Lo más sagrado que tiene la Iglesia para sus miembros es la Eucaristía, el sacramento en el que realmente se hace presente Jesucristo bajo la apariencia de pan y vino. En esta, la participación de los fieles sigue una serie de normas y reglas que tal vez no conoces.
Aunque la pandemia del COVID-19 ha introducido en muchos países algunos
protocolos de bioseguridad -como permitir la Comunión en la mano- y otras
regulaciones particulares, hay normas que no cambian.
En marzo de 2004, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos publicó la instrucción Redemptionis
Sacramentum, “sobre algunas
cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”.
TODAS SUS NORMAS SIGUEN VIGENTES Y AQUÍ LAS
RESUMIMOS:
- La Misa debe celebrarse en
un lugar sagrado, salvo raras excepciones, pero nunca es lícito a un
sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo o lugar sagrado de cualquier
religión no cristiana.
- No está permitido relacionar
la celebración de la Misa con acontecimientos políticos o mundanos, o con
otros elementos que no concuerden plenamente con el Magisterio.
- No se debe introducir ritos
tomados de otras religiones en la Misa.
- Un laico no puede leer el
Evangelio y tampoco puede predicar la homilía. Esta lectura y la reflexión
están reservadas al sacerdote o diácono.
- La elección de las lecturas
bíblicas debe seguir las normas litúrgicas. No está permitido omitir,
sustituirlas ni cambiar las lecturas y el salmo responsorial con otros
textos no bíblicos.
- El pan a consagrar debe ser
ázimo, solamente de trigo y hecho recientemente. No se pueden usar
cereales, sustancias diversas del trigo. Es un abuso grave introducir en
su fabricación frutas, azúcar o miel.
- El vino debe ser natural,
del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias
extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe
admitir bajo ningún pretexto otras bebidas.
- Las ofrendas, además del pan
y el vino, sí pueden comprender otros dones. Estos últimos se pondrán en
un lugar oportuno, fuera de la mesa eucarística.
- Sólo se pueden utilizar las
Plegarias Eucarísticas del Misal Romano o las aprobadas por la Sede
Apostólica. Los sacerdotes no pueden componer sus propias plegarias
eucarísticas, cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros
textos.
- La Plegaria Eucarística debe
ser pronunciada en su totalidad, y solamente, por el sacerdote. No se
puede omitir la mención del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano.
- El sacerdote no puede partir
la hostia en el momento de la consagración.
- La paz debe darse antes de
la Comunión. El documento recuerda que “esta práctica no tiene un sentido
de reconciliación ni de perdón de los pecados”. Se sugiere que el gesto de
la paz sea sobrio y se dé sólo a los más cercanos.
- Se puede comulgar de
rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos de cada
país. No es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel por el hecho de
querer recibirla de rodillas o de pie.
- Los fieles tienen siempre
derecho a elegir si desean recibir la Comunión en la boca, pero si el que
va a comulgar quiere recibir el Sacramento en la mano, se le debe dar la
Comunión.
- Sin embargo, si existe
peligro de profanación, el sacerdote no debe distribuir a los fieles la
Comunión en la mano.
- Los fieles no deben tomar la
hostia consagrada ni el cáliz sagrado por sí mismos, ni pasarlos entre sí
de mano en mano.
- Debe vigilarse para que no
se acerquen a la Comunión, por ignorancia, los no católicos o, incluso,
los no cristianos.
- Nadie puede llevarse la
Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar. Hacerlo es sacrilegio.
- Si se tiene conciencia de
estar en pecado grave, no se debe comulgar sin acudir antes a la confesión
sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad
de confesarse.
- El sacerdote no debe
proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles.
- Si se permite a un laico
compartir un testimonio, se sugiere que se haga fuera de la celebración de
la Misa. Su sentido no debe confundirse con la homilía, ni suprimirla.
- Se alienta la participación
de lectores y acólitos que estén debidamente preparados.
- Se alienta la presencia de
niños o jóvenes monaguillos con una catequesis adecuada. En este servicio
pueden participar niñas o mujeres.
- Los fieles tienen el derecho
de tener una música sacra adecuada e idónea y que el altar y los paños
sagrados, según las normas, resplandezcan por su dignidad, nobleza y
limpieza.
- Cualquier católico tiene
derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico, ante el Obispo
diocesano o ante el Vaticano.
Redacción ACI Prensa
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