Lo de menos es errar episódicamente en el camino de la propia conciencia.
Al
fin y al cabo, la brújula de la libertad humana exige vigías alertas, y es difícil
mantener siempre el alma tan tensa que, alguna vez, no nos sorprenda la vida
desguarnecidos.
Lo
importante es que, en la noche de nuestra soledad y de nuestro desconcierto, la
estrella de Dios brille siempre como una añoranza, como una nostalgia, que
nadie ni nada fue capaz de apagar de nuestra intimidad.
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