persona
que me llama me sermonea durante cinco minutos. El sermón siempre tiene el mismo
tema:
—Si
tomas la vitamina tal, en menos de cuatro días....
—Lo
que tienes que hacer es tomar el mineral cual....
—Prueba
con la hierba X, tomándola tres veces al día...
—Hágame
caso, tome una cebolla, etc., etc.
Y cada uno
de ellos se enfada si no le aseguras que le vas hacer caso. El padre predicador
(siempre suelen ser mujeres) acaba con la misma conclusión evidente que está
fuera de toda duda: “Bueno, si no quiere curarse...”.
P. FORTEA
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