¿La manera en que uso mi dinero aporta a mi felicidad y a la vida eterna?
Por: Carlos Alberto Ramirez Linares | Fuente:
Catholic.net
Cuando comencé a hablar de finanzas con sentido
trascendente en mis sesiones dentro de una escuela de negocios, empecé a
cuestionarme muy seriamente sobre que gastos realmente eran
buenos y cuales eran malos.
Comencé a crear una lista de gastos “buenos y malos”. Un tiempo después me di cuenta que no puedo
yo etiquetar los gastos como “buenos o malos” ya que como
dice Jesús en la escritura “Solo Dios es bueno” y
solo él tendría la potestad de decir que acciones pueden ser calificadas como
buenas o malas. Sin embargo, aún quería poder trasmitir que hay formar de usar
el dinero que son mejores que otras o más bien que contribuyen en un mayor
grado a la felicidad.
Aquí fue donde encontré el punto clave de mi
reflexión. La forma en que usamos el dinero puede contribuir a
mi felicidad (en la vida presente y en la eterna) o puede ser un obstáculo para
ello. En
nuestro mundo actual, muchas personas creen que la felicidad es directamente
proporcional al dinero y aunque se diga que el dinero “no
compra la felicidad” la realidad es que gastamos nuestra vida buscando
dinero y creemos que las vidas más felices son las de aquellos que tienen mucho
dinero.
Por un lado, nos encontramos con personas
sumamente adineradas (la mayoría de la farándula) que mueren por sobredosis de
drogas o se suicidan porque no encuentran sentido a su vida terrena. Por otro
lado vemos a hermanos debatirse en la miseria sufriendo la carencia de lo
básico y nos preguntamos si acaso puede existir la verdadera felicidad en una
situación así.
Primero debemos decir que Dios no quiere la
pobreza material y nos apura a todos a ayudar a los hermanos necesitados a
salir de ella, pero tampoco quiere el despilfarro y la superficialidad. Entonces ¿Dónde estamos parados en
este punto? ¿Cómo puedo saber si la forma en que uso el dinero me aporta
felicidad? Primero, de acuerdo a un
artículo de Francisco Ugarte publicado en la revista Itsmo, existen tres
diferentes niveles de felicidad. El más básico es
el placer y ese por supuesto que sí se puede adquirir con dinero, pero
este es el nivel más bajo, el segundo escaño es la
alegría y tiene que ver más con las experiencias. Para ello no
basta el dinero, sin embargo también ayuda. Uno de
los problemas que vivimos los padres de hoy, es que gastamos más en cosas para
nuestros hijos que en experiencias con ellos, que al final, constituyen un
patrimonio emocional que les da más probabilidades de éxito en la vida que el
simple patrimonio material. Un tercer nivel de
felicidad tiene que ver con la trascendencia y también ahí el dinero
puede ayudar pero no puede comprar este nivel de felicidad.
Muy bien. Ya sé que puedo usar el dinero
buscando solo placer, buscando alegría o buscando trascendencia, pero como
distingo cuando su uso realmente aporta a mi felicidad. La respuesta nos la
ofrece Tomas Melendo en la siguiente frase “La
felicidad es directa y exclusivamente proporcional al amor real de cada
persona… quien no ama, por más que triunfe en otros ámbitos de la vida, es un
desdichado”.
Entonces si uso mi dinero
con amor hacia mí y hacia los demás, esto me conducirá a la felicidad, pero con verdadero amor ya que solo provocarme
placer no es la forma de darme realmente amor con el uso del dinero.
Con esto en mente podemos pues decir que ayudar
a un necesitado constituye un acto de amor y por tanto es una forma de hacer un
gasto que aporta a mi felicidad, igual lo es comprar algún artículo pensando en
el beneficio de quien lo fabrica y lo vende y no solo en el beneficio para mí
de usarlo o tenerlo. Es un gasto que aporta a mi felicidad el invertir en mi
formación para ser mejor persona, en disfrutar de un tiempo con la familia etc.
No aporta a mi verdadera felicidad gastar dinero en cosas que dañan la salud
(como el alcohol en exceso), las drogas etc.
No aporta a mi verdadera felicidad comprar cosas
superfluas solo por presumir o tratar de humillar a los demás. Claro que esto
no puede ser absoluto. Una mujer que compra un cosmético para sentirse mejor y
mejorar su autoestima puede estar haciendo un gasto que aporte a su felicidad y
el mismo cosmético usado para presumir puede ser algo que no aporte a la
verdadera felicidad. Como podrán ver, esto no puede ser absoluto y por eso con
toda sabiduría dice Jesús “No juzgues y no serás
juzgado” y como solo Dios conoce las intenciones de cada persona, es
solo él y la persona quien sabe si ese gasto realmente aporta a su verdadera
felicidad o no.
Por esta razón, este artículo no pretende ser
exhaustivo ni puede darnos una lista de gastos que apoyan a no a la felicidad
verdadera (esto solo lo sabes tú y Dios),
pero si pretende que puedas tomar conciencia de que serás más o menor feliz
dependiendo de la forma en que uses tu dinero y la intensión con la que hagas
cada uno de tus gastos.
Un punto interesante aquí es el valor de las
privaciones. Cada vez tenemos menos disposición a hacer sacrificios y
abstenernos de cosas. Muchos se burlan del ayuno cristiano y lo ven como algo
del siglo pasado. Sin embargo tiene una razón de ser más allá del dominio de
nuestro espíritu. Es lo que se puede llamar una razón económica: abstenerse de
cosas hace que un bien sea escaso para ti y por tanto de acuerdo a un principio
básico de la economía un bien valioso, es decir que si me doy todos los gustos
que quiera al final algo que me gustaba mucho termina por no producirme ningún
placer. Por eso decía San Juan de la Cruz que “Para
tener placer en todo no hay que tener placer en nada”. Es decir, si
quieres tener más felicidad en el uso de tu dinero, prívate de cosas con
frecuencia y cuando puedas darte un gusto moderado de las mismas lo disfrutarás
de una mejor manera.
La felicidad no se compra
con dinero, pero el dinero usado aecuadamente abona para la felicidad en la
tierra y en la vida eterna. Y si tienes dudas sobre si la manera en que
gastas ayuda a tu verdadera felicidad, te invito a reflexionar sobre las
siguientes preguntas:
¿Hacer este gasto me hace sentir bien solo un momento y
luego me deja vacío o sintiéndome culpable?
¿Dejar de hacer este gasto
me entristece en la misma proporción que haría feliz a alguien que lo necesita
más que yo? Para entender más esta pregunta, si yo dejo de
comprar un reloj de lujo muy probablemente el sufrimiento que pase con no
tenerlo no se compare con la alegría que pudiera ser para una persona pobre el
disponer de la misma cantidad de dinero para satisfacer su necesidad o la
cantidad de personas que pueda ayudar
¿Después de tener este objeto se me pasará rápidamente
la felicidad que me provoca y estaré buscando nuevamente otro objeto?
¿Gastar en esto le ayudará
a mis hijos, mi esposa, mis familiares o a mí a ser mejor persona o a estar
realmente mejor y no solo contento por un rato?
¿Si Jesús me estuviera
viendo aprobaría mi gasto? Si Jesús estuviera en mi situación (fuera
padre o madre de familia, esposo(a) empresario, hijo etc) ¿Haría ese gasto?
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