El mundo actual, a pesar de sus avances, y tal vez como consecuencia de ellos, está más abocado que nunca a la angustia.
Frente
a ese horizonte cargado de nubarrones por el lado de las técnicas mortíferas y
de las ideologías esclavizantes, se presentan tres alternativas: la desesperación, del que se ha destruido sus propios
horizontes; la evasión, del que no quiere pensar porque no quiere sufrir; la
esperanza sobrenatural, del que acepta el reto
de la vida con el estilo deportivo de quien sabe que «no tenemos aquí morada permanente» y que vivir es
caminar, y morir…, arribar.
Para
estos, y para todos los que viven apasionadamente la aventura de la fe, desde
la esperanza cristiana, Cristo les brinda una novena bienaventuranza: «Felices los que creen sin ver»
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