Teorías 'woke', sucesora, interseccional, de cancelación,…
Análisis y
propuestas de Mons. Gómez, Arzobispo de Los Ángeles y Presidente de la
Conferencia Episcopal de los Estados Unidos en la inauguración del 23º Congreso
Católicos y Vida Pública: «Corrección política: Libertades en peligro» «Las
ideologías de hoy son profundamente ateas. Reducen lo que significa ser humano
a cualidades esencialmente físicas como el color de nuestra piel, nuestro sexo,
nuestras nociones de género, origen étnico y posición en la sociedad»
(InfoCatólica) El 23º Congreso
Católicos y Vida Pública que desarrollará sus sesiones y
talleres del 12 al 14 de noviembre tiene como tema central «Corrección política: Libertades en peligro».
Casi 700 personas se han
inscrito al congreso por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y por
la Fundación Universitaria San Pablo CEU. Una buena parte para asistir
presencialmente.
El Congreso contará con el polaco Ryszard Legutko, filósofo y
portavoz en el en el Parlamento europeo del partido Ley y Justicia; el
historiador e intelectual Rémi Brague,
profesor emérito de la Universidad de la Sorbona; la vicepresidenta de la
Fundación Villacisneros, María San Gil; el
actor y dramaturgo Albert Boadella, y
el ex director de ABC y actual director de El Debate, Bieito Rubido.
La sesión inaugural a cargo
del Arzobispo de Los Ángeles y Presidente de la Conferencia Episcopal de los
Estados Unidos, Mons. José Horacio Gómez, que ha sido presentado y glosado
posteriormente por Mons. Iceta, Arzobispo de Burgos.
POTENTE RADIOGRAFÍA
DEL MOVIMIENTO «WOKE» Y EL IMPACTO DE LA CORRECCIÓN POLÍTICA
En un potente discurso Mons.
Gómez, ha analizado el sustrato y el impacto de estas nuevas ideologías de
antiguas raíces que terminan socavando la convivencia y las libertades con los
viejos pretextos de igualdad y fraternidad.
Aunque se ha centrado en la
evolución en su país, Estados Unidos, Mons. Gómez constata que afectará a otros
países y también a la Iglesia, y hace propuestas concretas para afrontarlo.
Quizá la más relevante en estos momentos sea precisamente la labor de análisis
que ha realizado.
El discurso lo ha articulado
en tres bloques, secularización y descristianización, las nuevas religiones
políticas de Estados Unidos y para terminar con propuestas.
Reproducimos
casi en su totalidad el discurso (intertítulos y negritas nuestras):
SECULARIZACIÓN
AGRESIVA IMPULSADA POR LÍDERES ELITISTAS
Creo que todos sabemos que, si
bien en Estados Unidos existen condiciones únicas, tanto en España como en
otras partes de Europa ya desde hace mucho tiempo se han estado dando patrones
similares de secularización agresiva.
En nuestros países han surgido
cierto tipo de líderes elitistas que se interesan poco por la religión y
no tienen verdaderos vínculos con las naciones en las que ellos viven o con las
tradiciones o culturas locales.
Este grupo, que está a cargo
de corporaciones, gobiernos, universidades y medios de comunicación, y que se
encuentra también en los establecimientos culturales y profesionales, quiere
establecer lo que podríamos llamar una civilización global, basada sobre una
economía de consumo y regida por la ciencia, la tecnología, los valores
humanitarios y las ideas tecnocráticas acerca de la organización de la
sociedad.
LA RELIGIÓN Y
ESPECIALMENTE EL CRISTIANISMO SON UN ESTORBO
Dentro de esta cosmovisión
elitista, no hay necesidad de sistemas de creencias y religiones anticuados. De
hecho, desde el punto de vista de ellos, la religión, y
especialmente el cristianismo, es algo que sólo es un estorbo para el tipo de
sociedad que ellos esperan construir.
Y, pienso que es importante tenerlo presente.
Como lo han señalado los
Santos Padres, en la práctica, la
secularización significa una «descristianización».
Durante varios años en Europa y Estados Unidos se ha hecho un esfuerzo
deliberado por borrar las raíces cristianas de la sociedad y por suprimir
cualquier influencia cristiana que aún siga vigente.
En el programa que
establecieron para este Congreso, ustedes hacen alusión a la «cultura de
cancelación» y al ser «políticamente correctos». Y
nos damos cuenta de que a menudo lo que se cancela y corrige son las
perspectivas que están arraigadas en las creencias cristianas sobre la vida y
la persona humanas, sobre el matrimonio, la familia y mucho más.
En la sociedad de ustedes y en
la mía, el «espacio» que la Iglesia y los cristianos
creyentes pueden ocupar se está reduciendo.
Las instituciones eclesiásticas y las empresas cuyos propietarios son
cristianos, son cada vez más desafiadas y hostigadas.
Lo mismo sucede con los
cristianos que trabajan en la educación, la atención médica, el gobierno y
otros sectores. Se dice que tener ciertas creencias cristianas es una amenaza
para las libertades y hasta para la seguridad de otros grupos de nuestras
sociedades.
LA PANDEMIA ACELERÓ
PROCESOS
Un hecho adicional, para completar el contexto.
Todos notamos los dramáticos
cambios sociales que ocurrieron en nuestras sociedades con la llegada del
coronavirus y la manera en la que las autoridades gubernamentales respondieron
a la pandemia.
Creo que la historia mirará
hacia atrás y verá que esta pandemia no cambió
tanto nuestras sociedades como aceleró las tendencias y lineamientos que ya se
estaban poniendo en práctica.
Los cambios sociales que
podrían haber tardado décadas en desarrollarse, se están ahora acelerando a
raíz de esta enfermedad y de la respuesta de nuestras sociedades.
Eso es, ciertamente, el caso de los Estados Unidos.
Los nuevos movimientos e
ideologías sociales de los que hoy hablamos fueron sembrados y preparados
durante muchos años en nuestras universidades e instituciones culturales.
Pero con la tensión y el miedo
causados por la pandemia y a raíz del aislamiento social, y debido, también, al
asesinato de un hombre afroamericano, que estaba desarmado, por un policía
anglosajón junto con las protestas que vinieron a continuación en nuestras
ciudades, estos movimientos se desataron por completo en nuestra sociedad.
Este contexto es importante
para comprender la situación que vivimos en Estados Unidos.
El nombre de George Floyd se
conoce ahora en todo el mundo. Pero eso se debe a que, para muchas personas de
mi país e inclusive para mí mismo, su tragedia se convirtió en un claro
recordatorio de que la desigualdad racial y económica está todavía
profundamente arraigada dentro de nuestra sociedad.
Y pienso que debemos tener presente esta realidad de la existencia de esta desigualdad.
Porque estos nuevos movimientos son parte de un discurso más amplio, de un
debate que es absolutamente esencial sobre la manera de edificar una sociedad
estadounidense que amplíe las oportunidades para todos, sin importar el color
de su piel ni su procedencia o situación económica.
NUEVOS MOVIMIENTOS
DE JUSTICIA SOCIAL SON PSEUDORELIGIONES
Mi argumento es éste. Creo que
la mejor manera de que la Iglesia entienda lo que son los nuevos
movimientos de justicia social es considerarlos como pseudo religiones,
e incluso como reemplazos y rivales de las creencias cristianas tradicionales.
Con el colapso de la
cosmovisión judeocristiana y el surgimiento del secularismo, los sistemas de
creencias políticas basados en la justicia social y en la identidad personal
han llegado a llenar el espacio que alguna vez ocuparon las creencias y
prácticas cristianas.
Como sea que llamemos a estos
movimientos –«justicia social», «cultura woke»,
«política identitaria», «interseccionalidad», «ideología sucesora»– éstos
afirman ofrecer lo que la religión proporciona.
Le dan a la gente una
explicación de los acontecimientos y de las condiciones del mundo. Le ofrecen
un sentido de significado, un propósito de vida y la sensación de pertenencia a
una comunidad.
VIDA CRISTIANA
VERSUS WOKEISMO: HISTORIAS DE SALVACIÓN
Además,
al igual que el cristianismo, estos nuevos movimientos cuentan su propia
«historia de salvación».
Para explicarles lo que quiero
decir, permítanme tratar de comparar brevemente la historia cristiana con lo
que podríamos llamar la historia del movimiento «woke»
o la historia de la «justicia social».
La historia cristiana, en su
forma más simple, puede describirse más o menos así: Fuimos creados a imagen de
Dios y llamados a vivir una vida de bendición, en unión con él y con nuestro
prójimo.
La vida humana tiene un «telos» dado por Dios, es decir, una intención
y una dirección. Debido a nuestro pecado, nosotros estamos alejados de Dios y
unos de otros, y vivimos a la sombra de nuestra muerte.
Por la misericordia de Dios y
por su amor hacia cada uno de nosotros, fuimos salvados por medio de la muerte
y la resurrección de Jesucristo.
Jesús nos reconcilia con Dios
y con nuestro prójimo; él nos da la gracia de ser transformados a su imagen y
nos llama a seguirlo en la fe, amando a Dios y a nuestro prójimo y trabajando
para construir su Reino en la tierra.
Todo esto, con la confiada
esperanza de que obtendremos la vida eterna con Él, en el mundo venidero.
Ésa es la historia cristiana.
Y ahora más que nunca, la Iglesia y todo católico necesita conocer esta
historia y proclamarla en toda su belleza y en toda su verdad.
Es necesario que lo hagamos,
porque actualmente, hay otra historia
rondando por ahí. Una narrativa antagonista de «salvación»
que escuchamos en los medios de comunicación y en nuestras instituciones,
proveniente de los nuevos movimientos de justicia social.
Lo que podríamos llamar la
historia del movimiento «woke» que dice algo
como: No podemos saber de dónde venimos, pero somos conscientes de que tenemos
intereses comunes con quienes comparten nuestro color de piel o nuestra
posición en la sociedad.
Y también, somos conscientes,
con mucho dolor, de que nuestro grupo está sufriendo y está siendo alienado, y
esto pasa, sin culpa nuestra. La causa de nuestra infelicidad es que somos
víctimas de la opresión de otros grupos de la sociedad.
Y conseguimos la liberación y
la redención a través de nuestra lucha constante contra nuestros opresores,
librando una batalla por el poder político y cultural, en nombre de la creación
de una sociedad equitativa.
Éste es, ciertamente, un
discurso poderoso y atractivo para millones de personas, tanto en la sociedad
estadounidense, como en las sociedades de todo Occidente.
De hecho, muchas de las
principales organizaciones, universidades e incluso escuelas públicas de
Estados Unidos están promoviendo y enseñando activamente esta perspectiva.
Esta historia obtiene su
fuerza debido a la sencillez de sus explicaciones: el mundo está dividido en
inocentes y víctimas, aliados y enemigos.
Pero esta narrativa es también
atractiva porque, como dije antes, responde a necesidades y sufrimientos
humanos reales. La gente está sufriendo, se siente discriminada y excluida de
las oportunidades que hay en la sociedad.
No debemos olvidar nunca esta
realidad. Muchos de los que se adhieren a estos nuevos movimientos y sistemas
de creencias están motivados por intenciones nobles.
Quieren cambiar las
condiciones de la sociedad que niegan a los hombres y mujeres de los derechos y
oportunidades para tener una vida digna.
Por supuesto que todos
queremos fomentar una sociedad en la que haya igualdad, libertad y dignidad
para todas las personas. Pero sólo podemos edificar una sociedad justa sobre la
base de la verdad sobre Dios y sobre la naturaleza humana.
Esta ha sido la enseñanza
constante de nuestra Iglesia y de los Santos Padres durante casi dos siglos, y
hasta la fecha.
EL ECLIPSE DE DIOS,
EL ECLIPSE DEL HOMBRE
El Papa emérito Benedicto XVI,
nos advirtió que el eclipse de Dios lleva al eclipse de la persona
humana. Una y otra vez nos
recordó: cuando nos olvidamos de Dios, ya no vemos
la imagen de Dios en nuestro prójimo.
El Papa Francisco destaca con
fuerza la misma verdad en Fratelli Tutti: a menos que creamos que Dios es nuestro Padre,
no encontraremos motivo para tratar a los demás como nuestros hermanos y
hermanas.
Ése es precisamente el problema que tenemos.
TEORÍAS E IDEOLOGÍAS
PROFUNDAMENTE ATEAS, Y REVIVAL DE VIEJAS IDEAS
Las
teorías e ideologías críticas de hoy son profundamente ateas. Niegan el alma, así como también la dimensión espiritual y trascendente
de la naturaleza humana; o piensan que eso es irrelevante para la felicidad
humana.
Reducen lo que significa ser
humano a cualidades esencialmente físicas como el color de nuestra piel,
nuestro sexo, nuestras nociones de género, origen étnico y posición en la
sociedad.
Sin duda, podemos ver que se
trata de algunos elementos de la teología de la liberación, arraigada en una
visión cultural marxista.
Se parecen mucho también a
varias herejías y evangelios falsos que encontramos a lo largo de la historia
de la Iglesia.
Como los maniqueos, estos
movimientos ven el mundo como una lucha entre el bien y el mal, lo justo contra
lo injusto.
Y como los gnósticos, rechazan
la creación y el cuerpo, creyendo que los seres humanos pueden llegar a hacer
de sí mismos lo que ellos quieran.
Estos movimientos son también
pelagianos, pues creen que la redención puede lograrse a través de nuestros
propios esfuerzos humanos, sin tener en cuenta a Dios.
Finalmente, estos movimientos
son utópicos, porque parece que creen que podemos crear una especie de ‘cielo en la tierra’, una sociedad perfecta, a
través del poder político.
Nuevamente,
estimados amigos, el punto que quiero destacar es éste: yo creo que es
importante que la Iglesia comprenda y enfoque estos nuevos movimientos, no en
términos sociales o políticos, sino como peligrosos sustitutos de la verdadera
religión.
Al negar a Dios, estos nuevos
movimientos han perdido la verdad sobre la persona humana. Esto explica su
extremismo y su duro, intransigente e implacable enfoque de la política.
Y desde el punto de vista del
Evangelio, como estos movimientos niegan a la persona humana, por muy bien
intencionados que sean, no pueden promover el auténtico florecimiento humano.
De hecho, como lo estamos
presenciando en mi país, estos movimientos, estrictamente seculares, están
provocando nuevas formas de división social, de discriminación, de intolerancia
y de injusticia.
QUÉ DEBE HACERSE
Eso me lleva a mi último grupo
de reflexiones. La pregunta es: ¿Qué se debe hacer?
¿Cómo debería responder la Iglesia a estos nuevos movimientos seculares que
buscan el cambio social?
Mi respuesta es sencilla. Necesitamos proclamar a Jesucristo. Proclamarlo audazmente,
con creatividad. Necesitamos narrar nuestra historia de salvación de una manera
nueva. Con caridad y confianza, sin miedo. Ésta es la misión de la Iglesia para
todas las épocas y para todos los momentos culturales.
No
deberíamos dejarnos intimidar por estas nuevas religiones de justicia social y
de identidad política. El Evangelio sigue siendo la fuerza más poderosa de cambio social que
jamás haya existido en el mundo. Y la Iglesia ha sido «antirracista»
desde el principio. Todos están incluidos dentro de su mensaje de
salvación.
Jesucristo
vino a anunciar la nueva creación, vino a anunciar al hombre nuevo y a la mujer
nueva, dotados de la capacidad de llegar a ser hijos de Dios, de ser renovados
a imagen de su Creador.
Jesús nos enseñó a conocer y a
amar a Dios como nuestro Padre llamó a su Iglesia a llevar esa buena nueva
hasta los confines de la tierra, a reunir a la única familia de Dios que abarca
a toda la gente del mundo, de todas las razas, de todas las tribus y de todos
los pueblos.
Ese fue el significado de
Pentecostés, cuando hombres y mujeres de todas las naciones de la tierra
escucharon el Evangelio en su propia lengua materna. Eso es lo que quiso decir
San Pablo cuando dijo que en Cristo no hay judío ni griego, hombre o mujer,
esclavo o libre.
Por supuesto que en la Iglesia
no siempre hemos estado a la altura de esos hermosos principios, ni hemos
cumplido plenamente la misión que nos fue confiada por Cristo.
Pero el mundo no necesita una
nueva religión secular para reemplazar al cristianismo. Más bien, necesita que
ustedes y yo seamos mejores testigos, mejores cristianos. Empecemos por
perdonar, por amar, por sacrificarnos por los demás, desechando los venenos
espirituales como son el resentimiento y la envidia.
En lo personal, yo encuentro
inspiración en los santos y en los personajes que vivieron una vida de santidad
en la historia de mi país.
DOROTHY DAY
Pienso especialmente en la
Sierva de Dios, Dorothy Day. Para mí, ella ofrece un testimonio importante de
la manera en que los católicos pueden trabajar para cambiar el orden social a
través del desprendimiento radical y del amor a los pobres basado en las Bienaventuranzas,
en el Sermón de la Montaña y en las obras de misericordia.
Ella también tuvo una profunda
convicción de que antes de que podamos cambiar el corazón de los demás, tenemos
que cambiarnos a nosotros mismos.
Ella dijo en una ocasión: «Veo con demasiada claridad lo mala que es la gente.
Ojalá no lo viera así. Son mis propios pecados los que me dan esa claridad.
Pero
no puedo preocuparme mucho acerca de tus pecados y miserias cuando tengo tantos
en mí misma. … La oración que le dirijo a Dios todos los días es la de que
agrande mi corazón de tal manera que los vea a todos ustedes y viva con todos
ustedes, dentro del amor de él».
Esta es la actitud que
necesitamos en estos momentos en los que nuestra sociedad está tan polarizada y
dividida.
EL VENERABLE PADRE
TOLTON, UN ESCLAVO QUE SE CONVIRTIÓ EN EL PRIMER AFROAMERICANO ORDENADO
También me inspira el
testimonio del Venerable Padre Augustus Tolton. La suya es una historia
impresionante y verdaderamente estadounidense. Él nació en la esclavitud, escapó
para conseguir la libertad con su madre y se convirtió en el primer
afroamericano ordenado sacerdote en mi país.
El Padre Tolton dijo una vez: «La Iglesia Católica deplora una doble esclavitud: la de
la mente y la del cuerpo. Ella se esfuerza por liberarnos de ambas».
Actualmente, necesitamos ese
tipo de confianza en el poder del Evangelio.
En estos tiempos corremos el
riesgo de deslizarnos hacia un nuevo «tribalismo», hacia una idea precristiana
de la humanidad, que la ve dividida en grupos y facciones, en competencia unos
con otros.
Tenemos que vivir y proclamar
el Evangelio como el verdadero camino hacia la liberación de toda esclavitud e
injusticia, espiritual y material.
En nuestra predicación, en la
vida práctica, y especialmente en nuestro amor hacia nuestro prójimo, hemos de
dar testimonio del hermoso proyecto de Dios para nuestra humanidad común, es
decir, el origen y destino común que tenemos en Dios.
Finalmente, creo que en este
tiempo la Iglesia debe ser una voz para la conciencia individual y la
tolerancia.
Necesitamos promover una mayor
humildad y realismo sobre la condición humana, dándonos cuenta de que nuestra
humanidad común implica reconocer nuestra común fragilidad.
La verdad es que todos somos
pecadores, todos somos gente que quiere hacer lo correcto, pero que con
frecuencia no lo hace.
Eso no significa que haya que
permanecer pasivos ante la injusticia social. ¡Eso nunca! Pero tenemos que
insistir en que la fraternidad no puede construirse a través de la animosidad o
de la división.
La verdadera religión no busca
dañar o humillar, ni arruinar los medios de subsistencia o la fama de las
personas. La verdadera religión ofrece un camino para que incluso los peores
pecadores encuentren la redención.
Una última reflexión, queridos
amigos. La realidad de la providencia divina. Necesitamos aferrarnos a esta
verdad sobrenatural porque es verdad: La mano amorosa de Dios sigue guiando
nuestras vidas y el destino de las naciones.
En los Estados Unidos, como en
México, la Iglesia se está preparando pare celebrar el 490 aniversario de la
aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe, que conmemora la verdadera fundación
espiritual del continente americano.
FUTURO ESPERANZADOR
DE LA MANO DE LA VIRGEN
Y ya estamos viendo señales de
un despertar religioso en nuestro país, por debajo de las controversias
políticas, de las nubes de la pandemia y la incertidumbre del futuro.
Tengo la convicción de que en la próxima década veremos
un despertar espiritual y un crecimiento en la fe, al prepararnos para el 500
aniversario de la aparición.
Y las palabras de Maria de
Guadalupe en el Tepeyac me llenan de inspiración y de fortaleza: «No estoy yo aquí, que soy tu madre. ¿No estas bajo mi
sombra, y resguardo?»
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