Hay momentos de silencio. ¿Qué significan esos momentos de silencio? ¿Cuáles son esos momentos?
Por: P Antonio Rivero | Fuente: Catholic.net
¿QUÉ SIGNIFICA EL SILENCIO
EN LA LITURGIA?
Hay momentos de silencio. ¿Qué significan esos momentos
de silencio?
El silencio litúrgico no es un silencio de tartamudez; sino un silencio
sagrado.
Nos dice san Juan Clímaco en su libro “Escala
espiritual”: “el silencio inteligente es madre de la oración, liberación del
atado, combustible del fervor, custodio de nuestros pensamientos, atalaya
frente al enemigo... amigo de las lágrimas, seguro recuerdo de la muerte,
prevención contra la angustia, enemigo de la vida licenciosa, compañero de la
paz interior, crecimiento de la sabiduría, mano preparada de la contemplación,
secreto camino del cielo” (Escalón 11–30).
Nos dice el papa Juan Pablo II en su carta apostólica del 4 de diciembre de
2003, con motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución Sacrosanctum
Concilium, sobre la Sagrada Liturgia: “Un
aspecto que es preciso cultivar con más esmero en nuestras comunidades es la
experiencia del silencio. Resulta necesario para lograr la plena resonancia de
la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la
oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia. En una
sociedad que vive de manera cada vez más frenética, a menudo aturdida por
ruidos y dispersa en lo efímero, es vital redescubrir el valor del silencio. No
es casualidad que, también más allá del culto cristiano, se difunden prácticas
de meditación que dan importancia al recogimiento. ¿por qué no emprender con
audacia pedagógica, una educación específica en el silencio dentro de las
coordenadas propias de la experiencia cristiana? Debemos tener ante nuestros
ojos el ejemplo de Jesús, ´el cual salió de casa y se fue a un lugar desierto,
y allí oraba´(Mc 1, 35). La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no
puede descuidar el del silencio” (n. 13).
¿POR QUÉ HAY MOMENTOS DE
SILENCIO EN LA LITURGIA?
Es necesario el silencio para escuchar la Palabra de Dios, para prepararnos a
escuchar esa Palabra. Dios se hizo Palabra en Jesús, y condición para escuchar
esa Palabra es el silencio: silencio del corazón,
de la mente, de los sentidos, silencio ambiental.
Hay un hermoso pasaje de la Biblia en 1 Sam 3, 10 cuando el joven Samuel en el
silencio de la noche le dice a Dios: “Habla, Señor,
que tu siervo escucha”. Guardamos silencio para escuchar a Dios,
preparar el terreno de nuestra alma para que caiga y germine esa semilla de la
Palabra de Dios en el corazón durante esa ceremonia o celebración litúrgica
(misa, bautismo, celebración penitencial, matrimonio, ordenación, etc); si
estamos dispersos y hablando, la semilla se malogra y se pierde.
¿CUÁLES SON ESOS MOMENTOS DE
SILENCIO?
Antes de la misa y de cualquier ceremonia litúrgica nos deberíamos preparar con
el silencio, para reflexionar y pensar: ¿Qué vamos
a hacer?; ¿con quién vamos a encontrarnos?; ¿qué nos pedirá Dios en esta
ceremonia?; ¿cómo debemos vivir esta ceremonia?; ¿qué traemos a esta
ceremonia?; ¿qué deseamos en esta eucaristía?; ¿qué pensamos dar a Dios?
Por eso urge hacer silencio en la iglesia antes de la misa, o de un bautismo, o
de una boda... Hemos entrado en el recinto sagrado y hay que preparar el
corazón, que será el terreno preparado donde Dios depositará la semilla fecunda
de la salvación.
SILENCIOS EN LA MISA Y CUÁL
ES SU SIGNIFICADO
- Antes del “Yo confieso”: es un silencio para ponernos en la
presencia del tres veces santo, reconocer nuestra condición de pecadores y
pedirle perdón, y de esta manera poder entrar dignos a celebrar y vivir
los misterios de pasión, muerte y resurrección de Cristo.
- Antes de la oración colecta: el sacerdote dice: “Oremos”. Es aquí donde
el sacerdote, en nombre de Cristo, recoge todas nuestras peticiones y
súplicas, traídas a la santa Misa. Antiguamente se usaban también otras
fórmulas, dichas por el diácono, para llamar la atención de la asamblea
antes de esta oración:
· “Guardad silencio”.
· ”Prestad oídos al Señor”.
En este silencio cada uno concreta sus propias intenciones. Por eso se llama oración colecta, porque colecciona y recoge los votos, intenciones y peticiones de toda la Iglesia orante.
- Después de la lectura del Evangelio, si no
hay homilía; si
hay homilía, después de la misma. ¿Qué
significado tiene ese breve silencio? Dejar que la Palabra de Dios,
leída y explicada por el ministro de la Iglesia, vaya penetrando y
germinando en nuestra alma. ¡Ojalá se
encuentre siempre el alma abierta! ¡Qué pena sería que ese silencio fuera
un torbellino de distracciones! Sería dejar meter los pajarracos
que nos comerán esa semilla apenas sembrada en las lecturas y en el
Evangelio.
- Momento de la elevación de la Hostia
consagrada y del Cáliz con
la sangre de Cristo en la consagración. Es un silencio de adoración, de
gratitud, de admiración ante ese milagro eucarístico. Es un silencio donde
nos unimos a ese Cristo que se entrega por nosotros.
- Después de la comunión,
viene el gran silencio. Silencio para escuchar a ese Dios que vino a
nuestra alma, en forma de pan, silencio para compartir nuestra intimidad
con Él. Silencio para ponernos en sus manos. Silencio para unirnos a todos
los que han comulgado y encomendar a quienes no han podido comulgar. ¡Aquí está la fuerza de la comunión!
- También se recomienda un brevísimo silencio
después de cada petición en la oración de los fieles.
Aquí es un silencio impetratorio, donde pedimos por todas las necesidades
de la Iglesia, del mundo y de los hombres.
- Es muy aconsejable, después de la misa
quedarse unos minutos más en silencio,
para poder agradecer a Dios este augusto y admirable sacramento, al que
nos ha permitido participar en la santa misa.
EN LOS DEMÁS SACRAMENTOS TAMBIÉN HAY MOMENTOS DE SILENCIO FECUNDO:
- En las ordenaciones sacerdotales: cuando el obispo impone las manos sobre la
cabeza de ese diácono que en breve será consagrado sacerdote... Es un
silencio sobrecogedor. ¡En ese momento viene el Espíritu Santo y a ese
hombre le concede Dios la gracia de ser sacerdote, ministro de Dios, que “obra en nombre de Cristo, Maestro, Pastor y
Pontífice, y actúa en su persona” , otorgándole el poder de
consagrar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y el poder
de confesar los pecados, en ¡nombre de Cristo! Lo convierte Dios de simple hombre a ministro de su
gracia para la salvación del mundo.
- En la unción de los enfermos: es un silencio para pedir a Dios la gracia
de la curación espiritual, sin duda, y la corporal, si es la voluntad de
Dios.
- En un momento antes de la bendición de los
novios: silencio
para pedir a Dios la gracia de la fidelidad de los nuevos esposos.








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